ALBERTO LLERAS CAMARGO Y EL DOS DE MAYO DE 1958

 LOS SUCESOS DEL DOS DE MAYO DE 1958

Teniente coronel (r) Guillermo Eloy Alfaro C.

 


Para esa fecha, yo era oficial de planta del Batallón Guardia Presidencial, el cual tenía sus instalaciones en la carrera octava con calle sexta (San Agustín), en donde actualmente funciona el Centro Nacional de Artesanías.

Siendo aproximadamente la una de la mañana del día 2 de mayo, se presentó una alarma seguida de mucho ruido y movimiento en la plaza de armas del batallón, por lo cual fuimos despertados los oficiales que allí nos encontrábamos. Esta alarma fue motivada por las tropas encargadas de efectuar el relevo de los soldados que prestaban el servicio de seguridad en cada una de las casas de los señores presidentes, miembros de la Junta Militar.

Los suboficiales encargados de efectuar los relevos manifestaron que no habían podido hacerlo en razón de que tropas de la Policía Militar se lo habían impedido y tenían el control de las casas de los presidentes.

Por otra parte, manifestaron que el Palacio de San Carlos (residencia de los presidentes en esa época) estaba rodeado por unidades de la Policía Militar y prácticamente en poder de estas tropas.

Ante esta situación, el suscrito y el señor subteniente Rudy Castellanos Perilla analizaron la situación y consideraron que la primera acción que debería llevarse a cabo era la de recuperar el control del Palacio Presidencial, cuya guardia se encontraba a puerta cerrada.

Decidimos que para lograr la recuperación del Palacio, él se desplazara con un pelotón (aproximadamente 40 hombres), por la carrera quinta hasta la calle diez, en cuya esquina oriental se encontraban las instalaciones de la Policía Militar, y que yo, con otro pelotón, me desplazaría por la carrera séptima hasta la calle diez y por esta calle hacia el oriente hasta el Palacio.

Al llegar yo aproximadamente a la mitad de la cuadra entre la carrera sexta y la séptima, las tropas de la Policía Militar que controlaban esa esquina se tendieron sobre el piso apuntándonos con sus fusiles. Con mis tropas, tomamos la misma determinación y nos refugiamos parcialmente en las plazuelas laterales que allí se encuentran.

Con una buena voz de mando de la época, y a esas horas de la madrugada (serían ya las dos de la mañana), en forma enérgica pregunté quién era el comandante de esa fracción y recibí la respuesta de que era el cabo... (no recuerdo su nombre).

Le repliqué que yo era el teniente Eloy Alfaro, del Batallón Guardia Presidencial, y que le comunicara a su comandante que yo tomaba posesión de ese lugar, por lo cual tenía que retirarse de allí, de inmediato.

Pasados unos minutos, el cabo regresó y retiró las tropas de la Policía Militar, con lo cual, el Palacio de San Carlos quedó en nuestro poder y entramos en contacto con el oficial comandante de guardia.

Por su parte, el señor teniente Castellanos llegó también por la carrera quinta y se ubicó muy cerca del cuartel de la Policía Militar, cuyas tropas se limitaron a mantener unas unidades en proximidades de la puerta de guardia, con lo que quedó el Palacio bajo nuestro control.

Recuperado el Palacio en forma pacífica me ubiqué en la carrera sexta con calle diez (esquina del Museo Colonial), y siendo aproximadamente las tres y media o cuatro de la mañana, subía por la calle diez un vehículo al cual yo le hice las señas de que parara para identificar a sus ocupantes.

Se trataba de un vehículo de la Policía Nacional de los que en la época el común de las gentes denominaba un mica en razón de que la sigla que los distinguía era Polinal, contracción de Policía Nacional.

El conductor de este vehículo, quien al parecer pensaba que las tropas que lo interrogaban pertenecían a la Policía Militar que debería tener dominado y bajo su control el Palacio, manifestó que llevaban unos detenidos, ante lo cual le ordené que abriera las puertas traseras para ver de quiénes se trataba.

Con gran sorpresa pude ver que se trataba del doctor Alberto Lleras Camargo, quien protegido por un grueso abrigo negro, cuello levantado y su sombrero característico, se encontraba sentado al lado de otra persona que si mal no recuerdo era el detective Chocolate , buen personaje, muy conocido en la época y quien lo estaba acompañando.

De inmediato ordené que quienes lo llevaban quedaran en condición de detenidos y que los detenidos quedaban bajo mi responsabilidad. En forma cordial conduje al doctor Lleras hasta la casa privada del Palacio de San Carlos con los respetos que me merecía.

Ya en el Palacio, logré comunicación con el señor teniente coronel Alberto Camacho Leiva, comandante del Batallón, quien de inmediato se desplazó a la casa privada para acompañar al doctor Lleras y determinar los cursos de acción que se iban a seguir.

Entre tanto, habíamos tenido conocimiento del lugar en donde se encontraba el señor almirante Piedrahíta, único de los cinco miembros de la Junta Militar que no había sido retenido, quien fue escoltado también hasta la casa privada del Palacio de San Carlos y contactado con el doctor Lleras.

En las primeras horas de esa mañana, el doctor Alberto Lleras Camargo, con su magistral voz, su prestigio e incuestionable autoridad moral, radiodifundió un discurso que puso fin a este intento de golpe de estado.

A los dos días, es decir el 4 de mayo de 1958, por votación abrumadora, el doctor Alberto Lleras Camargo fue escogido como presidente de Colombia.

Tuve el privilegio de contar por varios años con la generosa como invaluable amistad del doctor Alberto Lleras y de su señora esposa Doña Bertha, quien en su oportunidad quiso conocerme, y, gracias a su voluntad, permanecí como oficial de planta del Batallón Guardia Presidencial por varios años.

Lo aquí narrado en términos generales corresponde a la realidad de lo ocurrido, que los periódicos de la fecha registraron en su oportunidad.

 

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