EL BASTÓN DE LEHDER
Por
GERARDO REYES
Carlos
Lehder no era uno narco típico que se reunía con sus escoltas para beber
aguardiente y escuchar música de carrilera, como se conoce en Colombia un
género de corridos melancólicos de cantina acompañados por guitarras lloronas.
Lehder
posaba como un tipo más sofisticado, que prefería los éxitos de los Rolling
Stones y los consejos de su amigo poeta Luis Fernando Mejía, bajo los efectos
de un porro.
Con
su bastón de mando siempre a la vista, el barbudo poeta nacido en Barranquilla
se convirtió en una especie de legitimador literario del revoltijo de causas
políticas y personales que llevó a Lehder a fundar el Movimiento Latino
Nacional a principio de 1983, en el departamento de Quindío.
Mejía,
que entonces tenía unos 42 años, llegó a ser proclamado por Lehder como candidato
presidencial del movimiento por ser “uno de los elementos con mayor proyección
en el panorama colombiano no solo por sus cualidades intelectuales sino por la
reciedumbre de su personalidad”, según el periódico del narcotraficante Quindío
Libre. Lehder explicó a la revista Semana en febrero de 1984 que postulaba a
Mejía “por si existen dudas sobre mi moralidad’’. En ese momento la justicia de
Estados Unidos lo acusaba de cargos de narcotráfico.
El
poeta Mejía “era alguien a quien [Lehder] respetaba mucho”, recuerda el
arquitecto Simón Vélez quien se relacionó con Lehder en esa época. “Y yo lo
conocí [al poeta] pero nunca lo respeté porque era un personaje muy extraño,
con un bastón, con unos ojos de lechuza de rubíes que lo miran a uno y era muy
pavoroso ver eso”.
Otros
recuerdan a Mejía como un joven rebelde que conspiró con el entonces líder
político y luego presidente del país Cesar Gaviria en las juventudes liberales
para darle un golpe al caciquismo regional. Medina se describe como un
publicista exitoso que se movió entre la política, la diplomacia –el presidente
Belisario Betancourt lo nombró cónsul en Bilbao– y la poesía, campo en el cual
ganó varios premios.
“Como
en Pereira perdonan todo menos los errores en la política, a Luis Fernando
Mejía […] no le perdonaron su metida de pata con los narcos. Así que lo
rociaron con agua bendita y lo bajaron del santoral de los próceres
risaraldenses”, escribió el historiador Alfredo Cardona Tobón.
El
movimiento de Lehder, acolitado por Mejía, tenía un promiscuo ideario político:
atacaba la extradición de colombianos, se declaraba anticomunista y
antimperialista, no ocultaba su simpatía con el nazismo, exaltaba la imagen del
libertador Simón Bolívar con un discurso que parecía una premonición del
chavismo, respaldaba las causas ecológicas y pugnaba la nacionalización de la
banca y la legalización de las drogas.
En
palabras de Mejía el movimiento estaba compuesto por “hombres nuevos… que han
atravesado en su alma el proceso alquímico para dominar las bajas pasiones, las
ambiciones, las mezquinas envidias que siembran de cizaña las plantas y más una
planta como esta que nace apenas, pero rigurosa, incontenible y dominaba por un
solo esplendoroso, tiene que tener hombres puros”.
Ese
estilo de Mejía lo emuló Lehder en sus escritos políticos de empresario libre y
en las cartas enviadas desde prisión a sus amigos y periodistas. A juzgar por
una rara muestra de autocrítica Quindío Libre reconoció que las habilidades de
Lehder para la oratoria no eran buenas. El artículo describe al fundador del
movimiento como “un joven de 32 años, seguro de sí mismo, poco coherente en sus
discursos, jovial en el diálogo”.
“Quindío
Libre’’ publicó sus primeras ediciones en verde, el color oficial del
movimiento, no solo como respaldo a su agenda ecológica sino como un homenaje a
la marihuana. Narco y poeta compartían el gusto por la hierba y el
“nacionalismo puro”, como lo llamó Mejía en un artículo en el que explica el
impacto que causó en su vida haber conocido a Lehder.
“Carlos
Lehder no estaba buscando puestos, estaba luchando por una Colombia mejor”,
escribió Mejía.
La
foto del poeta no podía faltar en cada edición del periódico Quindío Libre,
junto con sus artículos y de vez en cuando poemas como esta “Oda a la niña
desaplicada”, que arranca diciendo: “Te quiero/ por la despreocupación/ de tu
pelo revolcado/ los libros bajo el brazo/ y el lápiz masticado”.
Cada
postulado del Movimiento Latino defendido por Lehder tenía su propia
contradicción. Lehder decía que era anticomunista, pero negoció con los
hermanos Fidel y Raúl Castro el paso de aviones con droga por la isla; promovía
la ecología, pero se había hecho rico con un producto cuya siembra arrasa con
miles de hectáreas de selva tropical; clamaba contra la corrupción, aunque tuvo
en su nómina a altos funcionarios del gobierno de las Bahamas para que le
permitieran operar el cayo Norman, desde donde enviaba toneladas de cocaína a
Estados Unidos.
Mejía,
quien vive una isla cercana a Cartagena, Colombia, declinó una entrevista con
Univision Investiga. Dijo que su relación con Lehder era cosa del pasado y que
su familia le pidió que no las reviviera. Sin embargo, en agosto de 2017 el
poeta le confesó a Cardona Tobón la lección de esa época.
“Me
dejé ensillar en ese entonces por iluso y por pendejo”, dijo.
A lo
dicho por Gerardo Reyes habría que agregar el paso del poeta Fernando Mejía por
las toldas liberales de la mano de César Gaviria en sus años mozos. A Gaviria le dio la ventolera de enfrentarse
a Camilo Mejía Duque, el mandamás del antiguo Caldas y para tal efecto se asoció con Mejía para
organizar quinta columnas juveniles en los municipios con lo más granado de
cada localidad.
Fernando
Mejía reunió a los jóvenes en el recinto
del Santuario ecológico quimbaya y con la música de la “Bella Ciao” montó un
himno que enardeció a las juventudes liberales en el levantamiento contra el
cacique salamineño.
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