LOPERA Y GABO Un interesante croché internético se formó hace alguna vez alrededor de una foto instantánea que publicó El Espectador. En ella aparece el Nobel García Márquez dándose un clásico septimazo bogotano en compañía de su compañero de trabajo en Prensa Latina, Jaime Lopera, calarqueño como el poeta Luis Vidales. Las desaparecidas instantáneas eternizaban momentos fugaces en los años cincuenta-sesenta. En el retrato, Lopera, eterno lopista, modelo 1939, ateo inofensivo de la línea Humberto de la Calle, Alejandro Gaviria o Héctor Abad, luce inverosímil corbatín. Está flaco como silbido de culebra. Su cabello empieza a retirarse. Tiene caminado, cara y sonrisa de quien quiere tragarse el mundo. Completan el tocado del quindiano pañuelo en la solapa del saco, zapatos lustradísimos de chafarote, puntudos, ideales para matar cucarachas en las esquinas. El chaleco antifrío también salió en la foto. Gafas a lo Jean Paul Sartre. Gabo luce pinta nada caribe: corba
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