EN
EL CAÑÓN DEL RIO OPIRAMÁ
Alfredo
Cardona Tobón
Las
memorias de Juan Ramón Valencia aportan datos que dan claridad a las confrontaciones entre las bandas de autodefensa del “Capitán Venganza” con los
grupos paramilitares conformadas por
“pájaros” y la policía “chulavita” en el occidente del Viejo Caldas.
A
mediados del siglo pasado, esas bandas criminales, cobijadas por las banderas conservadoras y
liberales, atropellaron a las
comunidades unas veces con fines
electorales y en otras para apoderarse de tierras, negocios
y cosechas.
Gente
envenenada por el odio, sin horizonte ni futuro, consiguió con armas rústicas y el
filo de los machetes lo que no soñaron en sus comunidades. Fue una danza
macabra ante la mirada cómplice de un
Estado que toleró sus atrocidades o fue incapaz de someter a los antisociales.
Ha
pasado tiempo suficiente para juzgar lo sucedido y libres de la coyunda de los
partidos podemos dar una mirada imparcial al pasado para buscar las raíces de esa hecatombe que se ha conocido como LA
VIOLENCIA política, que tuvo su inicio durante la “República liberal” en Boyacá y los Santanderes y se extendió con
terrible virulencia a partir de 1946, cuando el liberalismo perdió la
presidencia y el ejecutivo quedó en manos conservadoras.
En
las elecciones de cuerpos colegiados los liberales afirmaron sus mayorías y
Jorge Eliecer Gaitán allanó su camino a
la presidencia al convertirse en jefe único de su partido. Entonces los dirigentes conservadores seducidos por los métodos fascistas
decidieron alejar a los liberales
de las urnas y acudieron a “los aplanchadores” y a “los pájaros” que bajo
la mirada tolerante y el concurso de los alcaldes y la policía del nuevo
régimen entronizaron el dominio del terror
“
Los aplanchadores” amedrentaron las
comunidades liberales a plan de machete, luego utilizaron el filo, pasando de
los golpes a las heridas corto punzantes y después“pavearon” o “pajariaron” a
sus oponentes políticos en emboscadas preparadas en los caminos y
en las zonas solitarias.
Colombia quedó en manos de “los pájaros” y de la POPOL, o policía
partidista, compuesta en parte por elementos de extracción boyacense. Los caciques pueblerinos
se adueñaron de las regiones y con grupos de “pajaros” homogenizaron políticamente las zonas
campesinas y se enriquecieron desplazando de fincas y negocios a quienes
identificaban como liberales.
El
occidente del Viejo Caldas fue un nido de “pajaros”. Cada uno de sus municipios
contaba con sus “pajaros” , a cual más sádico y criminal, en Anserma estaban
el Mocho Lázaro y el Mono Espada, en
Risaralda El Celoso, en Belalcázar el Negro Cadena, en Guática Julio Montoya...
a los que se sumaban Palida Azucena, el Boquinche y otros de ingrata memoria.
Los
atropellos de “pajaros” y policía dieron origen a las chusmas liberales que de
acciones de autodefensa pasaron a convertirse en criminales que emularon con
sus oponentes políticos. En el Viejo Caldas eso sucedió en el cañón del rio
Opiramá que marca fronteras entre
Quinchía y los municipios de Guática y Anserma; el primero con comunidades de
mayoría liberal y los otros con comunidades conservadoras de claro ancestro
antioqueño.
En 1958 los pájaros” y la POPOL, entraron por la quebrada La Bendecida y por Nuevo Talabán y arrasaron varias veredas quincheñas; quemaron cañaduzales y trapiches,
destruyeron viviendas, violaron las mujeres y desplazaron a los indígenas
currumíes que se refugiaron en el Valle del Cauca donde los emplearon en el corte y manejo de la
caña.
Desde
la carretera central se veía el desastre en el cañón del Opiramá; convertido en
un cenicero de lágrimas y desolación. A
los atacantes se sumaron los oportunistas que ocuparon tierras y montajes
de caña como un personaje de apellido
Rico que en la vereda Taudía amarró en
el bramadero a los ocupantes de una
hacienda y los asesinó, al igual que otro de apellido Santa que auxiliado
por “pájaros” extendió su hacienda de caña y convirtió la
casona en una fortaleza de los antisociales.
Después
de la incursión de los bandidos en el cañón de Opiramá, en la zona de Naranjal
y Santa Elena, se congregaron centenares de . campesinos de filiación
liberal bajo las ordenes de Medardo
Trejos, alias Capitán Venganza” y
entrenados por el general “Loaiza”,
procedente de Chaparral, Tolima, hicieron frente a “pájaros” y chulavitas y la
emprendieron contra sus cómplices en vastas
zonas de Anserma, Guática, Santuario, Riosucio y Balboa.
Una
anciana, testigo de los ataques contó
que en 1958 “ Venganza” sorprendió a la banda de
los Santa, entró a su hacienda y la
convirtió en un infierno, recuerda con horror que el combate duró varios días y que los gallinazos
entraban y salían dando vueltas tras los cadáveres como si fueran demonios que recogían
el alma de los muertos. En su macabra tarea el “Capitán Venganza” atacó también la hacienda de la familia
Rico y en desquite llevó sus ocupantes hasta el bramadero donde los mantuvo amarrados durante ocho días y tras vejámenes y
torturas los mandó decapitar y arrojar sus cuerpos al rio
Fue
ojo por ojo, diente por diente y la violencia en esa zona como en muchas fue
creciendo en odio e intensidad, abonanando el terreno para la violencia que
continuó con otros rótulos, esa vez bajo
la batuta de criminales manejados por el narcotráfico.
*hisstoriayregion.blogspot.com
Las
memorias de Juan Ramón Valencia aportan datos que dan claridad a las confrontaciones entre las bandas de autodefensa del “Capitán Venganza” con los
grupos paramilitares conformadas por
“pájaros” y la policía “chulavita” a mediados del siglo XX en el
occidente del Viejo Caldas.
Esas
bandas criminales cobijadas por las
banderas conservadoras y liberales atropellaron
a las comunidades unas veces con fines electorales y en
otras para apoderarse de tierras, negocios y cosechas.
La gente envenenada por el odio, sin horizonte
ni futuro, consiguió con armas rústicas
y el filo de los machetes lo que no soñaron
en sus comunidades ante la mirada cómplice de un Estado que toleró sus
atrocidades o fue incapaz de someter a tales antisociales. Ha pasado tiempo suficiente para juzgar lo
sucedido y libres de la coyunda de los partidos podemos dar una mirada
imparcial al pasado para buscar las
raíces de la violencia que ahora nos está acogotando.
La
era sangrienta, conocida en forma genérica como la “Violencia” tuvo su principio durante la “República
liberal” en Boyacá y los Santanderes.
Fueron hechos aislados y sin la virulencia que azotó a Colombia a partir de
1946 y se extendió hasta los años setenta del pasado siglo, cuando mutó con la aparición de las bandas con influencia comunista o al servicio de los narcotraficantes.
En
1946 los conservadores triunfaron en las urnas tras la división del liberalismo, pero meses
después los liberales afirmaron su mayoría en los cuerpos colegiados. Ante tal
situación y la fuerza creciente de Jorge Eliecer
Gaitán que respaldado por los obreros y la masa urbana iba tras la reconquista de la presidencia, un sector del conservatismo seducido por las doctrinas fascistas consideró que era necesario alejar a los
liberales de las urnas y para lograrlo acudió a “los aplanchadores” y a “los pájaros”
Bajo la mirada tolerante y el concurso de alcaldes y la policía del nuevo
régimen los dirigentes conservadores
entronizaron el dominio del terror: “
Los aplanchadores” amedrentaron las
comunidades liberales a plan de machete, luego utilizaron el filo, pasando de
los golpes a las heridas corto punzantes y a “ pavear” o emboscar a sus
oponentes políticos en los caminos
y en las
zonas solitarias.
Casi
toda Colombia quedó en manos de “los
pájaros” y de la SIC, compuesta en parte por la policía partidista de extracción
boyacense. Los caciques pueblerinos fueron los dueños de las regiones y con
grupos de “pajaros” homogenizaron
políticamente las zonas campesinas y se enriquecieron desplazando de fincas y
negocios a quienes identificaban como liberales.
El
occidente del Viejo Caldas fue un nido de “pajaros”. Cada uno de sus municipios
contaba con sus pájaros, a cual más sádico y criminal., en Anserma estaban
el Mocho Lázaro y el Mono Espada, en
Risaralda El Celoso, en Belalcazar el Negro Cadena, en Guática Julio Montoya.,
a los que se sumaban Palida Azucena, el Boquinche y otros de ingrata memoria.
.El rio Opiramá marca límites entre Quinchía y los municipios de Guática y Anserma; el primero con comunidades de mayoría liberal y los otros con comunidades conservadoras de claro ancestro antioqueño. Durante las confrontaciones políticas de mitad del siglo pasado “ los pájaros” y la policía política, POPOL, entraron por la quebrada La Bendecida y por la vereda de Nuevo Talabán y arrasaron las veredas quincheñas. Quemaron cañaduzales y trapiches, destruyeron las viviendas, violaron las mujeres y desplazaron a los indígenas currumíes que se refugiaron en el Valle del Cauca donde los emplearon en el corte y manejo de la caña. Desde la carretera central se veía el desastre en el cañón del Opiramá; convertido en un cenicero de lágrimas y desolación.
A
los pájaros y la POPOL se sumaron los chusmeros oportunistas que ocuparon
tierras y montajes de caña como José Rico y su familia quienes en la vereda
Taudía amarraban a los liberales en el bramadero y los asesinaban al igual que
los hacían los Santa, que auxiliados por los “pájaros” extendió su hacienda de
caña y convirtió la casona en una fortaleza de los antisociales.
Mientras “pajaros”, chusmeros y la policía arrasaban el cañón del Opiramá, en la
zona de Naranjal y Santa Elena, Medardo Trejos, alias “Capitán Venganza”, reunía
a los campesinos liberales que entrenados por el llamado general “Loaiza”,
procedente de Chaparral, Tolima,
hicieron frente a “pájaros” y chulavitas y la emprendieron contra sus cómplices y
señaladores desterrando a los
conservadores de vastas zonas de
Anserma, Guática, Santuario, Riosucio y Balboa.
Una
anciana, testigo de uno de los ataques contó que “ Venganza” sorprendió a la banda de los Santa, entró a su hacienda y la convirtió en un infierno, recuerda
con horror que el combate duró varios
días y que los gallinazos entraban y salían dando vueltas tras los cadáveres como si fueran demonios que recogían
el alma de los muertos. En su macabra tarea el “Capitán Venganza” atacó también la hacienda de la familia
Rico y en desquite llevó a José Rico, a sus hijos y a sus
peones hasta el bramadero donde los mantuvo amarrados durante ocho días y tras vejámenes y
torturas los decapitaron y tiraron sus cuerpos al rio Opirama. Fue ojo por ojo,
diente por diente; así en 1958 el “Capitán Venganza” recuperó el Cañón del Opirama que desolado y
arruinado tardó años en volver a ser la despensa cañera del occidente caldense.
*hisstoriayregion.blogspot.com
Exelente aporte y redaccion, mis mas sinceras felicitaciones por tan detallado trabajo y un gras saludo de parte de su aca presente seguidor y admirador de su trabajo.
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