TATUAR LA HUELLA DEL TIEMPO
·27/06/2021·5 MINUTO DE LECTURA·105 VIEWS
Sobre un mural en Miracampos,
Quinchía.
Escribe / Jáiber Ladino Guapacha
– Ilustra / Stella Maris
CINESCUELA: PELÍCULAS PARA
CICATRIZAR EL CONFLICTO
Dice Cristian Felipe Cardona que
el puñado de inquietos jovencitos de Miracampos, con los cuales trabajó el
taller de Semillas para la historia, lo animaron para regresar a
Quinchía con tiempo de subir los cerros, beber la textura del café propio y
registrar huellas del pasado.
Corría el 2018 y gracias a la
iniciativa de Comfamiliar y la Maestría en Historia de la Universidad
Tecnológica de Pereira, recorrió Risaralda incentivando la creación de grupos
que dejaran la indiferencia frente a la tradición de los municipios. Cuando
regresó en el 2019 buscando el sabor de estas cocinas campesinas, comprobó que,
en la Villa de los Cerros, ya contaba con amigos donde ir a descansar del
agitado ritmo pereirano.
Quizá por la familiaridad que
sentía con el paisaje al desviarse en La Ceiba para llegar al pueblo, en sus
clases de Maestría en enseñanza de la Historia, en Morelia, México, Cristian
Felipe pensó que, para la implementación de su trabajo de grado, el mejor
laboratorio sería Quinchía. Incluso, para ser más precisos, el colegio de
Miracampos con los dicharacheros estudiantes a los que conoció en la Biblioteca
Danilo Calamata, invitados con la amabilidad propia de Diana Ladino y María
José Correa.
La rectora del colegio, Consuelo
Sánchez, recibió su iniciativa con entusiasmo y la total disposición para que
él pudiera proyectar algo de cine colombiano y tejer una mirada alrededor del
Conflicto Armado Interno Colombiano (CAIC), desde la perspectiva de los
posacuerdos firmados en La Habana, es decir, implementar Cinescuela,
su trabajo de campo.
Su proyecto tuvo que adaptarse a
las reglas de los protocolos impuestos por la pandemia de la covid-19, tales
como la reducción del número de participantes, pensado inicialmente para grados
10 y 11, a un puñado de 12 participantes. Un ejercicio que anticipaba el modelo
de alternancia con el que se ha querido mitigar la problemática emocional del
sector educativo durante 2020. El proyecto también recibió un puñado de
inquietos jóvenes como Diego Salazar, Santiago Arango y Leonardo Serna, quienes
se desplazaron desde la cabecera municipal en bicicleta, para aprender de una
temática que no aparece en los programas curriculares y que nos hace falta en
la construcción de ciudadanía: el CAIC.
PAREDES COMO PIELES
Entre las cervezas que animan la
conversación sobre el arte como mediador de la memoria y las heridas por el
CAIC, Cristian explica a Jefferson Martínez y a Xiomara Cardona, que su método
no es el del cine foro, atendiendo a la duración de la unidad didáctica.
Mientras describe el potencial de algunas secuencias de la película Pájaros
de verano, por la riqueza que se aglutina en cada plano, es inevitable
pensar que estamos más cerca de un coloquio de estudiosos de lo político en los
dispositivos de la cultura, que de un grupo de amigos deseosos de una próxima
ronda de cervezas o una botella de ron.
El clima de investigación anima
la creación y posibilita el viaje, las inquietudes compartidas se convierten en
textos que van entre la ficción, la reseña y la crónica como Ir a la
vida para compartir vida, publicada en esta misma web (ver).
Así, entre tragos y análisis
coyunturales, nació la idea de intervenir una pared del colegio para un mural
en el que estudiantes y profesores, habitantes del sector y caminantes, se
sintieran interpelados por un rostro que, si bien les resulta desconocido, es
el rostro de la historia local: Alfredo Cardona Tobón. Para llevarlo a cabo, la
principal gestión fue la amistad y esa referenciación del que conoce al
“ficho”, es decir, un Diego Salazar que propone involucrar al pintor Juan
Alejandro Trejos Molina.
Con el entusiasmo que lo
caracteriza, esa sonrisa que aminora cualquier problema y esa resolución del
hombre capaz de montar un restaurante con sabor mexicano, en un pueblo de
gastronomía paisa y sacarlo a flote durante la pandemia, nos entregó el diseño y
las líneas sobre las que el color fue dando vida a la sonrisa del historiador y
a las escenas que alimentan la imaginación y el recuerdo de quien observa. Un
segundo artista, que intervino desde el resane de la pared hasta los minuciosos
detalles, fue Leonardo Serna, participante puntual en las sesiones del
proyecto.
El talento reconocido en ambos da
origen a la clave de lectura sugerida en el título. Y es que, aunque se
diferencien en el bullicio y el vértigo de los negocios de uno frente al
trabajo callado en las labores del surco y la siembra del otro, los une la
minuciosidad en los detalles de cada tatuaje al que se aplican y por el que son
ampliamente reconocidos.
Y así, agradeciendo por diadas la
participación en esta página colorida de la asignatura pendiente, es necesario
reconocer a los licenciados en bilingüismo Diego Salazar y Carlos Zapata. No
necesitaron ejercer en la institución para ser parte de ella y consentirla como
tal. Por último, y en representación de sus compañeros, Andrés Felipe Trejos y
Evelin Soto, dos estudiantes de grado noveno cuya disposición y curiosidad
entusiasman cualquier iniciativa extracurricular.
Al pasar por la carretera que
sigue de Miracampos hacia Buenavista, hay otra lección que también dan las
instalaciones del colegio. Se trata de un quiosco que funciona como tienda
escolar cuyas paredes son “ladrillos ecológicos”, botellas de gaseosa rellenas
con empaques plásticos, propuesta ecológica que insiste por quedarse como una
práctica que trascienda la población educativa y pueda quedarse como hábito de
la comunidad.
UN TATUAJE QUE LLEVA SU NOMBRE
A finales de 2020 la Maestría en
Historia de la UTP le concedió el título de Magíster Honoris
causa a Alfredo Cardona Tobón por la prolífica producción, a la que el
ingeniero mecánico ha dedicado incontables horas de trabajo y que pueden
seguirse en las columnas que publica en el periódico La Patria de Manizales,
como también en su blog (ver).
De esta mirada curiosa en la que
el investigador se detiene tras la cotidianidad, el civismo o el heroísmo, la
magia y la razón, de los pueblos que conforman lo que conciben algunos como el
Viejo Caldas, el Gran Caldas o el Paisaje Cultural Cafetero, han visto la luz
libros como Quinchía mestizo; Ruanas y bayonetas; Los caudillos del
desastre, Indios, curas y maiceros; Historia y memoria; La historia rural de
Pereira; Crónicas de Opirama y sus obras más reciente El patio
de las brujas. La princesa maga e Historia de un poema.
Un anaquel necesario para reconocer
lo que hemos sido como territorios agrupados en torno a ciudades como
Manizales, Armenia y Pereira, en las que pequeños ritos y costumbres indígenas,
campesinas, vecindad de pueblo, matizan los embates culturales de una
modernidad en crisis.
Twitter: @JaiberLadino
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