Alfredo Cardona Tobón
En una roca que atalayaba el río Cauca la tía Inés recordaba los tiempos de su niñez en la vereda de Palocabildo en el municipio antioqueño de Jericó. La tía de cabellos blancos y ojos verdes, observaba la montaña cercana y mostraba a los asombrados sobrinos el sitio por donde, según ella, se lanzaban al abismo las bandadas de brujas que se perfilaban en el horizonte en las noches de luna
.
Según mi abuela Amelia, una paisa rezandera y enemiga de las mentiras, esas brujas eran las mujeres malas que atendían a arrieros y caminantes en las fondas de Puente Iglesias y hasta amigas de mi abuelo Juan, en las noches que se perdía para tomar aguardiente y jugar dado en ese puerto a orillas del río Cauca. Eran esas brujas las que cansaban a las pobres bestias que amanecían sudadas y con trenzas en las crines y las que hacían totear los huevos de las cluecadas, agriaban la leche de las vacas y regaban las cenizas de las cocinas.
Por lo visto Palocabildo era un lugar de brujas o de tránsito de brujas, mi tía describía sus piruetas en los aires y papá Luis Angel contaba que en sus tiempos de jayán piernipeludo y aprendiz de todo, una bruja lo sacó de la cama y lo encerró en una choza donde lo tuvo secuestrado una noche entera entre perros negros y pájaros trespatas.
Las experiencias inverosímiles de espantos, duendes y aparecidos llenaron los recuerdos de los bisabuelos y a mitad del siglo veinte, cuando las radionovelas aún no habían marchitado las veladas familiares, se oían ese tipo de relatos en nuestras zonas rurales. En las fincas, como a las seis de la tarde, se reunía el personal a rezar el rosario, a esa hora se mezclaban en los amplios corredores los dueños de la casa con los peones y las muchachas de servicio y al terminar los rezos la velada religiosa se matizaba con las hazañas de Cosiaca y de Mirús, las noticias de entierros y aparecidos y muchas veces se ramataba con cantos y zurrungueos y chocolate con parviado
A las ocho de la noche las personas mayores se iban a dormir a pierna suelta y nosotros los muchachitos, después de orinar y echarnos la bendición, nos acostábamos con el susto a flor de piel, viendo monstruos en todos los rincones y sintiendo la Mano Peluda o la Patasola roncando debajo de nuestras camas. Era un acto heroico echarle mano a la bacinilla a media noche imaginando tantos monstruos en las sombras, numerosas veces el colchón mojado era testigo de una noche de miedo y pesadillas.
EN LOS TIEMPOS MODERNOS
La cultura anglosajona concentró los 365 días de brujas y espantos de la zona cafetera en el 31 de octubre, cuando en las leyendas europeas salían los gnomos, los duendes y otros seres a festejar el equinoccio de Primavera.
Desde hace pocas dècadas aquí adoptamos la costumbre extranjera y reemplazamos el Hojarasquín del Monte por la Gran Calabaza, las Gallinaciegas por los murciélagos y nuestros andrajosos espantos vernáculos por mofletudos personajes de Walt Disney.
En el año de 1975 en la población de Salamina, en el departamento de Caldas, la antropóloga Amparo Isaza Serna,directora de la Casa de la Cultura, quiso reivindicar lo autóctono y darle otra dimensión a la Fiesta de las Brujas copiada a los norteamericanos. Amparito buscó motivos en el variado folclor salamineño y rescató el recuerdo de una extraña ermitaña, buscadora de oro a quien la imaginación popular vistió de bruja y la puso a volar en las soledades de San Félix.
Dicen los habitantes más viejos de los alrededores de la finca La Grecia, en la tierra fría que tira hacia Marulanda, que María La Parda vivió con su marido Juan Bermúdez en una caverna llena de búhos y de vampiros. Cuentan que la pareja hizo un pacto con el averno y que Satanás en premio, les regaló dones mágicos y un gran muñeco de oro que el matrimonio nunca vendió y dejaron sepultado en algún lugar de La Grecia.
María La Parda mantenía aterrorizados a los vecinos al igual que los paracos y los bandidos que mantuvieron asolado en tiempos recientes el territorio que habitó la bruja. Aseguran que María La Parde pelaba las reses para comerse las mejores presas dejando el resto a los gallinazos y que en las madrugadas entraba a las rústicas cocinas donde entre carcajadas y resoplidos prendía los fogones para prepararse el desayuno.
Para evitar las arremetidas de María La Parda la gente colocaba ramas de salvia y capachitos de sal bajo las almohadas y regaban maíz en el patio para que la bruja se entretuviera recogiéndolo hasta la llegada del sol, cuando deslumbrada por el sol volaba a resguardarse en la cueva
LA FIESTA DE LOS NIÑOS DE SALAMINA
.
Desde 1975 los niños se Salamina salen el 31 de octubre en alegre caravana desde el Cuartel de Bomberos con dirección al parque central.a celebrar su fiesta. Los peladitos recorren las calles disfrazados de diablos, de duendes, de vampiros, de gorriones cantando: "María La Parda, María La Parda, bruja de aquí, no tuvo dulces.. no tuvo dulces nosotros sí".
Mientras los niñitos acompañados de sus padres recogen la cosecha de golosinas, los payasos contratados por la Administración Municipal llevan un rato de felicidad a muchos chiquillos de hogares agobiados por el desempleo y la pobreza. Al fin María La Parda se está reivindicando de su mala vida y está haciendo algo bueno por la gente de Salamina.
Como me encantaria poder leer un libro suyo lleno de estas historias tan fantasticas y entretenidas lo felicito.
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarpor favor haz uno sobre la muerte mito o leyenda de sonson antioquia
ResponderEliminarHola yo. cuento . que. Conosco. Otra . Historia....
ResponderEliminarQ bueno adentrarse uno a lo rico y variado de nuestra cultura campesina tan olvidada hoy aún recuerdo esos días de vida en el campo donde se reunían para contar historias miedosas y uno de niño por más mas miedo q tenía no se queria perder ningún detalle de la historia
ResponderEliminar