CON EL INRI A CUESTAS
Alfredo
Cardona Tobón
Como si cargaran una maldición algunas comunidades llevan un INRI a cuestas: que no los deja progresar: las vemos abrumadas por la pobreza, por la violencia, por la sed, las enfermedades y vencidas por la desesperanza que las acogota a lo largo de los siglos.
El progreso va de la mano de los líderes, de tal modo, que apoyados por la comunidad, se sobreponen a las dificultades, mientras otros resigados a
vivir en la pobreza son incapaces de
romper el círculo de miseria que atenazó a sus padres y sus abuelos..
La felicidad no se hereda, es una forma de vida que se
construye continuamente. Por eso si nos
acostumbramos a vivir en medio de la corrupción, si toleramos ladrones y asesinos en nuestro
medio, ese será el destino de nuestros
hijos, porque seremos cómplices de los criminales.
Los valores no crecen silvestres, hay que cultivarlos
y defenderlos, no vienen con aparecidos
que creen que todo lo merecen, son el fruto del esfuerzo y el sacrificio de los
ciudadanos que enaltecieron sus generaciones y trazaron sendas de
esfuerzo y virtud.
Los personajes que representan esos valores surgen en las épocas de crisis como antorchas
de luz. Pereira los ha tenido y ahora
nos hacen falta pues espanta la soledad de los espíritus y la tribulación que
cubre los corazones
NUESTRO DESTINO
Con el embrión de la patria niña los criollos se dispusieron a tomar el control
de las colonias en poder de los españoles. . En la Nueva Granada los
peninsulares, o sea los nacidos en Europa, se adueñaron del comercio mayor, la
burocracia y las milicias mientras los criollos o hijos de los
peninsulares se apoderaron de la tierra,
de las minas, del comercio menor y de
las burocracias locales .
Los criollos explotaron la tierra y las minas con los
negros traídos del Africa y los indígenas de los resguardos. El virrey y la Real Audiencia controlaban el
virreinato y un Concejo dirigía el
comercio en Cartagena, los nativos y los
negros eran meros instrumentos de producción en haciendas, en los alambiques y en las minas y no tenían poder
alguno en la marcha del virreinato pues carecían
de la noción de patria, un término difuso que terminaba en los limites
parroquiales.. Los indígenas tenían su propia organización y sus actividades
giraban alrededor del cura doctrinero, y del encomendero.
Las provincias eran islas que de tanto en
tanto se sacudían con los levantamientos de los indígenas contra
funcionarios arbitrarios o de los
negros que buscaban su libertad en los palenques.
Los indígenas veían en los negros la prolongación del
látigo de los blancos. Por disposiciones
oficiales se buscaba la separación de las castas, no obstante ello se
multiplicaban las mezclas raciales que
daban como resultado los zambos o cruce de negro y nativo y los mulatos como mestizaje del negro y el blanco.
Los misioneros quisieron
borrar las huellas ancestrales y
enseñaron el castellano y la religión cristiana en los conventos y en las
doctrinas, pero no fue una política oficial ni continuada, así pues, los nativos y los negros conocieron
superficialmente los valores occidentales que se difundieron en medio de la paleta colorida de las etnias.
LA INDEPENDENCIA
En la emancipación de España tanto los criollos como los peninsulares
buscaron el apoyo de las masas populares, atizando a menudo la lucha de clases que fue de exterminio como se vio en la
llamada guerra a muerte decretada por Bolívar
contra los españoles y la guerra en el llano
instituida por Boves contra los
criollos. Unos y otros atrajeron
a los negros y a los nativos ofreciendo la libertad si se
integraban a sus montoneras. Se prometió
el oro y el moro y leyes que aparecían y desaparecían señalaron el incierto
camino de la libertad a los esclavos negros
Al finalizar la
independencia los negros fueron los dueños de los cuarteles y los caudillos
del sur se convirtieron en los árbitros de los destinos patrios, pues en la sangrienta
reconquista española la sangre de los
criollos inundó los cadalsos de la Nueva
Granada y se tronchó la generación que pudo haber señalado un camino en medio
del caos independista.
En la guerra de los Supremos del año 1840, la naciente
república estuvo al borde de la disolución.
Militares sin instrucción, forjados en los cuarteles, se levantaron contra el
poder central y dirigentes nativos de la zona pastusa pusieron en jaque la estabilidad del Estado.
Tras varios intentos fallidos los negros acariciaron la libertad bajo el gobierno de José Hilario López. Pero no hubo
grandes cambios en la sociedad colombiana. Los herederos de los criollos continuaron
controlando el Estado.
Las clases
privilegiadas bajo el manto de los partidos liberal y conservador y la alianza
de los poderosos con la iglesia católica no dejó campo de acción al pueblo llano, pues la tierra
y las minas continuaron en manos de los
descendientes criollos al igual que el poder y las oportunidades.
A mediados del siglo XX el dirigente Jorge Eliecer Gaítán pudo haber liderado un cambio en Colombia, pero manos asesinas
troncharon esa esperanza. En la actualidad nada ha cambiado: son los mismos con
las mismas, como ocurrió en los primeros días de la independencia el poder cambió de color con el presidente Petro, pero siguió imperando la
corrupción y la incapacidad de los dirigentes.
Ahora como en otras ocasiones seguimos en manos de los criolllos. Poco ha cambiado Colombia que sigue en manos de los mismos ,esperando al redentor que señale un camino y nos libre de los corruptos y los ladrones que siguen haciendo de las suyas
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