EL ORO EN MARMATO

 

EL FEUDO DE AGUSTÍN CASTRO

 

Alfredo Cardona Tobón

                                                                


A principios del siglo dieciocho los yacimientos mineros de Supía y Marmato llamaron la atención de Sebastián Moreno de La Cruz, natural de Toro, que entró con esclavos desde el Chocó y denunció las minas de aluvión de la Vega.de Supía.

Por esa misma época llegó  a la región Agustín de Castro, un andaluz que contrajo nupcias con Gertrudis de Guevara y Cortés, natural de Ansermaviejo y descendiente de encomenderos. Castro se adueñó [1] no se sabe cómo de las minas de Cumba, Gallinazo y La Cruzada en Marmato, al igual que la de Pantano en el cerro Loaiza. Castro usaba todos los métodos para desplazar a los mineros y apoderarse de vetas y de aluviones. Un cronista anónimo de esa época nos legó un perfil poco grato de tal individuo:

 

  El don Agustín de Castro, indigesto y avaro, luego que sabía que se había descubierto alguna veta rica, lanzaba y perseguía a la gente, hasta que ha conseguido desterrar a todos, cuando no se perjudicaba en nada, por la dilatación del cerro de Marmato y suma distancia de las labores, y como aquellos pobres no tienen razones ni medios para quejarse de  don Agustín  Castro, por verlo con 80 o más negros, alcalde ordinario los más años, elegido por los de la ciudad de Anserma, por compadre de unos y menesteroso de otros, se sale de allí con cuanto quiere, y siendo notoria la cantidad de oro que este hombre ha sacado, no se ve jamás libre de crecidos empeños y pleitos que sostiene con vigor para salirse con sus ideas.”

La pobreza de  los vecinos de Marmato se le adjudicó en ese entonces a don Agustín Castro:  

 

“ y así no viviera don Agustín Castro tan altivo, que dominando todo el cerro sin tener derecho, es causa de que muchos pobres no trabajen aquellas vetas, con perjuicio de los reales quintos que a Su Majestad hubieran dado,  y alivio que aquellos vasallos, por la facilidad de trabajo, en unas vetas descubiertas a su costa en las pilas y desmontes que han hecho.”

 

La fortuna que amasó don Agustín en Marmato le sirvió para alcanzar la condición de Maestre de Campo y alcalde provincial de Anserma, amén de oficial real  y dominio de  toda la zona marmateña con todas sus aguas y vertientes al río Cauca.

 

Castro fue dueño de la salina de Pirsa, del único beneficiadero de oro de Marmato, casas espaciosas en Supía y cien esclavos, de los cuales descienden muchas familias del actual Marmato.

Don Agustín afianzó su poder al concertar el matrimonio de su hija Bárbara con Pablo Simón Moreno de La Cruz, hijo de Sebastián Moreno, uno de los mineros más ricos de esa zona.

 

El poder de Agustín Castro no tuvo límites. Su poder que no vino de concesiones del rey ni sus ministros fue fruto de la rapiña, del esfuerzo tenaz y de los ardides para apoderarse de los bienes ajenos.[2]

 

 


                                                 3.3

 

LAS MUJERES EN LAS MINAS

 

Quizá la partida de dos hijos de don Agustín para el seminario y uno de Simón Pablo Moreno hicieron que Ana Maria Castro y su sobrina María Josefa de las Mercedes Moreno de La Cruz se pusieran al frente de los bienes de sus progenitores.

Ana María tomó las riendas de la Hacienda del Guamo y administró los bienes de don Agustín. La dama no solamente fue autosuficiente sino que tuvo la garra de divorciarse de un marido que pareció no servirle de mucho.

 

En cuanto a María Josefa, no quiso casarse, pero tuvo “ una muy bonita muchacha y un  arrogante muchacho, fruto de amores con un equilibrista, de los que rara vez aparecen en las ciudades y más aún en los pueblos de America del Sur y quienes por sus piruetas, sus mallas y sus lentejuelas, hacen perder la cabeza a las más grandes damas”  escribió en sus Memorias Juan B. Boussingault.

 

 

3.4

LA IMPORTANCIA DEL ORO

 

El oro del cantón de Supía fue una fuente muy importante de recursos para la provincia del Cauca. Los impuestos recaudados en sus  minas y aluviones, eran, con ventaja, superiores a los recursos de los demás cantones.

Sin embargo, en los tiempos de crisis, que eran una constante en aquella época y en esta región azotada por revoluciones y alzamientos, los mineros burlaban por todos los medios los recaudos, ocultando lo producido en vetas y aluviones o sacando el oro de contrabando, por las trochas solitarias que llevaban al río Atrato.

 

Leamos la siguiente comunicación del gobierno central del Cauca a la administración del Cantón:

 

“ Al Señor Jefe Político del Cantón de Supía

Desde Buga- Abril 21 de 1840

 

- Con fecha de ayer me dice el señor Tesorero de Hacienda lo que copio:

Una de las ventas más productivas en esta provincia ha sido la de quintos de oro que se han recaudado en los meses anteriores en el cantón de Supía. En el  día ha bajado tanto que no alcanza a una tercera parte de lo que se recaudaba en los meses anteriores, y esto quiere decir que hay extracción furtiva del metal o que se ha reducido a la nulidad la elaboración de las  minas, porque no puedo presumir que el Administrador de Recaudación de aquel cantón falle a sus deberes porque estoy persuadido de su honradez e inteligencia.

Si lo  primero dimana de la falta de cumplimiento de las disposiciones del decreto ejecutivo del 21 de enero de 1835 en que se previenen las reglas que deban observarse ara la remisión del oro de unas a otras provincias en que hay fundiciones o establecimientos de amonedación y si lo segundo se ignora, el motivo de que haya ocurrido para que en tan corto tiempo se hubiese reducido a nulidad la explotación de metales, cuando hay constancia de que en Supía es el único ramo de que subsisten sus habitantes..

 

Pedro Murgueitio[3]

 

Con fecha tres de mayo de  1840, el comandante Murgueitio envía este mensaje al Jefe Político de Supía denunciando el contrabando de oro:

 

“ Los pequeños rendimientos que de algún tiempo a esta parte produce el derecho de quintos de oro en este cantón, manifiestan que se extrae el metal clandestinamente con defraudación del erario nacional. Cree la gobernación que esta se verifica principalmente por el camino del Varao y demás sendas que parten de allí para el Atrato, por cuyo río es tan fácil la exportación protegida por barcos extranjeros que trafican abiertamente con el Darién.

Interponga, pues usted,  activa vigilancia haciendo uso de sus facultades legales y procediendo con arreglo a las disposiciones superiores vigentes a fin de impedir tan perjudicial abuso”[4]

 

El contrabando del oro por las sendas que conducían al Atrato no era una novedad. Desde la época de la  colonia, los mineros sacaban el metal  por el camino que pasaba por San Juan del Tatamá al Arrastradero de San Pablo, que es un istmo entre los ríos Atrato y San Juan, que en tiempos antiguos estaban comunicados por un pequeño canal.

Aguas abajo balandras holandesas recogían el contrabando  y entregaban mercancías o esclavos. En tiempos republicanos el contrabando se hacía con pequeñas embarcaciones inglesas o norteamericanas.


                                                        

Poco tiempo después el contrato de arrendamiento de la Goldsmith  quedó en manos  de la Asociación Colombiana de Minas de Londres y posteriormente los derechos mineros pasaron a la “Mariquita Mining Co”, empresa que permaneció hasta 1869


[1] GARTNER Alvaro op. cit.  pag 68

[2] GARTNER Alvaro, op. cit pag 73.

[3] Archivo de Supia- Sin clasificar.

[4] Archivo de Supìa- Sin clasificar

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