LA CASA DE LOS ABUELOS
Con los primeros rayos del sol, regresé al apartamento donde horas antes había muerto mi esposa. Abrí la puerta
de entrada y fue como si llegara a un sitio desconocido y hostil. Encendí la
luz y vi la silla del comedor volcada cuando ella se desvaneció y la arrastró en su caída.
Esa imagen dolorosa volvió a mi mente y caminé hacia la alcoba como un sonámbulo...Solamente entonces, sentí que la vida pasada había muerto con ella, que esos 58 años al lado de mi mujer habían desaparecido y empezaba a hundime en un abismo sin fondo.
Al salir del apartamento sentí que al cerrar con llave, desaparecía la Casa de los Abuelos, es decir la casa nuestra, la de Edith Angelica y yo, la morada amable que en Pereira, Manizales o Bogotá, no importa donde estuviera, reunió a los hijos y nietos, albergó sus risas y los llantos infantiles; fue el punto de reuniones, albergue en las vacaciones y refugio de todos en las horas grises.
Los recuerdos abrumaban la casa: el mantelito que bordó Edith Angélica para
una primera comunión, los primeros
dibujos de Laura Andrea y de Rodriguito,
un tejido de Irma y otro de Nadya Lorena, portarretratos con fotos de
los sucesos felices, los diplomas de los
nietos y sus primeras cartas; la matera con un novio rojo y un piecito de
geranio que le robamos a un vecino... Allí también estaba el edredón que llenó las horas solitarias de
Edith en Cartagena, los escarpines que la
abuela guardó por décadas y las medias
gruesas que tejió mi esposa cuando
estuve enfermo....
Sobre un mueblo viejo estaba un tarrito con grapas, unos clavos, unos tornillos guardados
por si algún día se necesitaban, al
igual que un librito de recetas con
aguacate, recortes de prensa, un tarro de pintura seca, unas llaves viejas y
unas lámparas sin caperuza. Y los
libros.... centenares de libros que
algún día se leyeron y guardábamos para otra lectura que nunca se
hizo. Ahora la casa de los abuelos quedó sin amo, expósita, sola, llena de tristeza, donde el
alma de las cosas flotaba con rumbo al cesto de las basuras..
Lloré cuando deseché esa cobija de lana ya roída por
los años, que fue la primera compra que hice para surtir la casa y lloré cuando
boté la vajillita rota que mi querida
mujer remendó y conservó como una reliquia.
Entre sábanas, allá en lo más recóndito de un armario, encontré días después un paquete de cartas resguardado como un tesoro. Tenía sellos de la Argentina, Mexico y Kenya y de varios sitios de Colombia, testigos de una historia de amor que la muerte suspendió de tajo. Allí estaban las cartas que nos unieron por mas de 50 años y que mi esposa repasaba con devoción, para cerciorarse que el cariño que dábamos sin condiciones ni límites, seguía refrendado en esas frases que no borraba el tiempo.
Me sentí incapaz de vivir en la casa de los abuelos, por eso busqué cobijo en el apartamento de un hijo. Poco a poco fueron saliendo de esa casa los afectos, los recuerdos, los objetos que alguna vez tuvieron importancia en nuestras vidas: la máquina de coser que se pagó durante meses, la máquina de tejer que nunca se reparó y quedó como un mueble de adorno, la licuadora, la nevera, la olla arrocera; el mecedor para la natilla, el menaje de cocina, los edredones tejidos, los manteles con arabescos-
Todo fue saliendo regalado con la ingratitud que enmudece los sentimientos pues ya no había campo para el pasado, porque infortunadamente me atropellaba un futuro incierto. Con esa casa de los Abuelos capitulaba mi vida.
Al cerrar las puertas de mi vivienda, volaron las risas de los chiquitines, los sueños de las mujercitas en flor que alguna vez cruzaron raudas por los corredores. Se fue todo... se acabó mi mundo. No sé a donde fueron a parar los limpiones con golondrinas pintadas, los collares de cuentas, un gorrito tejido que me dieron en un cumpleaños, los recibos del primer televisor, unas fotografías amarillentas y el cuadro que nos regaló algún amigo y que nunca se había botado por respeto al difunto. Nada importaba y a un hospicio fue a parar la ropa de cama, los sacos y demás´prendas que en vida de mi querida esposa, tenían un lugar seguro . Todo voló rumbo al olvido con mi corazón, con mi alma incapaz de admirar los arreboles, pues los colores de la vida se vieron ensombrecidos por el luto.
Desapareció la Casa de los Abuelos, con la vuelta de la llave nada quedó. La casa vieja perdió el encanto, todo lo que fue se convirtió en pavesas en un cenisario que se tragó la tierra.
LA CASA DE LOS ABUELOS
5 abr 2021
IRMA CRISTINA
CARDONA BUSTOS
Muy sentido
padre, pero me queda por agregar desde mi perspectiva. La casa, ahora del
abuelo, seguirá estando donde estés tú, donde siempre podamos visitarte y
volver a reir y compartir recuerdos, y momentos nuevos. La casa del abuelo eres
tú mismo, cuando nos visites y en los lugares en los que estés. El campo para
el pasado, siempre seguirá existiendo, ya que aunque mamá se haya ido, ni
significa que su historia y los recuerdos dejen de exisitir. Mamá siempre va a
estar en nuestro corazón y en las pequeñas cosas que guardemos en honor a su
recuerdo. Si bien no se han guardado todas, todo está en el alma y de ahí no se
irán mientras cultivemos y honremos su recuerdo. Las cosas más significativas
de mamá las tengo yo y cada día las honro. El mantelito de golondrinas que
cubre mi mesa, los patos de cerámica adornando mi cocina, la cobijita tejida
que calienta mis pies, los libros que ahora multiplican mi biblioteca y me
recuerdan que no debo dejar de escribir; sus implementos de costura, sus
agujas, los tambores; los collarcitos que tanto le gustaban y que luzco cada
día en honor a su recuerdo. Mi mamá no se ha ido, pero lo más importante es que
sigues estando tú, aquí, con nosotros,
con un amor inmenso que no tiene fronteras y que no habita en las cosas, sino
en el corazón, en el ama.
Muy sentido padre, pero me queda por agregar desde mi perspectiva. La casa, ahora del abuelo, seguirá estando donde estés tú, donde siempre podamos visitarte y volver a reir y compartir recuerdos, y momentos nuevos. La casa del abuelo eres tú mismo, cuando nos visites y en los lugares en los que estés. El campo para el pasado, siempre seguirá existiendo, ya que aunque mamá se haya ido, ni significa que su historia y los recuerdos dejen de exisitir. Mamá siempre va a estar en nuestro corazón y en las pequeñas cosas que guardemos en honor a su recuerdo. Si bien no se han guardado todas, todo está en el alma y de ahí no se irán mientras cultivemos y honremos su recuerdo. Las cosas más significativas de mamá las tengo yo y cada día las honro. El mantelito de golondrinas que cubre mi mesa, los patos de cerámica adornando mi cocina, la cobijita tejida que calienta mis pies, los libros que ahora multiplican mi biblioteca y me recuerdan que no debo dejar de escribir; sus implementos de costura, sus agujas, los tambores; los collarcitos que tanto le gustaban y que luzco cada día en honor a su recuerdo. Mi mamá no se ha ido, pero lo más importante es que sigues estando tú, aquí, con nosotros, con un amor inmenso que no tiene fronteras y que no habita en las cosas, sino en el corazón, en el ama.
ResponderEliminarLa casa de los abuelos, que para mí sería la casa de mis padres, siempre vivirá en cada uno de nosotros, en cada uno de los que en ella compartimos alguna vivencia o recuerdo, la "casa de los abuelos" es la casa de las enseñanzas, que en vez de desaparecer, se multiplica en el recuerdo que ahora hace parte de las vivencias que nos acompañarán hasta que tengamos que cerrar la propia.
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