LOS CAZADORES DE ORQUIDEAS



Alfredo Cardona Tobón*



En una tienducha  del caserío de Victoria en el llano que va al río Magdalena,  un asesino tronchó  la vida  de Alberto Míllican en una noche de julio de 1899.
Tanto afán, tanto recorrido, tantas ambiciones frustradas en ese rincón perdido del mundo, adonde el viajero inglés llegó en busca de orquídeas desconocidas.
Apoyado por Broonan White el explorador Albert Millican emprendió cinco viajes a América, uno de los cuales quedó registrado en el libro “Travel  and adventures of  an orchied hunter”, editado en 1891 y  donde relata su  odisea desde Venezuela por el Catatumbo y las selvas  de la cordillera oriental de los Andes
.
El interés de los europeos por las orquídeas despertó en 1731 cuando floreció la primera orquídea tropical del Nuevo Mundo, la Bietia Vereconda, en Inglaterra. La noticia fue tan importante que dio lugar a destacados titulares en la prensa y a la celebración de grandes fiestas en la isla

En el siglo XIX se desató en Europa la fiebre por las orquídeas. Fue una locura. Se establecieron viveros simulando el clima tropical e inversionistas movieron ingentes  sumas de dinero patrocinando “cazadores”  de orquídeas que viajaron al Asia y a Sur América en busca de especímenes raros que rivalizaron en exposiciones y en colecciones particulares.
Fue un alud de depredadores. No se respetó nada: se talaron miles de árboles valiosos para obtener las orquídeas, se destruyeron  bosques para evitar que los competidores alcanzaran sitios donde crecían especies únicas, se recolectaban toneladas de plantas que llegaban podridas o agostadas a su destino.

James Veitch fue un eminente naturalista, famoso horticultor  inglés, perteneciente a una familia de empresarios de viveros, que estableció  la exposición anual “Chelsea Flower Show” que reunió a los más importantes coleccionistas y empresarios de orquídeas del mundo.


Veitch movió miles de millones de  libras esterlinas  y financió el descubrimiento de innumerables especies de orquídea,  por lo que  mereció ser nombrado caballero  y figurar entre los más notables especialistas en este ramo a través de todos los tiempos

Con el barco a vapor se mejoró la movilidad entre los continentes y ello incrementó el comercio ilegal de las orquídeas. Sin embargo en los saqueos pocas plantas sobrevivían hasta su destino, no solo por el maltrato sino porque se ignoraba el medio en que se desarrollaban; se creía que todas las orquídeas eran de clima cálido cuando muchas de ellas habían sido arrancadas de los climas fríos de los Andes y de los doseles frescos de las selvas.

En la Nueva Granada la Expedición Botánica inició el estudio y la colección de las orquídeas. Los estudios han continuado y hasta la fecha se han registrado en el país 4270 variedades, lo que hace de Colombia la nación más rica en este aspecto en todo el mundo.  Aún hoy se siguen encontrando nuevas orquídeas en los bosques nacionales; una de las recientemente  descubiertas es la  la “Telipogan diabolicus” encontrada cerca del páramo de Bordoncillo a 3191 metros sobre el nivel del mar y que parece la cabeza de un demon

Después de la depresión económica de 1930  declinó la fiebre por las orquídeas, pero aunque  no se rematan a los precios estrambóticos del siglo XIX no han desaparecido los  “cazadores” de orquídeas que siguen buscando vellocinos dorados desafiando climas, bandidos y toda clase de peligros.

En Colombia vemos orquídeas en los montes, en los barrancos de las carreteras, en los patios y solares... en todas partes. Las más son naturales pero hay otras híbridas inducidas por el hombre.  En  ellas la naturaleza busca todas las formas para seducir a los polinizadores, algunas imitan moscas o avispas hembras para que los machos depositen en ellas el polen;  la cattleya labiata del Brasil imita el órgano sexual femenino, las hay parecidas a los zapaticos o a ángeles o figuras asombrosas.

La CattleyaTrianae en honor al naturalista José Jerónimo Triana es  la flor insignia de Colombia y la cattleya quadricolor que crece silvestre en los bosques del rio Barbas es la flor del departamento  de Risaralda. Las orquídeas tienen su historia,   entreverada a menudo  con los cazadores y buscadores de esas hermosas plantas.




 Muchos cazadores de esas  bellas plantas dejaron sus cenizas en las selvas colombianas,  tal es el caso de  Henry Chester, un inglés que pereció por los lados de Puerto Berrío  buscando la Catleya Odontogloson.

. El fantasma de la extinción amenaza a  numerosas orquídeas  debido a la explotación irracional y a la desaparición de su medio. Apenas se ha descubierto un diez por ciento de las variedades autóctonas  y aunque  son considerables los daños de los depredadores otros están protegiéndolas como el  sacerdote Pedro Ortiz V.  que ha viajado por todo el país observando  y clasificando las orquídeas, ha registrado cien especies nuevas y ha escrito  cinco libros sobre esas plantas que indudablemente constituyen una de las más espectaculares bellezas de la creación.




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