ORACION A JESUCRISTO

BELLA PÁGINA DEL PRESIDENTE MARCO FIDEL SUAREZ.

 



La persona de Jesucristo, Dios y hombre, se presenta de tal modo a la inteligencia humana, que la satisface y sosiega. Desde que nuestra mente medita en la Deidad la percibe como grandeza soberana, esto es, como ser infinito, porque según la expresión de fray Luis de Granada, nada hay grande si tiene límites. La divinidad de Cristo sacia así nuestros más hondos anhelos, y al mismo tiempo su naturaleza humana, a la cual se une el ser infinito, concreta esta idea agobiadora en un hombre más levantado en perfecciones que todas las criaturas, en un hombre que es nuestro hermano y nuestro amigo, a quien podemos hablar y de quien podemos esperar, no frívolos favores sino beneficios de bien incomparable.

Del mismo modo, la persona de Jesucristo armoniza con nuestro corazón y con sus aspiraciones y necesidades. El distintivo de nuestro ánimo son las tres pasiones de que habló el Apóstol del amor divino cuando dijo que el mundo es todo concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. La conciencia propia y el trato con nuestros semejantes nos dicen que efectivamente la vida es una feria donde de ordinario se piensa y se obra al impulso del amor de deleites, del amor al dinero con que aquellos se obtienen y del orgullo o prurito de superioridad.

                                                             Marco Fidel Suárez


Jesús, influyendo sobre el mundo por medio de su Evangelio, de su Iglesia y de su presencia real, redime perennemente. A él, crucificado en desnudez lastimosa, acude el pobre que carece de abrigo. A él, puesto entre infames, afrentado y calumniado, vuelve los ojos el que se siente injustamente perseguido o convertido en ludibrio de los hombres. A él, coronado de espinas, se dirige el que padece los dolores de la mente, el recuerdo del bien perdido, la viudez amarga, la comprensión del propio mal, de la injusticia ajena. A esas manos clavadas pide alivio aquel que no puede obrar porque se le desconoce su derecho. A esos pies adheridos a un madero pide libertad aquel que sabe “cuán áspero es el subir la escalera de un amo”. A él, descoyuntado y hecho retablo de heridas y de sangre, se dirige el que siente las enfermedades de este cuerpo, pasto ahora de pasiones y mañana de miserias. Y a él acude el que acaba, porque él, a fin de completar su redención, quiso también ser moribundo y enseñar a morir.

Marco Fidel Suárez (1855 – 1927).

NOTA

El presidente Marco Fidel Suarez fue un antioqueño humilde, nacido en un rancho pajizo en Hatoviejo ( Hoy Bello). Fue un católico ferviente hijo de una lavandera que para él constituyó siempre un orgullo  y fue la " abejita dorada" que  adoró con amor filial.

Hijo natural, sin dinero, sin poder, sin dotes oratorias ni fervor popular llegó a ser presidente de Colombia, apoyado por la iglesia Católica y la dirigencia antioqueña.   Gobernó entre  1918 y 1921  constituyéndose en un aliado incondicional de los Estados Unidas en una época de critica situación económica

Marco Fidel  Suárez fue literato, gran escritor, un purista del idioma que no conoció el mar y no pasó de las breñas antioqueñas y la sabana de Bogotá.  Sin conocimientos de economía ni experiencia técnica ni científica estuvo al frente de un país convulsionado, con enemigos de su propio partido que lo acusaron por vender sus sueldos ante urgentes necesidades familiares y lo obligaron a renunciar a su cargo de presidente. .

Fue un hombre bueno y honorable, inmerso en un  país carcomido por la politiquería, el odio, el fanatismo y la pobreza; un católico que defendió sus valores y principios. 

Entre sus obras literarias más reconocidas están los Sueños de Luciano Pulgar y la Oración a Jesucristo, su prosa es limpia, diáfana, donde resalta  su  patriotismo. Hubiera sido un excelente cardenal pero no era el hombre para llevar las riendas de una nación desencuadernada  y caótica.


Oracion amigo de Betania

 

Plegaria

En el seno de mi hogar hay, buen Jesús, penas muy hondas y secretas.

Sí Tú reinaras entre los míos, con toda la intensidad del amor que Tú mereces, ah! no habría en mi casa tantos ni tan amargos pesares! Ven, ven OH! amigo de Betania, pues en mi familia hay alguien que está enfermo y Tú le amas.

Cuando Tú estás, hasta las mismas penas son suaves y a tu lado las espinas son bálsamo de paz!

Ven pues y no tardes! Apresúrate porque mi hogar está herido con la ausencia de seres queridos que faltan en él, padre, madre y hermanos, todos crecimos juntos al pie de la Cruz. Ah! y después esa misma Cruz, por voluntad del Cielo, nos ha ido separando del nido santo del hogar.

Ten piedad de esos amados ausentes que trabajan y luchan lejos de la familia, y talvez también lejos de tu altar.

Oh! Ven pronto a nuestro lado, jJesús.

Maestro, hermano, amigo del alma, Jesús querido, ten misericordia también de los míos que murieron, de aquellos que volaron a la eternidad en seguimiento tuyo...!

Duermen en paz porque te amaron y porque Tú eres infinito en caridad... Más al irse, nos dejaron sombras y tristezas en el alma, espinas y una tumba en el camino ...

Ah! pero bien sé yo que en Tú corazón amabilísimo no puede haber separaciones; en él donde está la vida desaparece la horrible muerte. Por eso te pido paz sobre sus tumbas.

Y los que hemos quedado gimiendo en este valle de lágrimas, dadnos la resignación que levanta el desapego de la tierra y el amor al sufrimiento que nos una inseparablemente a Tí, dulce Amigo de Betania

No cierres todavía la preciosa herida del costado, tengo que pedirte en especial Señor por los que sufren, por aquellos, Jesús mío, que te buscan con los ojos cansados de llorar, por tantos a quienes la desgracia, los duelos, las decepciones, la pobreza, las enfermedades o sus propias flaquezas han herido de muerte.

Nazareno amabilísimo Tú sabes cuán punzantes son las espinas del camino! Consuela a los atribulados, ten piedad de los que sufren y ven a ellos Amigo de Betania.

De mí no te he hablado, porque me he confiado sin reserves a Tú Divino Corazón.

Tú que tanto me amas y que eres el único en comprenderme no querrás seguramente olvidarme...

Oh! Jesús, escucha mi última plegaria, unida siempre a la agonía de Tú Corazón

Sacramentado; inclínate y bendíceme benigno.
Así sea.

 


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