Alfredo Cardona Tobón
Sin
Internet, sin televisión, casi sin
radio, nuestros abuelos solo contaron
con los periódicos y la propaganda a viva
voz para incentivar el comercio y agilizar
las ventas. Sin publicistas de escuela la imaginación voló para anunciar
e interesar a los consumidores como vemos en varios avisos extractados de
periódicos del occidente del Viejo Caldas::
En
“Flecha Roja” de Quinchía, Año 1920, aparece esta propaganda:
“En
el almacén de Agustín Restrepo G, en Anserma,
encuentra Ud: cerda, algodón y satín,
paños,
mantas y crespones, encajes, cintas, letín,
bufandas
y pañolones Para señora, interiores
en
fluxes muy elegantes; cobijas y
cobertores,
medias,
zapatos y guantes, pañuelos, hilos, botones,
pantuflas,
cuellos, muleras y sacos y pantalones
con
muy buenas cargaderas.
Correas,
driles, guarnieles, colchas, géneros, liencillos
botas,
toallas y pieles y buenos pantaloncillos.
talitas
de fantasía y mucha mercancía.”
En
el periódico “Guante Rojo” de Santuario ( 1926) aparece esta nota:
“SE
AVISA AL PÚBLICO que el Almacén de Pedro Pablo Pulgarín estará abierto todos
los días hasta las diez de la noche y que hasta esa hora se atiende la
clientela. También se avisa que se están recibiendo nuevas remesas de discos y
que habrá un empleado para atender este ramo. El surtido que ha recibido este
establecimiento es variadísimo,, por lo cual sin duda alguna encontrará usted
cuanto necesite.”
Para
llamar la atención de los clientes aparecen titulares con noticias impactantes,
que no eran veraces, como la siguiente
aparecida en “Guante Rojo” de Santuario:
“ABADÍA
MENDEZ RENUNCIA. Las últimas noticias de Bogotá dan cuenta de que el doctor
Miguel Abadía Méndez renunciará a la presidencia de la República, para
trasladarse a Santuario con el exclusivo
objeto de comprarle al Señor Baudilio Cardona su almacén de abarrotes,
debido a lo casi regalado de sus precios
por mayor y menor.”
Además de los avisos en los periódicos los llamados voceadores, recorrían las localidades dando a conocer productos y servicios. En Quinchía se recuerda a Pachobizco, un hombre de regular estatura, aindiado, con muchos años a cuestas, sombrero de fieltro y un abrigo negro que no se quitaba ni en las más calientes resolanas.
No se conoció el apellido de Pachobizco, se decía que en sus tiempos mozos había sido polvorero y en la peligrosa faena había quedado ciego. En los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo Pachobizco empezaba su labor desde que salía el sol por el cerro Batero hasta que se escondía tras el cerro Gobia. Pachobizco no podía ser más pobre ni desgraciado, pero pese a ello era respetado por todos: Don Pedro Nel Restrepo, administrador del teatro municipal pagaba con una entrada a cine a los niños de la escuela que guiaban al antiguo polvorero por sus recorridos por las calles empedradas y no faltaba la señora que a su paso le ofreciera un vaso de leche con cucas o le empacara unos plátanos maduros para que los llevara a su casa
En
esos tiempos de incomunicación el nexo entre el comercio y los consumidores de
Quinchía fue Pachobizco. Con la bocina de una vieja ortofónica iba de esquina
en esquina, de barrio en barrio anunciando
las novenas parroquiales, la llegada de un circo, el reconstituyente
Forzán que vendía Silvio Saldarriaga en su botica y las rebajas en la panadería de Marquitos
Duque.
“¡
Atención!- ¡Atención!- voceaba voz en cuello- Hoy gran estreno en el Teatro
Gobia. Hoy se presenta la película Ben-Hur recomendada por la Curia. No falte
con toda la familia.” . Y así por Callelarga, La Quinta y en la salida al
cementerio todos quedaban enterados y motivados
para asistir a la gran obra cinematográfica.
“¡
Atención ¡ - ¡Atención!- Anunciaba Pachobizco- Hoy llegó nuevo surtido al
Almacén de Don Quico Escobar- Mercancías nacionales y extranjeras, bellos gobelinos, camisas y blusas y letines
e hilos para costura!“ Y con su bocina Pachobizco hacía propaganda a la manteca
vegetal recién llegada a la tienda de
don Germán Tobón o la manteca de cerdo recién traída de la Argentina.
Pachobizco animó el comercio en un pueblo que
solo tenía dos avisos al frente de los negocios: uno era el de la Sancochería
de Adolfa Ladino y el otro en el Almacén Santa Cruz de Merceditas Vélez. Por unos míseros centavos que no alcanzaban a espantar
el hambre en su mesa, el primer promotor
de ventas de Quinchía fue dejando su voz entre las tapias, hasta que un día no
salió del rancho, la bocina quedó en un
rincón y la voz ronca se guardó para siempre en una fosa humilde. Ya se perdió
la cruz y la tumba y se está borrando la imagen de Pachobizco con su
venta de ilusiones.
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