NO HAY QUIEN ENCUENTRE AL GENERAL MELO

 

EL GENERAL  JOSÉ MARÍA MELO*

UNA TUMBA  EN JUNCANÁ

 


Al caer la tarde del primero de junio de 1860  un grupo de indígenas tojalabales de la hacienda Juncaná, en La Trinitaria, México, recogió cinco cadáveres ensangrentados para sepultarlos al frente de la capilla del poblado. El molesto zumbido de las chicharras cortaba la soledad y ponía punto final a un drama que había empezado horas antes, cuando por orden expresa del general Juan Ortega, un pelotón de fusilamiento acabó con la vida del general granadino José María Melo.

 

Desde semanas atrás Melo estaba entrenando un destacamento de cien jinetes con el objetivo de resguardar la frontera con Guatemala, amenazada por los enemigos del gobierno mejicano .En  en esa madrugada de junio nada hacía presagiar el ataque, pero por descuido o por novatada de la tropa, sorprendieron la columna de Melo, hirieron al general y a rastras se lo llevaron prisionero.

El fin estaba cantado, la orden era acabar con la vida del general Melo sin atender formulismos. Al esculcar el cadáver encontraron un reloj, una cartera vieja, algunas cartas y cuatro pesos; esos eran los bienes del hombre que luchó por la libertad americana en Jenoy, en Ayacucho y Junín, defendió a su patria en el Portete de Tarqui, buscó la reintegración de la Gran Colombia, fue presidente de Colombia, se enfrentó a la gavilla de intocables cuyos descendientes continúan gobernando a Colombia, combatió a los filibusteros que quisieron anexar a Centroamérica al imperio yanqui y ofrendó su vida por Benito Juárez.

EN TERRITORIO VENEZOLANO

Melo fue un hombre de combate: apoyó a Rafael Urdaneta en su breve mandato dictatorial y por ello se le expulsó a Venezuela donde se unió a los conspiradores que en 1835 buscaban derrocar al presidente José María Vargas y reintegrar la Gran Colombia. Al retornar Páez al poder, expulsaron a Melo  de Venezuela y tras un corto recorrido por las islas caribeñas el general granadino se dirigió a Europa, quizás con el apoyo de sus compañeros masones.

En Alemania Melo asistió a la Academia Militar de Bremen y se interesó por  las ideas cuyos coletazos golpeaban a la desigual e injusta sociedad colombiana. Melo no fue pues un sargento ignorante como lo presentan algunos autores, sino un militar de escuela y un estudioso que se aproximó a las doctrinas socialistas de entonces.

LA REPÚBLICA ARTESANA

En  1840 Melo regresó de Europa para dedicarse a negocios particulares en Ibagué, luego a la política en las filas liberales y como hombre de cuartel regresó  a las filas con el grado de general para ocupar la Comandancia Militar de Cundinamarca.

Melo era de clara estirpe pijao; tal vez por eso se convirtió en un símbolo popular, en la esperanza de la gente sin voz atropellada por quienes entregaron el país a los intereses extranjeros, arruinaron la naciente industria nacional y acogotaron de hambre a los artesanos. Los genios de la economía criolla aseguraban que solo servíamos para producir materias primas y eran los arios y los anglos los llamados por la Naturaleza para desarrollar la ciencia, la tecnología y controlar los procesos de trasformación industrial.

Además de considerar al pueblo raso como un incapacitado mental, los dueños del poder quisieron marginar a los militares que nos habían legado la independencia, además desterraron a los jesuitas y acabaron con el ejército. Ante tales perspectivas se fraguó una alianza entre los artesanos hambrientos y los militares proscritos y el 17 de abril de 1854, con un golpe de cuartel, el pueblo tuvo el poder por primera y única vez en nuestra historia, con José María Melo como presidente.

De inmediato los dirigentes liberales y conservadores invocaron la Constitución,   conformaron un Frente Nacional y con tropas armadas por los capitalistas atacaron la República Artesana, que, sin recursos, se defendió como pudo. La manguala bipartidista triunfó en el Valle del Cauca y en Antioquia y el 4 de diciembre de 1854 tomó la capital de la República acabando con el primer intento de un gobierno popular. Cuando todo estaba consumado, el general Melo tomó sus dos pistolas turcas, se dirigió a las caballerizas donde cuidaban sus animales pura sangre y con su propia mano sacrificó lo que más amaba para que no se convirtiera en un botín de guerra.

DE NUEVO EN EL EXILIO

¡Fusilen!-  ¡Exilien¡- Son los gritos del general Mosquera. Muchos perecen en lejanos e inmundos calabozos, otros bajo el fuego de los pelotones de exterminio. La guadaña de la muerte barre al pueblo: caen sastres, guarnecedores, jaquimeros y militares cuyo único pecado es la defensa del pan de sus familias. Los vencedores quieren ejecutar a Melo pero no pueden tocarlo, pues sus antiguos amigos liberales lo protegen y como no pueden asesinarlo lo extrañan de su patria y el glorioso militar, héroe de mil combates, deambula por Centro América en un periplo lleno de interrogantes

En 1857  Melo solicita al presidente de Costa Rica un permiso para explotar dos minas de oro en asocio con el venezolano Francisco Parga y se pierden sus huellas durante dos años; se sospecha que, con otro nombre, luchó en Nicaragua contra William Walker, un filibustero que pretendía anexar ese país a los Estados Unidos; es una hipótesis que podría ser cierta porque Melo era un guerrero que no podía permanecer impasible ante esa lucha dispareja de David contra Goliat.

En 1859  Melo es Inspector General del Ejército de Salvador. De la nada crea el ejército más poderoso de Centro América y establece una Academia Militar. Esto bastó para levantar la envidia de los militares salvadoreños y perder el respaldo del presidente Gerardo Barrios. Melo atravesó sin detenerse el territorio de Guatemala, donde gobernaba el dictador Carrera y llegó a tierra mexicana. El 17 de marzo el periódico “La Bandera Constitucionalista” ´publicó en forma destacada la noticia de su llegada a Tuxtla; es entonces cuando Melo se  traslada a Comitán con el objetivo de apoyar al gobierno de Juárez .

Mucho tiempo ha trascurrido desde la madrugada del primero de junio de 1860 y en ese lapso  se ha querido borrar la memoria de un hombre de extracción humilde que como Jorge Eliecer Gaitán agitó las banderas populares. Durante el gobierno de César Gaviria se intentó rescatar sus cenizas  y ahora pretende hacerlo el presidente Gustavo Petro. A pesar de haber sido un pésimo padre que abandonó la familia hay que abonarle su valentía y su patriotismo  y arropar con tierra colombiana los  restos de este glorioso general  cuya vida supera cualquier capitulo de nuestra historia.



Melo murió con gallardía y honor y como sucedió con el Aureliano de Cien años de Soledad  tal vez pensó, al sentir los fogonazos que le quitaron la vida, que no había valido la pena joderse tanto para terminar en manos de unos indios que no sabían siquiera  por qué estaban luchando.

*historiayregion.blogspot.com

 

 

 

 

 

 

 

 

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