Alfredo Cardona Tobón*
Tamal paisa
¡Esponjado tamal!.. yo te saludo
¡Salve!- mil veces, delicioso envuelto.
Bienvenido
seas manjar de los dioses
Con tus ricas presas y un
carnudo hueso
(Juan Josè Botero)
Así empezaban los versos que
cantaban al tamal en un acogedor restaurante en la carretera entre Pereira y
Manizales. Eran las dos de la tarde y apretaban las ganas de almorzar; no lo
pensamos mucho y con las rimas que bailaban en la mesa y el aroma que nos llenaba la boca de saliva,
decidimos pedir dos tamales; mi compañero de viaje escogió la receta tolimense y yo como buen paisa elegí un tamal
antioqueño.
Al cortar las guascas y
separar lentamente las hojas de plátano que los envolvían, fueron apareciendo
los tamales, desnudos, en puros cueros, dispuestos a saciar nuestro apetito.
Mientras trinchaba una presa
de pollo y despachaba la rica masa adobada con alguna yerba aromática, secreto
de la casa, recordé mis experiencias con
los tamales. Las había gratas y las había desafortunadas, como pasa con el
amor, la profesión y los negocios, hubo “tamaliadas” deliciosas y otras simples
y desabridas. Porque una cosa es probar
un tamal hecho con curia y otra es un tamal industrializado como los producidos
por los almacenes de cadena, uno de los cuales produce 10.000 tamales diarios
que reparte en los almacenes del país.
El tamal, al igual que el
sancocho y las arepas está en las entretelas de la identidad nacional; son
parte nuestra y su gusto es una impronta estampada en los más gratos recuerdos.
ALGO DE HISTORIA
Los tamales fueron parte de
la vida cotidiana en las culturas
prehispánicas, lo degustaron los aztecas y los diaguitas, los incas, los
chibchas y los aimará y hay referencias
del gustoso plato en el mural de San
Bartolo en Petén Guatemala.
El término tamal viene del
náhuatl “tamalli” y es el nombre más conocido, aunque se le conoce también como
hallaca en los llanos y humita en algunas regiones de Ecuador y Bolivia.
El tamal ha sido alimento de humildes y poderosos y en
la antigüedad americana tuvo connotaciones religiosas: en la fiesta del
Atamalcuatiztii de los aztecas, que duraba
siete días, solo se consumían
tamales; en las festividades Izcalli, de final del año, las mujeres distribuían
tamales a los familiares y amigos; en los rituales del matrimonio la suegra le
ofrecía a la novia cuatro bocados de tamal y la novia, a su vez, le daba el resto del tamal a su novio.
En los tiempos actuales el
tamal sigue siendo el centro de muchas
reuniones; las “tamaliadas” reúnen la familia en ocasiones especiales y
concita los mejores recuerdos como anota
Jorge Añez en su bambuco “Los
cucaracheros”, donde hay un verso que
dice: “El que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate, no sabe lo que es
canela ni tamal con chocolate”.
En las crónicas
costumbristas de Santa Fe de Bogotá se anotan los algos con chocolate y
tamal que tanto gustaban al presidente
Marroquín. Delicadas decisiones nacionales se tomaron matizadas con aroma de
tamal y en Instituciones como el Ejército colombiano, es el plato de lujo
cuando se quiere agasajar a la tropa. En Argentina, en la localidad de Chicoana de la
provincia de Salta se realizan las Fiestas del Tamal en la primera semana de agosto;
y el dos de febrero, Día de la Candelaria, se celebra en Méjico un acto especial con exposición y bendición de los
tamales. Los tamales son los reyes en las festividades chiquinquireñas y son la
especialidad de la casa en muchos negocios en Bogotá.
LAS VARIEDADES DE TAMAL
Hay centenares de recetas para
preparar el tamal. En forma general la masa se prepara con maíz y el relleno con costillas
de cerdo, presas de pollo y de res,
papas, tocino, alverjas, cebolla, ajos, huevos, comino, zapallo, arroz y en casos especiales hormigas
y fríjoles negros. Los nativos americanos envolvieron la masa con hojas o
capachos de maíz, pero al llegar los africanos se utilizaron las hojas de
plátano que se ataron con guascas de la misma planta.
Al contrario de otros
alimentos que se pueden guardar varios días en el refrigerador, el tamal es
flor de un día que no sirvió de fiambre
a los arrieros ni surtió las alacenas de
los colonos, pues es un plato que se consume
al poco tiempo después de
prepararlo.
Aunque se ha masificado el
tamal y se le ha mermado el gusto, gracias a Dios persisten reductos de tamales de la vieja guardia y por fortuna en las ciudades y aldeas no falta quien ofrezca variedad de tamales. En el Eje Cafetero se
encuentran tamales paisas, tolimenses y vallunos, en Manizales preparan el tamal
caldense y en ese campo nuestra
gastronomía criolla se siente tan segura
que en Salamina, en Apía, Buenavista y demás localidades del Eje Cafetero
aseguran que preparan los mejores tamales del mundo.
Con el apetito saciado tuve tiempo de leer los versos del tamal
que en un marco de trozos de cafeto
pendían de la pared y remataban en la siguiente forma:
“Ardiente
cuna tuviste en la olla
Sancochado
al hervor del fuego lento,
Sepulcro
te va a dar esta barriga
Donde
has de dormir tu postrer sueño”
No son muy poéticos, pensé,
y no los envidiaría Julio Flórez ni
Nacianceno Alzate, el vate de Balboa, pero son el reflejo de la
admiración inconmensurable de los latinos por ese ese regalo de los dioses
cobrizos.
*
que buena esa que seria de la vida de un paisa mejor de nuestros paisanos sin el tamal .
ResponderEliminargracias