Ayer y hoy al compás del tango
Por Darío Tobón Montoya
Por muchos años mantuve interés por el tema del
traslado terrestre de los restos de Gardel desde Medellín hacia Buenaventura.
Cuando obtuve información sobre ese acontecimiento, el diario La Patria de
Manizales me publicó como articulo central de su suplemento dominical, el día
30 de junio de 1996 un artículo que titulé “cuando Gardel estuvo en Marmato,
Supía, Riosucio y Anserma”. Hoy, basado en ese escrito, pero con nuevos y
valiosos informes, haré con mis lectores el recorrido del ataúd metálico de
Gardel hasta Armenia en su camino hacia Buenaventura y New York.
Iniciamos con el momento en que Gardel y su
numerosa comitiva, llenos de expectativas, parten desde New York hacia un
futuro que creían de gloria. El día 28 de marzo de 1935, con motivo de hacer
gira promocional de sus películas y canciones por el Caribe, Venezuela,
Colombia, Panamá y Cuba, parten desde New York. Inician en barco el viaje hasta
Puerto Rico, con recepción multitudinaria. Allí se le unió Alfonso Azzaf su
relacionista público. Fue en vapor a Curazao y de allí a Aruba en avión, en el
primer vuelo de su vida, a pesar de su inocultable rechazo por este sistema de
viaje.
En Venezuela se acrecentó su popularidad. Actuó en
Caracas, Valencia y Maracaibo. El dictador José Vicente Gómez en senectud
avanzada, lo llevó a su residencia en Maracay. Muy aficionado a los gallos, le
pidió que le cantara Pobre gallo Bataraz (saraviado).
Por mar llega a Barranquilla el 4 de junio y vuela
a Cartagena. Con nuevos acompañantes, los empresarios Celedonio Palacios y
Henry Schwartz, otro vuelo lo lleva a Medellín el lunes 10 de junio. Actúa por
tres días en el circo-teatro España, y canta en la emisora Ecos de la Montaña.
El día viernes 14 de junio aterrizó su avión en el aeropuerto de Techo. La
multitud, rompiendo los cordones de seguridad, casi provoca tragedia de
proporciones inconmensurables, al invadir la pista cuando el avión se aprestaba
para aterrizar. En el diario El Colombiano apareció esta nota: “centenares de
muchachas que esperaban su llegada asediaron a Gardel y le besaron, dando un
lamentable espectáculo y exhibiéndose como un pueblo inculto”.
En Bogotá se llegó al máximo de la aceptación. Allí
dijo que esperaba consagrarse totalmente al cine. Asistió a proyección privada
de la película El día que me quieras, que no había tenido tiempo de ver, la que
consideraba su máximo trabajo cinematográfico, que después fue exhibida en 5 de
los 15 teatros que tenía Bogotá. El domingo 23 de junio actuó en el teatro Real
y en la noche le cantó a Colombia desde la Voz de la Víctor, que estaba situada
diagonal a la catedral. Con altoparlantes el público que llenaba la plaza de
Bolívar y todo el país en onda corta, escuchó este programa que finalizó con el
tango Tomo y obligo que el musicalizó. En realidad, el último tango que cantó
en su vida lo hizo en la cena de despedida. Fue Mi Buenos Aires querido.
La tarde del lunes 24, en un vuelo expreso tomó el trimotor F31 de la Saco que lo piloteó de Bogotá a Medellín un aviador norteamericano. En Medellín tomó el comando del avión el propietario de la compañía, Ernesto Samper Mendoza, héroe nacional, millonario que mantenía competencia total con la Scadta que contaba con aviadores alemanes veteranos de la primera guerra mundial. Uno de ellos, poco antes, en maniobra provocadora había hecho vuelo rasante sobre nave de la Saco.
Precisamente se ha dicho, acerca del choque mortal,
que Samper no tenía suficiente experiencia en el manejo de esos aviones y que
posiblemente al despegar había intentado responder con la misma osada maniobra
rasante sobre el avión de Scadta que aguardaba la orden de salida.
El relato del accidente, sus causas remotas y
recientes, no van a ser tratados en esta crónica. Hay millones de palabras
escritas sobre ese insuceso.
De las llamas salió en mito. Hasta hubo un escrito
en el Espectador sobre un supuesto Gardel vivo, que enmascarado, en el 10
aniversario de la tragedia, cantó en sitio público y desapareció.
Hecho el levantamiento de los restos calcinados de
Carlitos, fueron llevados a casa del padre Enrique Uribe y su ataúd se encerró
en caja metálica, lo que facilitó su traslado. Las exequias se celebraron en la
iglesia de la Candelaria y luego fue enterrado en el cementerio San Pedro cerca
de la tumba de Jorge Isaac. Como en el pasaporte aparecía como ciudadano
uruguayo, hubo conflicto entre Argentina y Uruguay para definir el destino de
los restos. Y comenzaron los comentarios falsos: que un avión de EEUU los
trasladaría a ese país o a Buenos Aires; que la madre doña Berta vendría.
En diciembre del 35 llega el representante legal de
Gardel Enrique Defino a Medellín para disponer del traslado de los restos y de
las pertenencias de la comitiva. El día 17 obtuvo permiso legal para su
movilización terrestre y contrató a la empresa de transporte Expreso Ribón para
encargarse de esta función. Eran 20 baúles de equipaje más la caja mortuoria.
Defino voló a Cali pensando que el traslado sería rápido y expedito. Pero las
cosas no fueron así. Había dispuesto que el traslado se hiciera por tierra
hasta Buenaventura. Pero no contaba con todos los inconvenientes que tenía esta
modalidad de movilización en el país, con un sistema férreo en desarrollo y con
carreteras que eran trochas polvorientas.
El día 17 de diciembre en viaje en tren de casi
todo el día salieron el equipaje y féretro desde Medellín hasta La Pintada. En
la Pintada tomaron, ya en la noche, una berlina que condujo los restos hasta
Valparaíso por pésimo camino carreteable. Allí pasaron la noche.
A partir de este momento, utilizo la excelente y
meticulosa crónica de Álvaro Gartner en su descripción del trayecto Valparaíso
Riosucio, hecho todo en mulas.
Al día siguiente al amanecer, estaba lista la recua
de mulas que trasportaría todo el menaje. Dos arrieros, Arturo Rendón y
Heriberto Franco, con unos 15 arrieros auxiliares o sangradores, disponían de
60 mulas para esta labor. La carga más delicada era la caja metálica. Para tal
tarea seleccionaron los mejores ejemplares: la mula La Alondra y el macho
Bolívar – por el apellido de su propietario – para que en turega llevaran la
frágil carga. Ellos no sabían que contenía los restos de Gardel. Ese día 18
pernoctaron en la Quiebra, en cercanía de Caramanta.
De madrugada salió la caravana, cruzando por la
población de Marmato hacia la finca El Placer cercana a Supía. No se conoce la
razón, pero en esa población ya estaban enterados de que traían a Gardel. Eso
lo da a conocer el representante de Expreso Ribón de esa población, que en
mensaje dirigido a El Colombiano el sábado 21 dice: “el cadáver de Gardel
permaneció anoche en la ciudad de Supía C. las autoridades civiles y la
sociedad me solicitaron hacer una escala en Supía… para rendir homenaje a
Gardel… En este momento está en cámara ardiente” firma Luis Gómez T.
A la derecha, foto de la Iglesia San Sebastián, en
Riosucio, Caldas. A la derecha el mapa donde puede apreciarse que el ataúd de
Gardel tuvo que pasar por Armenia, lo cual desvirtúa buena parte de la
literatura sobre el itinerario de su cadáver.
El día 21 se trasladan a Riosucio, población muy
cercana. En el atrio de la iglesia San Sebastián y frente a la oficina de
Expreso Ribón se deposita todo lo transportado por la recua de mulas, lo que
hace suponer que en ese momento no estaba construida la carretera entre esas
dos poblaciones. Toda la población estaba advertida de la llegada de los restos
de Gardel. La plaza se colmó de gente y algunos iniciaron rezos y encendido de
velas alrededor de la caja fúnebre. Esta caja, por razón desconocida, pasó la
noche a la intemperie.
Al día siguiente 22 de diciembre, en vehículos
automotores se trasladan a Anserma hacia la oficina de la transportadora.
En un libro, el musicólogo Jaime Rico Salazar
cuenta que su familia poseía la empresa automotora Ricovilla, que subcontrató
con Expreso Ribón el traslado desde Valparaíso hasta Anserma. Esta delicada
carga se depositó, y se impuso absoluto silencio de su contenido, para evitar
alboroto en la población. Pasó allí la noche del 22 sin que nadie en el pueblo
se enterara. El siguiente día 23 por carretera es llevada a Pereira.
En esa época no estaba concluido el trayecto férreo
de Pereira-Cartago-Zarzal, por lo cual era obligatorio para conectarse con el
Ferrocarril del Pacifico tomar la vía hacia Armenia. Después de permanecer la
noche del 23 en Pereira, al otro día 24 de diciembre se traslada a Armenia
donde arriba al atardecer.
En Armenia existía un hábil soldador, o latonero
como le decían, don Licerio Tabares, ya reconocido a sus 21 años de edad como
músico y hábil artesano con propio taller de soldadura. Después de este largo a
agitado recorrido, la caja metálica tenía algunas fisuras y abolladuras. Para
su reparación se buscó al mejor profesional de la población. Licerio con su
soplete de marca Optimus a gasolina realizó cumplidamente la tarea. Cuando lo
hizo se enteró que había estado a centímetros del calcinado cuerpo del cantor
sublime. Esta información se la dio a su hijo Hernán que heredó el equipo de
soldadura, que, vayan curiosidades de la vida, se sentaba a mi lado como
partícipe del programa radial Caminando con el recuerdo de la emisora de la
Universidad del Quindío.
La culta y buena escritora Ana Patricia Collazos fue la receptora de esta extraordinaria confesión, que ella, como chiva absoluta publicó en un artículo con el título de “Gardel estuvo en Armenia” en La Crónica del Quindío el 21 de junio del 2002. Ella dio reconocimiento a mi escrito de La Patria que le di a conocer.
Así, en la soledad de una bodega de ferrocarril en
Armenia, pasó la noche de navidad de 1935 el inmortal Carlos Gardel.
Continuando con su viaje férreo, llegan a
Buenaventura el 29 de diciembre en donde se embarcaron con la compañía de
Defino y su esposa con destino a New York. Al llegar a Panamá hicieron
trasbordo al vapor Santa Rita que los lleva a la ciudad de los rascacielos.
Allí fue velado en la funeraria Hernández donde volvió a sentir la soledad,
puesto que no se dio información pública de su presencia. El 17 de enero de 1936,
embarcan hacia Buenos Aires.
El 31 de enero hace escala en Rio de Janeiro y el 4
de febrero llegan a Montevideo. El 5 arriba a tierra argentina donde lo reciben
30.000 personas. Cambian el ataúd original de pino por otro de mejor madera
donado por Canaro. Allí a la vista de Razzano, Defino, Leguisamo y el propio
Canaro hubo nuevo reconocimiento de los restos. En Luna Park se hizo la
multitudinaria velación. El 6 de febrero se efectúa el traslado al cementerio
de La Chacarita. En lenta procesión de casi 3 horas, entre marea humana de más
de 80.000 personas, que superó la del entierro de Yrigoyen se hizo la
exhumación. Después vendrían los multitudinarios sepelios de Julio Sossa y
Evita Perón.
excelente escrito, la verdad habia escuchado algo, muy lejano, sobre el paso de Gardel por Armenia.
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