BONAFONT

 

DON ANDRÉS HIGINIO Y  EL PUEBLITO DEL PICARÁ

                                             Cerro de Picará
 

Bonafont es un corregimiento de Riosucio, con muchísimas historias y vestigios de una cultura  con raíces umbras y emberas,  que lamentablemente están desapareciendo opacadas por las influencias foráneas.

Este pueblito limpio, con calles pavimentadas, de raza indígena y musical honró   la memoria de  Bonifacio Bonafont, un cura santandereano desterrado por los centralistas de Antonio Nariño cuando  vencieron  a los federalistas en El Socorro. El padre Bonafont  fue fundador de Riosucio, el primero que cultivó café  en las tierras caldenses y un gran patriota que sembró la idea de la Libertad entre los combatientes del Ingrumá que lucharon contra los realistas  en las sierras quiteñas.

Los comuneros  de las parcialidades de Riosucio y Quinchía poblaron la explanada donde hoy se levanta Bonafont. La aldea fue un enclave guerrillero durante la guerra de 1900  y en ”La República Liberal”, que abarcó desde 1930 a 1946,  se convirtió en un centro de producción de aguardiente tapetusa y de chicha y el teatro de sangrientos enfrentamientos entre los contrabandistas y la fuerza pública. En la época del Frente Nacional el territorio de Bonafont fue parte de los dominios del “Capitán Venganza”; allí operaron algunos de sus lugartenientes y se otorgaban los salvoconductos para poder circular por la zona.

Sin cronistas, con los riosuceños ocupados con sus Carnavales del Diablo, a muy pocos les ha interesado el pasado de Bonafont. Las tradiciones  trasmitidas por los ancianos y las  leyendas convertidas en coplas  son  todo lo que queda de esta comunidad  campesina minimizada  por los mestizos de la cabecera municipal.

 CON LOS OJOS DEL ALMA

En 1985   don Andrés Higinio Largo Guapacha, con  103 años de  vida ya  no veía, pero  conservaba una memoria prodigiosa. Una tarde de diciembre  el viejo combatiente sentado en el corredor de su rancho, empezó a hilar los recuerdos, mientras las sombras arropaban al cerro Picará y las  volutas de humo de su chicote parecían envolver los tiempos pasados.

“Por los lados de “Las Cuevas” – empezó a contar don Andrés  mirando al vacío con sus ojos nublados-  el capitán Eleazar Largo con su compañía de escopeteros de San Lorenzo hizo correr en 1900 a los guerrilleros de  David Cataño hasta que se le perdieron  en medio de la maleza”. “Eran tiempos de  machos”- agregó don Andrés-  “En el rancho de al lado  velaron los cadáveres de León Becerra y José Jesús  Villada, muertos en combate contra la banda de Manuel Ospina  y  en la capilla velaron varios hombres de Ceferino Murillo.”

Las volutas parecían atraídas por el Picará y don Andrés con tantos silencios guardados  continuó su relato:

LA EMBOSCADA EN ” EL SILENCIO”

A la edad de 18 años don Andrés se unió  a la tropa de Emiliano García-    “Nosotros esperábamos refuerzos  del Chocó -recordó el anciano- pero se demoraban, así que sin municiones y pocas armas los jefes se vieron obligados   a marchar a  Salamina a quitárselas al enemigo. El dos de julio de 1900 la guerrillerada de Bonafont y Moreta cruzó el río Cauca; era una columna compuesta por macheteros y tiradores armados con escopetas perteneciente a las bandas de  Salvador Ospina y Emiliano García que desde principios de la guerra habían  sembrado el terror en Filadelfia, Riosucio y Neira”.

Los preparativos  de los alzados en armas  se filtraron hasta el campamento gobiernista y el  general  Carlos Londoño, comandante de las fuerzas conservadoras acantonadas en Manizales,  preparó una emboscada en el sitio de “El Silencio”  no lejos de la  aldea de  El Morrón. El  general Carlos Londoño avanzó  con su fuerza durante la noche, sin hacer ruido, y se camufló en la maleza por el camino que necesariamente tendrían que recorrer los enemigos en su ascenso a Salamina

Al amanecer, los liberales se aproximaron al sitio de “El Silencio”. En una barranquita Andrés Higinio Largo  apoyó un pie para amarrarse una cotiza, sus compañeros se detuvieron y se recostaron  al lado del la trocha para descansar unos minutos. Fue entonces cuando Andrés  miró  hacia el monte, vio un fogonazo y cayó herido en una chamba; un balazo  derrumbó a  Juan María Soto, otro a Silverio Morales; el capitán  Felipe Rojas disparó contra el enemigo invisible  y un tiro le destrozó la frente;  Mariano Flórez se arrojó  machete en mano  hacia el monte pero fue abatido por una lluvia de perdigones; resonaron las descargas y  los guerrilleros cayeron tendidos como trigo segado  En ”El  Silencio” perecieron 55 vecinos de Bonafont; ni una cruz, ni una lápida recuerda su paso por este mundo. De puro  milagro sobrevivió Andrés Higinio Largo, pues al caer herido  se confundió con la maleza;  allí esperó  pero los gobiernistas no lo vieron. Al cabo de un tiempo la tropa enemiga se alejó sin una baja  y  Andrés Higinio  como pudo llegó hasta la hacienda El Ciruelo, al lado del río Cauca, donde lo atendieron manos amigas.

ATRÁS QUEDÓ  EL “PICARÁ”

A un  lado de Bonafont se levanta una imponente mole que ahora llaman Cerro Clavijo pero en tiempos idos se le conoció como Cerro Picará.  Andrés Higinio extrañaba la imagen del  Picará que  tantas veces admiró bañado por la lluvia y rodeado de nubes... “¡Una vez me despedí del cerro con lágrimas en los ojos como si fuera mi novia amada o mi querida mamá!- recordaba el viejo -.Fue a principios del 15 de febrero de 1901 cuando el capitán Estanislao Medina reunió a sesenta y seis hombres en la placita del  pueblo para proponernos la movilización hacia el Chocó, pues estábamos a punto de ser aniquilados por las  tropas conservadoras que se desplazaban desde Cartago y Manizales. Todos éramos muchachos muy jóvenes; entre ellos estaba Toribio Anduquia, el sargento Olaya, el sargento Ascensión Pescador, el cabo Julián Tapasco y otros cuyo nombre a veces recuerdo. Don Emiliano García nos despidió con un discurso, seguimos por Mampay hacia el Chocó y llegamos a Tadó donde el comandante de plaza era el coronel Bolaños. Después continuamos hasta San Pablo, un poblado a orillas del Atrato  y allí  formamos la Compañía Suelta de Tiradores bajo  el mando de Anduquia.

Por los lados de la Boca de Campadó  merodeaba el guerrillero conservador Federico Arboleda, quien sembraba el pánico en la  región. Anduquia, el Timbiano y yo- continúa narrando  Andrés Higinio-  fuimos asignados para capturar a  Arboleda y así los hicimos. Con sigilo llegamos a su campamento y lo sorprendimos bañándose en el rio, lo atamos y se lo entregamos al coronel Bolaños, quien lo fusiló  de inmediato.

Fue una época dura. Luché en El Anime, en San Pablo, en Andalucía y en Tres Esquinas. Al llegar la paz me habían ascendido a cabo y con el pago que nos hizo el general Herrera,  regresé a Bonafont y  aquí me tiene viejo, pobre, ciego, solo y enfermo.

La noche llegó, Bonafont se cubrió de sombras y el Picará se iluminó en los recuerdos del abuelo.

Comentarios

  1. Deslumbrante relato, me impulsa a estudiar y conocer a fondo esta historia que es el origen de una parte de mi vida!

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  2. Que bueno saber la historia pero una historia verdadera no con relatos ficticios no podemos ser protagonistas de sucesos que se acomodan al bienestar de una cultura de un pueblo que aún está en condiciones de investigacion.

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