EL NUEVE DE ABRIL DE 1948
Alfredo Cardona Tobón
Hace 72 años Alipio Bedoya
recorrió las calles de Victoria montado en su caballo rucio gritando a
todo pulmón bajo la lluvia: ¡ Mataron a
Gaitán¡ ¡Mataron a Gaitán¡.
La triste noticia del
asesinato del líder popular reunió a los liberales frente a la alcaldía y en la
atmósfera se sentía no solo la rabia y la sed de venganza sino el temor del
ataque de las poblaciones conservadoras
de la serranía.
Por la radio se azuzaba a
las masas, se decía que en Bogotá estaba
colgado de un farol el cadáver
del presidente Ospina, que los sacerdotes disparaban al pueblo desde los
campanarios y que el poder había quedado en manos de los liberales.
A las siete de la noche del
nueve de abril se constituyó en
Victoria, Caldas, una Junta Revolucionaria presidida por Luis Eduardo Isaza
siguiendo el ejemplo de Honda, la
Dorada, Santuario, Balboa, Pereira
y muchos pueblos, ciudades y villorrios
de Colombia.
Pablo Barón en calidad de
comandante de la fuerza motorizada de Victoria, compuesta por dos volquetas, un camión y un yip Willys, movilizó avanzadas hacia las veredas y
organizó retenes en Cañaveral, San Mateo, Boquerón, Hamburgo y los Mangos para
prestar vigilancia permanente y atajar a quienes a la voz de “Alto quien vive”
no respondieran en voz alta “Revolución”.
Pero los acontecimientos en
Victoria iban atrás de los sucesos nacionales. En Bogotá el Ejercito y los
voluntarios chulavitas empezaban a controlar la situación el sábado diez de
abril, mientras en el poblado
calentano apenas se acercaban los
campesinos liberales a ponerse a disposición de
la Junta Revolucionaria y a concentrarse en la escuela de niñas donde se
constituyó el “Escuadrón de Macheteros”
bajo las ordenes de Jorge Villamil.
En las horas de la tarde del
día diez de abril Julio Cifuentes vestido de militar, con sable y una boina
recorría las calles empedradas en un brioso caballo blanco como si fuera un general de brigada e Isidro
Hernández realizaba entrenamientos militares al lado de la ceiba del parque,
sin loros ni pájaros ante el atronador ruido de ordenes y toques de cornetas.
Victoria hervía pero a
diferencia de localidades vecinas como
Armero donde asesinaron al párroco y en San Diego en donde retuvieron al padre
Daniel, en Victoria no se desató la violencia. En la mañana del domingo 11 de abril se celebró una misa campal y el
doctor Cataño leyó la Oración por la Paz pronunciada meses antes por Gaitán en
la Marcha del Silencio donde se pidió al
régimen de Ospina Pérez el respeto por la vida.
Ante los rumores de un
ataque , la Junta Revolucionaria solicitó apoyo a sus copartidarios de Honda y La
Dorada. A las cinco de la tarde la gente se arremolinó en la calle principal y
la banda de música acompañó con sus acordes a cien voluntarios de Honda que
llegaban a reforzar las fuerzas victorianas.
A medida que llegaban noticias de Bogotá y Manizales y
era evidente el declive del levantamiento
popular en todo el país, cundió el nerviosismo en Victoria, cuyos
habitantes empezaron a pensar lo peor
con las retaliaciones y el desquite de los contrarios.. Estallaron crisis de
nervios y ante la escasez de víveres y el temor a los conservadores
locales, los hombres llegados como
refuerzos desde la Dorada pretendieron
saquear los establecimientos comerciales de los oponentes políticos, pero
fueron detenidos en su intento por la Junta Revolucionaria que no solo protegió los negocios sino
la integridad física de los conservadores a quienes asilaron en sus casas.
Para mantener unida la
comunidad y bajar el estado de tensión que la agobiaba la Junta Revolucionaria organizó un acto público. Frente
a la Casa Consistorial se levantó un tablado y mientras unos vigilaban
el resto de la población presenció el espectáculo amenizado por Arcesio Ocampo, Antonio Martinez y otros bambuqueros. El acto concluyó con
Chucho Valenzuela, un formidable cuentista que
habló de las increíbles aventuras del inglés Alberto Millican, un
descubridor de orquídeas, famoso en Inglaterra, que recorrió los Andes colombianos, se radicó
en Victoria, participó en la política y murió asesinado en una cantina de la
localidad en julio de 1899.
David Jimenez fabricó bombas con cachos retacados con pólvora y
metralla y con escopetas decomisadas en el sitio de Marsala el grupo de Boquerón reforzado por el
Escuadrón de Macheteros trabó combate con una
columna motorizada que avanzaba
en medio de la noche. . Tras media hora de balacera y de estallido de bombas los victorianos se dieron cuenta que no estaban enfrentados a los conservadores sino
a un pelotón del ejército en tránsito hacia San Diego.
TERMINA LA REVOLUCIÓN
El alzamiento en Victoria se
alargó debido al aislamiento de la zona que impidió conocer oportunamente los
sucesos nacionales. No fue una toma cruenta ni se cometieron desmanes, en
realidad primó el espíritu de concordia
y tolerancia que Ñito Restrepo había
abonado entre sus amigos victorianos y
sigue acompañando a los vecinos de ese bello municipio.
La fuerza pública retomó
incruentamente la población de Victoria e inició algunos procesos contra los
integrantes de la Junta Revolucionaria. A Fabio Gutiérrez lo detuvieron en el
caserío de El Llano y lo obligaron a caminar descalzo por las calles empedradas;
se intentó incendiar el almacén de Luis Eduardo Isaza, presidente de la Junta y
Julio Cifuentes tuvo que abandonar la población y radicarse en La Dorada donde
fundó el “Churumbelismo Dialéctico”, una
corriente filosófica que influyó en la formación política y cultural del
puerto.
Karolina
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