OTTO MORALES BENITEZ Y LAS BRIGADAS ROJAS*
Alfredo Cardona Tobón
En un pueblo tan conservador como Riosucio es bueno
recordar los gestos heroicos de la minoría liberal en épocas de “bárbaras
naciones” en medio de un mar azul, y
muñeca brava que no daba ni pedía cuartel.
En 1933 los liberales riosuceños encabezados por Carlos
Gartner Cataño despidieron de esta vida al coronel Vicente Marín Abello,
excombatiente de la guerra de los Mil Días.
En hombros de miembros de la JIR (
Juventud izquierdista revolucionaria) el féretro del militar recorrió las
calles de la Perla del Ingrumá hasta el
cementerio viejo donde aún reposan sus cenizas bajo una lápida elaborada por el
pintor Ángel María Palomino Cataño.
La Guardia Roja fue la punta de lanza de la JIR; de ella hicieron parte Otto Morales Benítez,
Rogerio Marín, José María Cataño, los Calvo, los Pinzón, los hermanos Garcés y Jesús González,. fueron muchachos sin miedo, la élite de una juventud
que luego tomó los puestos de avanzada durante la República Liberal a lo largo y ancho del occidente del Viejo Caldas.
En ese entonces, como generalmente sucede, el liberalismo riosuceño estaba dividido: una facción militaba bajo las banderas de los
Gartner de La Cuesta y otra estaba comandada por Gabriel de La Roche. Era
necesario constituir una Junta que representara los diversos intereses y se
adelantó una consulta popular que arrojó 42 votos por los Gartner de La Cuesta
y 1887 por el ala de Gabriel de la Roche. Vinieron luego las elecciones para el Concejo y de
nuevo se dividieron los liberales, pues
las huestes del corregimiento de Bonafont
no quisieron marchar al son de los notables del casco urbano. El
ambiente estaba tenso como cuerda de guitarra y cualquier movimiento en falso
podría conducir a hechos violentos.; entonces la JIR terció a favor de sus
copartidarios de Bonafont y encargó a
dos de sus miembros para que viajaran al caserío a limar las asperezas y consolidar
una alianza que permitiera hacer frente a la monolítica maquinaria
conservadora
En ausencia de jefes curtidos, dos imberbes jovencitos
rojos alistaron cabalgaduras y en nombre de la JIR se dispusieron a cumplir el delicado propósito. El día señalado Otto Morales
Benítez y Rogerio Marín madrugaron y al pasar por la compra de café de don
Olimpo Morales se encontraron con el papá de
Otto:
- ¿Para donde van tan temprano?- preguntó el viejo.
- A Bonafont a hablar con los copartidarios-
-¿Quiénes los van a acompañar?-
- Nadie- contestó Otto-
- Pues se bajan ya de esos caballos par de mocosos o
los bajo a la brava-
Lleno de indignación
don Olimpo fue al local de Gabriel de la Roche y le pegó una vaciada por
mandar a dos jóvenes inexpertos a capotear una situación de por sí muy
delicada. Pero como la situación política no daba espera y la gente de Bonafont
no quería dialogar con los notables, la Junta liberal ratificó a Otto y a
Rogerio quienes acompañados por una nutrida comitiva viajaron al corregimiento
donde lograron la unificación del
partido y se pudo conquistar por primera
vez la mayoría liberal en el concejo riosuceño
Después de la intervención con discursos, arengas,
banderas y viva los emisarios de la JIR, que a medio día no habían desayunado,
se escabulleron hasta una tienda al lado de la plaza de Bonafont y calmaron el
hambre con leche y cucas. No faltaron los burleteros que se rieron de los
emisarios revolucionarios que tomaban leche con mecato en vez de apurar el
aguardiente tapetusa que animaba al
resto de la tropa collareja.
Ante el éxito en Bonafont se quiso llevar el mensaje
liberal al resguardo indígena de La
Iberia y hacia allí enfilaron rumbo Otto Morales y Rogerio Marín al toque de un
tambor y la música de una chirimía. Sin embargo. en esta ocasión, no encontraron una multitud entusiasta sino apenas una decena de desocupados a
quienes poco les interesaba el mensaje de los liberales.
El regreso de La Iberia no fue triunfal, fue duro y
mojado por un camino lleno de canalones en medio de un aguacero con rayos y centellas, hambre y cansancio y
el temor de que los despidieran a piedra. Al despuntar el alba los dos jovencitos llegaron a Riosucio donde
don Olimpo y demás familiares se hacían cruces ante su tardanza.
Muchos años después el doctor Otto Morales Benítez rememoraba
los riesgos y peligros en su vida política como el taco de dinamita que le
arrojaron en la carretera entre Quinchía y Riosucio y la lluvia de piedra en Salamina y su pueblo
natal. Rememoraba su lucha desde la base al contrario de otros dirigentes, que
como Alfonso López Michelsen, encontraron todo servido y en momentos
críticos prefirieron ir a Mexico a conocer a María Felix en vez de estar en
las barricadas defendiendo los ideales
de Gaitán y Uribe Uribe y respaldando a su pueblo durante los regímenes oprobiosos
de mediados del siglo XX.
* historiayregion.blogspot.com
GRAN AMIGO, COPARTIDARIO Y COMPAÑERO DE ESTUDIO DE MI PADRE AUGUSTO OROZCO PALAU " MITO".
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