LAS MINGAS EN BOGOTÁ

 

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A BOGOTÁ SE RESPETA—

Alfredo Cardona Tobón

 


Bogotá es una ciudad que  no discrimina: da oportunidades, acoge y se deja amar por todos aquellos  que se adaptan a una urbe congestionada que vive a la carrera. Muchos años viví en la capital y aprendí a quererla. . Por eso  me duele que  vándalos, vagos e  inadaptados la tomen por su cuenta y destruyan lo que tanto  cuesta a  quienes han luchado por tener una capital  bonita y amable.

Tenemos que defender a  Bogotá e  impedir que la conviertan en blanco y escenario de incivilizados  que  se sienten con derecho de  dañar y destruir a sus anchas y  tomar por asalto sus calles, parques y avenidas.

Hemos visto con estupor la proliferación de las llamadas mingas indígenas  con destrozos, abusos y caos. Los indígenas pueden protestar,, pero en sus resguardos y  en sus territorios, no tienen que venir a la capital a  crear  desorden y  a desconocer los derechos del resto de la ciudadanía. Que dejen trabajar,  que no impiden la movilización, sin atacar ni abusar, que busquen otro teatro que no perjudique al resto de la ciudadanía.

Esta  situación  está  propiciada  por el  presidente PETRO que encontró en las  comunidades originarias el instrumento ideal  para imponer y presionar a costa del erario y  la tranquilidad del resto de los colombianos. El tiene el poder y la capacidad de los cambios, no necesita embarcar a esos ciudadanos en un viaje lleno de inconvenientes y de peligros con niños, mujeres y gente mayor para mostrar que el pueblo lo respalda.

.Todo esto se puede desbordar y arrastrar en el alud a los mismos gobernantes de turno. Esto hay que pararlo antes  que sea tarde, antes que el lumpen arme otro bogotazo. Hay que impedir  que sigan ocupando la capital.  Hay otros medios para mostrar el poder de las masas como reuniones  de delegaciones y asambleas donde se muestre el apoyo o rechazo a las políticas de gobierno.

Hay que impedir que el CRI y  demás camarillas acaben con Bogotá. Sus habitantes deben amarrarse los calzones y así como se impide la entrada de los hinchas fanáticos a las ciudades, así debe frenarse la entrada desbordada de forasteros. En un país con tantas necesidades es inaudito que el presidente  dilapide dinero organizando marchas y comprando adhesiones.  A falta de argumentos el dictadorzuelo  se está aprovechando de los estratos más desvalidos para dirigirlos como borregos. Hay que frenarlo  antes que acabe con el ejército, antes que silencie la prensa, antes que convierta a la querida Bogotá en presa y teatro de sus embates demagógicos..

 

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