LUIS MARÍA
ZULUAGA ZULUAGA*
EN OLOR DE SANTIDAD
Alfredo Cardona Tobón
Hace
43 años murió el padre Luis María Zuluaga a la edad de 84 años. Han corrido muchos años, sin embargo sus
valores y la huella de sus pasos continúan
vivos en una comunidad que aspira verlo en los altares como tributo a
una vida de entrega y dedicación a sus
feligreses.
Durante casi toda su meritoria existencia el padre
sirvió a los manizaleños en la catedral de la capital caldense; ese era el cuartel general del virtuoso sacerdote que estaba en pie desde la
madrugada para llevar consuelo a los enfermos, asistir a los moribundos,
consolar y enjugar las lagrimas de los pobres y
asistir a los desvalidos.
Zuluaguita, como lo llamaban los fieles, acompañó
muchas generaciones en la pila bautismal, se regocijó en los días venturosos y
compartió la amagura en los momentos de
tristeza, Él no fue monseñor ni cura
distinguido, fue un guerrero del bien que encarnó todas las obras de
misericordia y un alma de luz que no necesitó atormentarse para acercarse a Dios. Como siervo fiel al Señor repartió su pobreza, cabalgó con el Santísimo por las
trochas erizadas de peligros y reforzó la fe con palabras sencillas y una vida en función
de servicio a sus semejantes.
El confesionario fue el castillo del padre Zuluaga,
allí daba consejo y aliviaba las almas
atormentadas sembrando paz y señalando el camino a la eternidad.. El padre
Zuluaga no buscó la fama ni los halagos,
su mundo estaba rodeado de gente humilde con la
que compartió su amor a la Virgen y reforzó la fe de carbonero.
En su largo
ministerio al padre Luis María le tocó el Manizales empedrado y oscuro, de calles
estrechas, de mulas y de bueyes. No tuvo descanso ni diferenció el día de la noche para atender
espiritualmente a sus fieles, al preguntarle por qué llevaba la comunión en altas horas de la
noche, arriesgando su salud en tremedales y voladeros, decía que lo hacía sin
medir los riesgos porque a esas horas
todo el mundo abandonaba a los que sufren
y sienten que el demonio los envuelve en
la desesperanza.
El padre Zuluaguita no buscó liderazgos eclesiásticos
o sociales, venía de cuna labriega y por eso los surcos fueron altares donde
honró al Creador. No tuvo la aureola del martirio ni el verbo encendido
de los predicadores, fue simplemente un curita bueno, muy bueno, que vivió en
función del prójimo necesitado. Quienes buscan la canonización del padre
Zuluaguita difícilmente encontrarán acciones extraordinarias en su recorrido
por el mundo pero verán que con su sentido común todo lo ordinario se veía extraordinariamente bien hecho.
Con su pulcra sotana, su sombrero y su buen genio el
padre Luis María de genio extrovertido,
vertical y alegre era un ministro de Jesús
en permanente estado de gracia- Sin
estridencias ni bombo era un hombre
paciente y respetuoso, entregado a la oración y a la caridad y muy devoto de la
Virgen María a quien dedicaba las preces
que desgranaba en su rosario mientras
se elevaban al cielo.
Al lado del padre Adolfo Hoyos, cura de la catedral,
al padre Luis María Zuluaga le tocó sobreponerse a las enormes dificultades que
trajeron los incendios en la ciudad. Si el padre Hoyos fue el gestor de la
catedral que se levantó de las ruinas,
el padre Zuluaga fue quien tocó las puertas del cielo para que se hiciera el milagro del portentoso
templo. Con una barra ayudó a colocar la primera piedra de esa obra monumental
que le recordó sus años campesinos en cada golpe de barretón y en cada y carretada de cascajo y cemento.
El padre Zuluaguita nació en un hogar campesino de
Filadelfia (Caldas) el 21 de diciembre de 1888 , hizo sus estudios en el
seminario de Manizales y se ordemó sacerdote el 11 de abril de 1920 en la catedral
de la capital caldense, donde meses más tarde a la ordenación recibió el
nombramiento de auxiliar de la
parroquia.
Los años pasaron y poco a poco la edad fue cobrando cuenta al virtuoso levita que fue internado en el Hospital Geriatrico
San Isidro en noviembre de 1975. A
partir de 1977 los reportes médicos
informan síntomas gripales y caídas
recurrentes, en septiembre de 1980 el
paciente fue encontrado en el suelo, luego presentó vómito y se quejó del dolor.
El 30 del mismo mes sufrió fracturas y traumas y en enero de 1982 el deterioro de
salud se agudizó y llegó la muerte el 14 de febrero a las ocho de la mañana.
Manizales se volcó a despedir a su pastor, sentía que
un santo abandonaba este mundo y saludaba
el reino de Dios. Una multitud llorosa llenó la plaza de Bolívar y acompañó a
Zuluaguita hasta el cementerio cuyos cipreses extrañaron la voz del hombre que
centenares de veces acompañó con rezos a
las almas que iban camino a la eternidad.
Zuluaguita es siervo de Dios, que es el primer escalón
hacia la calificación de santo en la iglesia católica. Su vida es un compendio
de virtud. "Aunque todavía no podamos rendirle culto quienes lo conocieron han estado recogiendo parte del historial que una Comisión envía a
Roma para iniciar el proceso de beatificación y posterior canonización. El proceso
se adelanta con testimonios y posibles milagros del virtuoso religioso.
Es un proceso lento y delicado con meritos suficientes para testimoniar la santidad de nuestro querido
sacerdote.
.
·
Datos dados por el Padre Horacio Gómez Orozco
en el libro “El olor de la santidad “
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