CRÓNICAS DE OPIRAMA:
SEMBLANZAS Y EPISODIOS DE UNA PATRIA
INCONCLUSA
Angel María Ocampo
Alfredo Cardona Tobón no necesita presentación. Pero
no nos resistimos al deseo de comentar su nueva obra “Crónicas de Opirama”
editada en Pereira en días pasados. Un libro cuyo contenido condensa el estilo
y la amplia experiencia literaria e historiográfica del autor.
En las líneas de esta nueva
creación, el autor deja ver en su trasegar por los caminos, por las ideas, por
los principios y por las ansias de libertad de los pueblos que le han servido
de patria material y espiritual. Allí encontramos la explicación de ese afán
insaciable por conocer y escribir sobre la historia de los movimientos sociales
y populares de la región caldense, en especial del occidente del Viejo Caldas,
donde están sembrados Quinchía, su pueblo natal, Anserma, Riosucio, Supía, Marmato,
Apia, Risaralda, Belalcázar, Guática, Belén de Umbría y muchas aldeas más,
ricas en historias de lucha por la libertad. Explicación que está afincada no
solo en el recuerdo de las vivencias familiares del pasado alrededor de las
batallas sociales de las comunidades indígenas y mulatas del occidente de
Caldas, sino también en una herencia ideológica marcada por la sed de justicia
por la que se ha luchado desde tiempos inmemoriales y cuya búsqueda se eterniza
en el transcurso de un tiempo que se resiste a traer venturosos desenlaces.
Alfredo Cardona Tobón es un escritor que ha abrevado
fundamentalmente en los relatos orales de la comunidad. Las canteras de sus
relatos están primero en las narraciones de su padre Luis Ángel Cardona, un
líder popular de las primeras décadas del siglo XX en Quinchía, que siembra en
la prodigiosa memoria de su hijo, todas sus andanzas, vivencias y recuerdos.
Luego en los relatos, cartas, archivos
personales y notas escritas de su tío el sacerdote Marco Antonio Tobón, el impulsor
de la desaparecida aldea de El Rosario, entre Riosucio Caldas y El Jardín
Antioquia. Y continúan en los recuerdos
de los diálogos, testimonios y narraciones de campesinos de estirpe antioqueña,
tolimense y caucana, ignorados en las canteras de las historias oficiales.
Heredero de este legado cultural, ideológico e intelectual de enorme valía, el cronista e historiador
mezcla las fuentes de la tradición oral con los archivos de las parroquias,
notarías, juzgados y alcaldías para recrear semblanzas y episodios de
incontrastable acento garciamarquiano, que de manera didáctica ilustran lo que
han sido las gestas dolorosas de esta patria inconclusa y desgarrada.
Crónicas de Opirama
pertenece a la saga de otros libros del mismo autor, cuya lectura nos conmueve por el rescate que hace de personajes y
episodios de la vida popular de la región caldense: Ruanas y Bayonetas,
Quinchía Mestizo, Curas y Maiceros, Los Caudillos del Desastre, Pereira:
Historia y Memoria, Historia Rural de Pereira. En el capitulo sobre “Sotanas”
fluyen entre otras, en breves semblanzas y en amena prosa, las figuras del
sacerdote Daniel María López y sus andanzas fundacionales por el oriente de
Caldas, del religioso español Ezequiel Moreno y sus andanzas misioneras por las
regiones de Pasto y Casanare; del padre Marco Antonio Tobón y sus gestas en las
aldeas de El Rosario, Riosucio y La Montaña; del padre Anselmo Estrada
Restrepo, el apóstol de las trochas de Arenales, hoy Belén de Umbría; del padre
Baltasar Vélez y su misión pastoral en el sur de Antioquia; del beato Esteban Maya Gutiérrez y
su inútil sacrificio en la tragedia de Ciempozuelos; del obispo Miguel Ángel
Builes y sus polémicas actuaciones en las
gestas conservaduristas de mediados del siglo XX; del sacerdote Manuel
Canuto Restrepo y los combates que lo inmortalizaron con es despectivo
remoquete de “Monseñor Trabuco”; del padre Antonio Valencia y su Cristo de
Belalcázar; de Miguel Ángel Melguizo y su labor en Marulanda; de Remigio
Antonio Cañarte y la fundación de Pereira, en fin, de muchos clérigos más,
anclados en una u otra orillas de los debates partidistas de la historia
política colombiana.
En la sección de los
”Guapos” aparece la carnadura humana de
aquellos a quienes la historia oficial ha inmortalizado como crueles
infractores de la ley, pero que en el fondo representan a las víctimas de las
inequidades sociales, obligadas a trasnsormar sus personalidades de de
pacíficos campesinos en sanguinarios vengadores de los que no tienen fuerza ni
voz. Así vemos a a Roberto González
Prieto, “Pedro Brincos”, Evaristo Pescador y la guerrilla de Manuel
Ospina;Roberto Uribe Celanda, el valiente soldado de la guerra de los Mil Días;
Pedro Narváez el zapatero de la Rebelión
de los Bolcheviques del Líbano; Manuel Quintín Lame; María Cano; Alberto
Cendales Campuzano y muchos más.
Y en la sección de los “Guarnieles” ,caben como
en los haberes del carriel paisa, las estampas literarias de la ruana, los
tesoros de Mangarracho, el sancocho del condumio campesino, las andanzas de Pantaleón González, el hijo del Señor de la
Tierra, la muerte de Clemente Castañeda, la colonización del Alto del Rey, hoy
Balboa por campesinos procedentes de San
Bartolomé Pácora; el ministerio sacerdotal del padre José Ignacio Pineda y
muchos relatos más.
Crónicas de Opirama es en
síntesis un conjunto de historias y
leyendas nacidas en la cantera cultural
del occidente caldense que en noventa y tres breves crónicas hacen referencia a
la lucha interminable y quijotesca de los ignorados campesinos, por una patria
digna y justa.. Cardona Tobón tiene el talento apropiado para introducirnos en
unos amenos y envolventes relatos que pese a su brevedad, y en gracia de su
capacidad para la acción y el suspenso, bien pueden servir para inspirar guiones cinematográficos.
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