ALFREDO CARDONA TOBÓN Y LA HISTORIA REGIONAL


Entrevista de Alberto Rivera

                                           Alfredo Cardona Tobón


La historia ha sido su pasión. Fuera de una inmensa vocación demostrada, posee un talento especial convertido en curiosidad y afán de investigar para dilucidar los enmarañados procesos del pasado.


De ahí su seriedad intelectual para acertar en sus tantos estudios que en su mayoría desmitifican las teorías sostenidas desde siempre para justificar íconos o encubrir hechos.


Eso lo ha caracterizado porque no traga entero ni se remite a las citas de otros, y gracias a sus investigaciones ha logrado poner un punto muy alto en sus trabajos, porque tiene un método y lo sigue al pie de la letra para llegar a la verdad de los hechos.

Lo suyo no son unas cifras ni unos datos fríos, sino un camino para llegar a la raíz de los sucesos que después narra con una calidad literaria que encanta y que mete al lector en la historia como si lo escuchara de sus abuelos... es la historia desde la gente.


Hablamos del historiador Alfredo Cardona Tobón, nacido en Quinchía en 1938. Desde muy joven su familia se trasladó a Medellín, ciudad donde terminó su bachillerato y cursó la carrera de ingeniería mecánica.


Trabajó en empresas como Acerías Paz del Río y Cementos Samper, entre otras, y paralelamente a su profesión su vida ha girado en medio de la historia como soporte vital de su destino.

"Estoy trabajando en esto desde que tenía 25 años y tengo 82 años, he escrito cantidades de cosas, más de ochocientos artículos, me han publicado libros y otros están para publicar", afirma con un entusiasmo a flor de piel cuando habla de su labor intelectual.



He publicado " Ruanas y bayonetas", "Quinchía mestizo", "Indios, curas y maiceros", "Los caudillos del desastre" , “Crónicas de Opirama”, “La Historia Rural de Pereira”  y estoy trabajando con otros académicos  "Historia a través de los caminos",  una obra patrocinada por Autopistas del Café..


Se le reconoce como uno de los historiadores de mayor peso en el país y sobre todo en la región del Eje Cafetero, de la cual es un enamorado de su pasado del que dice tiene mucho todavía para contar, a pesar de todo lo que ya se ha dicho.

¿La historia de Pereira si es como nos la cuentan?


- La historia de Pereira está todavía por escribirse. La que escribió Hugo Ángel Jaramillo es una historia muy bonita, la historia rosa como la de Parsons sobre la colonización antioqueña, esa es una visión respetable y con mucho respaldo histórico pero es una faceta, faltan muchas facetas por descubrir. Por ejemplo al padre Cañarte le dan muchos méritos, pero lo único que hizo fue  misas y ayuda espiritual a los feligreses, pero no fue el motor del desarrollo de Pereira que no fue individual, fue comunitario y no dirigido sino espontáneo. Todavía hay mucha cosa por averiguar. De Condina, por ejemplo, se ha hablado muy poco, así como de Nuestra Señora de las Nieves y de Pindaná de los Zerillos y fuera de eso Pereira fue un fortín radical liberal que sirvió de punta de lanza a los radicales caucanos y eso falta por explorarlo y profundizarlo.


¿Nos identificamos más con los caucanos que con los antioqueños?


- Pereira tiene ancestros y raíces caucanas, pero también antioqueñas. Los caucanos como los Ormaza le dieron impulso a Pereira, pero los que le dieron fortaleza y la hicieron ciudad fue la gente de Pácora y de Salamina que vinieron aquí a montar empresas y almacenes, a los Marulanda hay que tenerlos en cuenta porque fueron motores de progreso y desarrollo y eran antioqueños. Pereira es un híbrido de caucanidad y de antioqueñidad. Por eso es difícil el tema de la identidad pereirana y por eso Pereira es tan distinta a Manizales y a Salamina por ese toque caucano que tiene.


¿Dónde reposan los datos más activos de la historia de esta ciudad?


- Nos toca ir más al archivo del Cauca, en Popayán, porque esto fue caucano hasta 1905 y mucha parte de la historia de esta región es caucana. Otros archivos perdidos son los parroquiales que son muy difíciles de consultar porque a veces no hay acceso. El archivo de Cartago está virgen y la historia de esta zona está en esa población y también datos de Condina, de Huertas, de Pindaná de los Zerillos. Cuando llegaron los primeros colonos había comunidades indígenas por esta zona y no se sabe qué pasó con ellas, cosa que todavía no se ha aclarado.

¿Qué le llama la atención de la historia de Risaralda y de Pereira?

 

- He manejado la historia de la banda izquierda del río Cauca, de la parte que constituyó antiguamente la provincia de Marmato hasta Toro en el Valle y que coge a Riosucio, Supía, Balboa, Santuario, La Celia, Belén de Umbría y el norte del Valle. De la parte risaraldense creo que he hecho una amplia investigación que infortunadamente no está publicada. Si se publicaran cosas de narcotráfico, de escándalos y demás los libros se venden y hay quien los publique, pero cuando se habla de historia ni el gobierno ni las universidades ponen un peso.

¿Cómo un ingeniero mecánico termina de historiador?


- Cuando estaba niño mi abuelo me contaba las historias de la guerra y de las colonizaciones, él fue uno de los fundadores de un pueblo que se llamó El Rosario y que ya desapareció, en la parte alta de Riosucio. Pero fue en Paz del Río cuando conocí a Gabriel Camargo Pérez, un historiador boyacense autor del libro "Del barro al acero" cuando me encarreté con la historia.

¿Qué compartía con Camargo Pérez?


- Salíamos a esos pueblos de Boyacá y empezaba a hablarme de lo que había pasado en cada población y eso lo amarra a uno. Luego empecé a trabajar tanto con la ingeniería como con la historia al mismo tiempo, porque son dos cosas que se complementan.


¿Cómo lo hacía?


- Hay una parte de la ingeniería mecánica que habla de la causa-raíz. Un ingeniero mecánico no arregla y diseña solamente, sino que se fija en qué fue lo que ocurrió para que la máquina se haya dañado, dónde falló, y busca el origen; y eso es lo que debe hacer un historiador, debe ir a la raíz, a la causa primaria, porque la historia no es solamente una narración escrita sino que debe tener prospectiva, mejor dicho, la historia con aplicación de ingeniería.


¿Cuál fue su primera incursión histórica?

 

- Una vez en Quinchía pregunté quién había escrito algo sobre la historia de esa población y me dijeron que allí no había historia, pero me acordaba de las que me contaban mi abuelo y mis tíos. Así que empecé a indagar y lo que pasa es que allí no hay archivos y no se conoce además su destino, entonces me metí por los lados del Cauca, de Popayán, por los pueblos del norte del Valle, y empecé a reconstruir la historia de Quinchía. Pero lo que pasa es que la historia no está amarrada a lo local, ni a un punto, ni a una comunidad, sino que tiene eslabones y uno termina una cadena y sigue otro eslabón. De Quinchía que tiene una historia riquísima pasé a Riosucio, a Anserma, pero eso no me explicaba tampoco las cosas. Entonces estudié toda la banda izquierda del río Cauca, pero esa zona no existía sola, había que trabajar también con Antioquia y poco a poco se fueron recogiendo los datos.


Es más, ya no solamente es la historia local o regional sino que eso tiene implicaciones de todo el mundo, es decir, lo que pasa en una pequeña comunidad está enlazado con el mundo. He trabajado con la historia latinoamericana y la universal que tenga que ver con los hechos que nos interesan en esta región.

Lo destaca su manera de narrar la historia, desde un punto de vista muy literario. ¿Ese estilo de dónde le viene?


- Eso es ambientar la historia que nos enseñaron de antes, que era con unas fechas y unos nombres y eso era jarto y no lleva a ninguna parte y por eso es que a los muchachos de hoy no les gusta. Hay cosas que de pronto se aplican en materia de imaginación pero no en los hechos. Por ejemplo, si hay un dato que afirma que en un conflicto a los protagonistas se les atascaron los cañones es porque ese día hubo un aguacero y uno se va metiendo para recrear esos momentos, o cuando hubo una batalla muy cruenta uno se pregunta qué hacían para que no le diera miedo a los combatientes y uno averigua que les daban aguardiente con pólvora, y así se van incluyendo accidentes y cosas circunstanciales que no cambian la historia, pero que la hacen amena.


Usted consigna en uno de sus libros los relatos sobre las guerras en esta zona. ¿Cómo fue esa investigación?


- Fue muy difícil y compleja, hubo que empezar por averiguar en las actas de defunción de los despachos parroquiales. Por ejemplo un caso concreto, en Apía no se oye hablar de combates en las guerras civiles pero analizando los archivos parroquiales se da uno cuenta que en determinado día hubo 8 defunciones y decían que habían muerto por causas violentas, pero se piensa que hubo un problema grande, luego se remite a las gacetas del Cauca para esa fecha de los hechos y se encuentra que hubo una rebelión radical en Apía y uno va hilando los hechos y reconstruye todo eso. Me siento muy satisfecho de lo que he hecho porque he desenterrado muchas cosas que no están en los textos de historia.

¿Qué historiadores destaca?

- Hay un personaje clave que es Otto Morales Benitez, pero más que por los muchos libros que ha publicado porque ha motivado a la gente a que trabaje con y por la historia. El otro es Indalecio Liévano Aguirre, hay que leer sus libros para ver la otra cara de la historia, tumba un montón de ídolos y de mitos. Hay otro personaje importante que es Ariel Escobar Llanos y su libro "Historias del viento en la cordillera", para mí es el mejor libro que se haya escrito en esta zona, y "El río corre hacia atrás", de Benjamín Baena Hoyos. En Risaralda están don Emilio Gutiérrez Díaz y Jaime Ochoa que han recogido la memoria y los libros escritos por la gente de esta zona. Y en la región Jorge Eliécer Zapata Bonilla, Albeiro Valencia Llano, Víctor Zuluaga y Octavio Hernández.


¿Para qué sirve la historia?


- Hay que propender por una historia que sirva para que nos explique por qué somos violentos, cómo somos de una manera u otra y cómo hacemos para torcer el destino, para eso sirve la historia y los políticos deberían ser los más interesados en la historia y los planificadores también porque lo que somos ahora no es gratuito, eso tiene unas raíces y si se lograran estudiar y ver de dónde vienen los problemas se podría enderezar el rumbo.


Las aldeas fantasmas de Risaralda


"En Risaralda hubo una serie de pueblitos que desaparecieron, yo los llamo las aldeas fantasmas de Risaralda y son Tachiguí, un pueblo indígena cerca de Belén de Umbría que sirvió para que naciera esa población; un pueblo que se llamó Papayal, fundado por unos mineros de oro en Quebradagorda, lo que es ahora Apía, ese pueblo creció, lo volvieron municipio, en la historia caucana figura y de un momento a otro desapareció, no se sabe cuándo ni por qué. Además Pindaná de los Zerillos por los lados de Cerritos, Nuestra Señora de las Nieves por esa misma zona, Condina y Huertas, tengo mucha información y estoy trabajando en eso para un libro que se va a llamar "Las aldeas fantasmas de Risaralda". Estoy trabajando en otros dos libros que son "Mujeres, banderas y próceres" y "El fortín de la montaña" que habla de todas estas tierras de la frontera entre Antioquia y el viejo Cauca.

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