EL DESAYUNO DE LOS DOMINGOS
Alfredo Cardona Tobón
Hoy termina el
mes de febrero; hace quince días murió
mi esposa y en esta fría mañana desperté
buscando el calor de Edith Angelica en las almohadas que aún no he
querido remplazar con la vana ilusión de
sentir su presencia en el aroma de su perfume.
Hoy me pareció oir el “buenos días mijo, aquí le traigo el tamal
de los domingos”; que en realidad no era un tamal sino un huevo,
preparado de mil maneras, el único huevo
de la semana, pues mi esposa cuidaba religiosamente mi dieta para proteger mi
salud, pues decía que ella era incapaz de seguir viviendo si algún día yo
le faltaba
El enunciado tamal
tenía si historia; ella sabía que
en mis tiempos de cuartel, cuando pagaba servicio militar en el batallón MAC de Bogotá, todos los domingos nos servían un pequeño
tamal de mucha masa y poca carne; por ello yo decía que ese día era el día del
tamal y Edith Angélica me seguía la chanza preparando un huevo en
remplazo del insípido y desabrido tamal
de la milicia.
Hoy llegó otro domingo sin Edith Angélica- ¡maldita
sea !- y no hubo en más de cincuenta
años ni tamal ni huevo, pues nadie tenía
que saber que el domingo mi esposa y yo nos burlábamos de un mal momento con el
simulacro que solo ella y yo entendíamos.
El surtido
desayuno dominical me ayudaba a borrar esos
domingos en el batallón MAC que en tiempos idos constituían mi peor
recuerdo. Hoy en la bruma del despertar me pareció
sentir los pasos menudos de mi compañera , la puerta que se abría, su acento
con leve tono argentino , el beso conque empezaba mi día y las recomendaciones
pertinentes, que no faltaban, pues estaba pendiente de las drogas, de las
citas, de todo lo que tuviera que ver con mi tareas cotidianas como la mejor y
acuciosa secretaria.
-¡Maldita sea!- Que no me vengan con el cuento
aquel del destino, de que todos estaba
escrito, que era la voluntad de un ser supremo. Me duele el alma, me duele la
ausencia de Edith, me resisto a creer
que exista un ser que permita el
dolor que estoy sintiendo.
En esta madrugada el aroma del café
es otro para mí y los “tragos” tienen sabor de amargura. Yo se que hay que continuar el camino,
que el tiempo irá borrando las aristas que tallan la existencia y que algún día
en los recuerdos atropellados, mi
compañera no volverá a repetir la
parodia del tamal dominical porque no estaré o la bruma del tiempo borrará su imagen y desaparecerá del marco
de la puerta. Pero ahora la veo en el
alba, siento que deja la bandeja en una mesita mientras abre
la puerta del dormitorio y me alcanza
las medicinas que acompañan mi jornada.
A mi lado dormita la perrita Pola. Una mestiza de
pastor belga que Edith Angélica rescató de la calle. No se ha despegado de mi
lado desde que se fue su ama. En medio de gente ajena, en otro sitio y con
comida distinta el pobre animalito empeora la situación
con sus ladridos y su incontinencia.
Es después de mí, la mayor damnificada
con la muerte de mi esposa . Hoy no
recibió el pedacito de arepa ni el poquito de arroz que le dejaba Edith Angélica
para que yo no mermara la ración de arroz con huevo. La Pola y yo hoy nos quedamos sin el tamal y sin la presencia de esa querida mujer que se
fundió y se amalgamó con nosotros.
La vida se compone de pequeños trazos, de pequeños
actos que fijan recuerdos y nostalgias: Las sonrisas,
una frase, el huevo con arroz de los domingos, la perrita esperando el pedazo de arepa, el canto de los pajaritos
... todo esto hace parte de la vida que me tocó
recorrer con mi amiga del alma, con mi parcera, con mi compañera.... ¡
Maldita sea¡, yo debía haberla acompañado
en su camino luminoso en vez de quedarme
aquí en esta trocha empinada, llena de zarzas y tremedales.
El sol empezó a salir... el mundo sigue girando, pero para mi los domingos no serán iguales y
jamás volveré a esperar que se abra la ventana para que empiece a correr otro
domingo al lado de mi compañera.
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