LA VIOLENCIA POLÍTICA EN ANSERMA CALDAS


LA ESTIRPE DEL GUAYACÁN

-Carlos Arturo Ospina Hernández-

 

EMPIEZA LA VIOLENCIA POLÍTICA EN ANSERMA CALDAS

 


El 4 de septiembre de 1947 a feria que se realizaba habitualmente en la empedrada Plaza Ospina, que servía también como plaza de mercado los sábados y domingos, estuvo particularmente concurrida. Era un· verdadero torrente de vitalidades .Una condensación de fuerzas humanas y animales; de negocios y aguardientes; de risas y regateos; de pueblerinos asustados con lo toros bravos, los caballos briosos y desbocados haciendo chispear sus herraduras; de campesinos burlescos; de corrales repletos de ganados empujando sus cercas de guadua.

 

Un disparo retumbó en este ambiente cargado de fuerzas explosivas .En el café de la esquina nororiental de la Plaza dos viejos rivales, cada uno por su lado, bebían las copas que habrían de servir de aperitivo a la estampida. Hicieron lo propio de aquellos personajes que son identificados con un alías y no con un nombre: El Celoso, de Belén de Umbría, era un conservador peligroso y rudo, el Sordo Jiménez, ansermeño era un liberal de una familia de carniceros, igualmente peligroso y rudo

 

El Sordo disparó contra el Celoso y éste recibió una herida en una pierna En seguida huyó en dirección a la casa de don José Castaño, su copartidario y Síndico del hospital de Anserma. Las turbas lo siguieron y una vez se apostó en la casa de don José comenzó a disparar contra quienes querían apresarlo. Varios animales fueron heridos y la confusión se generalizó .Una volqueta del municipio llegó al rescate del agresor. La feria tuvo un empolvorado fin.

 

Ramón Hemández guardaba un corral con algunos caballos que quería negociar, atento a lo que ocurriera. Los conservadores se aglutinaron en tomo a él y los condujo por la Cra.  paralela a la Calle Real, en dirección al Parque Principal. Mientras tanto Arturo Zuluaga, yerno de don Ramón Giraldo, el músico Bernardo Moncada, y otros conservadores bajaban por la Calle Real, en donde Arturo Ramírez Correa, jefe liberal, tenía organizados a los carreteros al servicio de la Personería, los cuales eran dirigidos por Emilio Osorio Arroyave a quien le decían «El Peligroso».

 

En el primer encuentro resultó muerto el músico conservador Bernardo Moncada, quien expiró al pie de una araucaria de la esquina del parque en la cual se resguardaba. Arturo Zuluaga recibió un disparo justo en la hebilla de la correa y así se salvó de la muerte.

Los liberales apostados en el café Casablanca como Ernesto Ospina, yerno de don Jerónimo Ortiz, además del mismo Emilio Osmio, fueron heridos en las piernas. A Augusto Orozco, Inspector de Tránsito, lo sacaron del café Imperial, gracias a los buenos oficios del conservador Arturo Herrera, su pariente, quien una vez lo tuvo en su casa, lo disfrazó de mujer y así logró huir a Pereira. Al Personero Aníbal Alvarez le fue perdonada la vida cuando huía y frente a su casa, por la intervención de su esposa, quien era una hija del celebre educador y patricio conservador, don Santiago Gómez Branch. Lo hirieron en las piernas y lo desterraron a Pereira.

 

Al cremero Antonio Blandón, quien desafiaba la turba gritándole vivas a su partido, lo mataron en el Parque Arango Zea, a la salida del pueblo. A Jaime Obando, reconocido enemigo de los conservadores, un tiro le Rozó la nariz y la frente, al asomarse al balcón de su casa, en la plaza Ospina, a pesar de que uno de ellos, don César Mejía, le aconsejó entrarse Y permanecer en lugar seguro.

 

El  mismo don César quien tenía un Taxi modelo 40, inscrito en la Empresa Uníón', lo llevó al hospital para que lo curaran Don Robelio Quintero Garrido, dirigente liberal, tuvo que huir en el portamaletas de un automóvil a Pereira.

 

Después que fueron expulsados todos los liberales considerados sectarios, viníeron las medidas para enfrentar su contra-ataque. Se establecieron unas cuerpos de vigilancia entre los jóvenes conservadores para que cuidaran el poblado. Algunos de estos ya influídos por la visión «cowboy» de la vida según Hollywood, y más impresionados por  los tipos humanos que el cinematógrafo les presentaba que por las lecciones de rectitud de sus mayores, empezaron a obrar arbitrariamente contra cualquiera que fuera liberal, comportándose como una fuerza de choque.

 

Los mismos conservadores se les oponían, y empezaban a proteger a su amigos liberales que no tenían porqué ser molestados. Pero más de una injusticia y varios crímenes fueron cometidos. Algunas personas fueron asesinadas por el mero hecho de manifestarse, en medio de tragos o por mera emotividad, contrarios a los conservadores. iOtras sufrieron persecuciones por ser liberales. El comerciante Luis Ortíz, conservador, tenía que acompañar al joyero Ricardo Usma, liberal, hasta su negocio, para evitar que lo mataran en el  camino.

 

El mismo Ramón Hemández tuvo que proteger a don Arturo González, Su antiguo trabajador en la finca llamada La Lorena, y quien poseía una cacharrería vecina a su residencia, de los furores sectarios.

 

 

Los EMIGRADOS

 

Los emigrados, fuera de un violento desarraigo, tuvieron que pasar por situaciones que contribuyeron a amargar más su stuación.  Muchos vendieron sus propiedades a precio vil. «Ñoño», hijo de donJavier Henao y perito de tránsito, tuvo que vivir con su familia durante un año en un camión en Pereira.

 

El café Astor de la Plaza de Bolívar de esa ciudad, se volvió el fortín de los liberales emigrados, nadie garantizaba la vida del conservador que se atreviera a entrar allí.

 

Los más recordados fueron: Néstor Alvarez y familia, propietarios del Almacén Francés y pioneros comerciantes; Germán Alvarez, médico, Gonzalo Orozco, empleado del municipio; el «Ñoño» Velázquez, un carnicero beligerante; Arturo Ramirez Correa, quien fue asesinado en  1948, cuando regresó a Anserma a visitar la finca de su propiedad; Alberto Branch y Eduardo Branch, estos salieron por simple temor, pues eran muy respetados y considerados por todos; Alberto Piedrahíta, funcionario del municipio; y Manuel García, «Carramplón», portero del equipo de fútbol municipal que desde siempre se ha denominado El Alférez Real.

 

En esa atmósfera cargada de pánico que tomó cuenta de la historia ansermeña hasta 1951, ellos eran presentados como unos demonios sedientos de venganza que regresarían algún día, para lo cual los conservadores tenían que estar preparados. Estas aprensiones se alimentaron especialmente de un atentado dinamitero que hubo contra Ramón Hemández y su familia. Este vivía por ese entonces en la finca La Siria y contaba con siete hijos y una nieta. La estancia tenía todos los ingredientes que hacían agradable la vida rural en esos tiempos: patios empedrados, jardines internos en donde generalmente reinaban novios, geranios, azaleas, lirios y plantas ornamentales, cuyos nombres solamente sabían las señoras que tanto las cuidaban y multiplicaban, tales como boca de león, llamas, zapatos de obispo, etc.

 

Para alegrar la vida de Matilde, Ramón no le faltaba con aves de especies exóticas, para esos lugares, como pavos reales, que la admiraban con el regio despliegue del maravilloso y gigantesco abanico de su cola, considerado por ella uno de los espectáculos más hermosos de la creación, un verdadero vestigio del Paraíso Terrenal. No faltaban también palomas de distintas variedades, gallinas de todos los tipos,y gatos de raza.

 

Allí se gozaba del mismo ambiente de la finca de los tiempos de doña Celsa, pero aún más enriquecido y refinado. Además sus cafeteras y ganados eran envidiables.  En los corredores de la casa que daban al exterior, intentaron meter una carga de dinamita lo suficientemente potente para volar la casa. Más se demoraron los asesinos en levantar una de las tablas del corredor externo, que en salirles al encuentro un perro criollo, llamado Ben-Hur de pelambre amarilla y conocida fiereza. Rápidamente encendieron la mecha de los explosivos, y se ubicaron en un lugar seguro, para encender la. mecha de los explosivos, y se ubicaron en un lugar seguro, para disparar contra quienes sobrevivieran al atentado.

 

La explosión se escuchó en todos los contornos de la cordillera. Muchos vieron el despliegue de la detonación en sus efectos destructores, al presenciar como algumas partes de la casa volaban por los aires.

 

La familia se salvó de milagro. Su hija Olivia estaba absorta pintando un cuadro al óleo, el cual representaba un panorama apacible, que servía de fondo a la escena de dos garzas, blancas y encopetadas, mirándose mientras estaban bien paradas en el lecho de una pequeña y transparente quebrada.

En el aislamiento de su alcoba no atendió ni a ladridos, ni a las voces de alarma, y cuando menos pensó, le cayó una puerta encima, que en últimas la salvó de ser aplastada por una tapia que se desplomó enseguida, al servirle de escudo.

Los otros conversaban en el corredor de atrás, y Gildardo, uno de los hijos, quiso enterarse de la razón por la cual ladraba el perro, y entonces vio a los hombres que huían dejando la mecha de la dinamita encendida, avisó y todos corrieron al patio de atrás, abriéndose para sorprender a los atacantes. Después de la explosión sobrevino un intenso tiroteo, pero los agentes del atentado lograron huir.

Doña Soledad, la esposa de don Ramón Guevara, al asomarse al corredor de atrás de su casa, y ver desde las alturas del pueblo lo que ocurría en la de Hemández, exclamó:

 

- Ahora sí vinieron a matar a los tres Ramones.

 

A lo anterior se sumaba que Pacho Ortiz no le faltaba con un telegrama anual a Hernández, sentenciándole su fin.Y que en otra oportunidad un hombre fue a buscarlo a su casa en el pueblo, a donde se traslado a vivir, pues la vida en el campo ya no ofrecía seguridad a su familia.  

 

La residencia constaba de dos plantas, la de abajo se componía de un garage y de varios locales, la de arriba era la que propiamente se utilizaba como vivienda. Para subir de la calle a la segunda planta se tenía primero que tocar un portón, después se subía hasta la mitad de las escaleras y allí había un descanso y un contraportón, éste permanecía cerrado hasta que la empleada no recibiera la orden de abrirlo, para convidar a la visita a subir la otra mitad de las escaleras hasta llegar a un vestíbulo, alrededor del cual se distribuían las diversas dependencias de la casa, que generalmente estaba amoblado con silla.S y poltronas, en las cuales la gente se sentaba ,mientras salía la persona a quien iba a buscar.

 .

De acuerdo con el grado de amistad, o de respetabilidad, los visitantes se atendían en este lugar o se convidaban a pasar a la sala principal.

 

El hombre que llegó en esta oportunidad abrió sigilosamente el contraportón y cuando la empleada fue a darle el aviso de su presencia a don Ramón, quien descansaba en la cama junto con Matilde, apareció apuntando justo detrás de ella con su arma, contra el dueño de la casa. Este, más se demoró en ver el bulto detrás de la sirvienta, que en disparar contra él. El agresor, sorprendido, logró huir.

Arriba de la cabecera de su cama de matrimonio, Ramón y Matilde, tuvieron siempre un cuadro de la Sagrada Familia. Y en esa oportunidad se sintieron especialmente protegidos por Ella. Sus enemigos hicieron uso de hechizos y un buen día en que venía de regreso de su finca a pleno galope, sintió que lo estaban estrangulando sin saber quién, como pudo escapó, y apareció en su casa vapuleado y atónito.

 

-¿Qué le pasó Ramón? ... Elvia traiga agua caliente para que le hagamos una curación ... , decía Matilde al verlo, dirigiéndose a él y a su empleada. El ni sabía qué decir, agradeció y se quedó callado. Matilde mientras tanto le trataba los moretones, hablándole de otras cosas al percibir su mutismo. De repente le dijo:

- ¿se vino directo de la finca para la casa?

 

- Sí, pero en el camino empezé a sentir que alguien a quien nunca vi, me estrangulaba. De repente el ataque se acabó y pude seguir mi camino.

Doña Celsa que oía la historia, recomendó:

-Soy terciaria franciscana y tengo este cordón de San Francisco. Uévelo porque debe ser una bruja que lo está atacando.

 

- Mamá, yo no creo en brujas.

- Pero llévelo.

El siguió el consejo de doña Celsa. Sin embargo el ataque volvió a repetirse y casi lo ahorcan con el mismo cordón de San Francisco.

La esposa del agregado le dijo un día:

- Mete una barbera abierta bajo la almohada, que las brujas no se ven, pero. están presentes cuando atacan, y le tienen miedo a que en un forcejeo les corten la cara y las descubran, después de que aparezcan en la calle todas caricortadas.

- Rezo el Santo Rosario con devoción y estoy seguro que la Virgen permite que me molesten, pero no que me maten.

Si usó o no la barbera, no quedó claro. Durante mucho tiempo le sucedieron cosas increíbles. De repente salía para la fmca en la madrugada y se oscurecía todo a su alrededor, teniendo que quedarse quieto durante horas o, en ocasiones, veía girar materas y lámparas inexplicablemente.

Perseverando en sus ruegos a la Virgen logró conjurar los hechizos y salió un buen día del problema.

Sin embargo, cabalgaba sin temor, pues se sentía seguro de su hombría, y su lema era que «nadie se moría la víspera>>.

Adoptó como marca para sus ganados una cabeza de perro, como símbolo de gratitud para con el perro que lo salvó a él y a su familia .

 

 

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