EL ORO Y LOS LÍDERES DEL RESGUARDO CARAMBÁ


 
Alfredo Cardona Tobón
 
                                       Edith Taborda
 

Desde el año  2011 las empresas  “Quinchía SAS” y “Seafield Resources Ltd” han estado explorando el territorio de Quinchía  con el objetivo de explotar  el oro de su territorio. En el solo proyecto de Miraflores, la “Seafield Resources” ve la posibilidad  de extraer 705.000 onzas del precioso metal en los próximos catorce años y es inminente el peligro que corren las tierras, las aguas y la cultura de las comunidades que habitan los sectores mineros.

Por lo anterior  se ha empezado a actuar en defensa de los intereses del municipio, ante lo cual la “Seafield” pretende desvirtuar los derechos de los quinchieños haciendo creer que no se está atentando contra el medio ambiente ni se están amenazando las culturas nativas.

La  inmensa mayoría de los quinchieños desciende de los primeros pobladores de la región cuyo resguardo persistió desde la época colonial hasta  el año de 1948. Por Ley de la República propuesta por el senador  Otto Morales Benitez y sancionada por el presidente Mariano Ospina Pérez, desapareció el resguardo de Quinchía;  las tierras quedaron en manos de los ocupantes y las minas y salados en  poder del departamento de Caldas. En esta forma los grandes propietarios de las ricas vegas del rio Cauca retuvieron sus haciendas y desapareció la amenaza de las organizaciones indígenas que reclamaban las posesiones de sus antepasados.

Por fortuna los Aricapa, Guapacha, Ladino, Bartolo, Largo, Trejos, Mápura, Tapasco, Guarumo, Bartolo, Pescador, Gañán, Chiquito  y demás  clanes indígenas descendientes  de las etnias ansermas conservan parte de la cultura de los mayores; esto ha  permitido que desde mediados del siglo XX los campesinos de Quinchía se estén agrupando nuevamente  en  los resguardos Escopetera- Pirsa y en el Embera Karambá. El primero  comprende  varias  veredas de Quinchía y Riosucio y el segundo algunas veredas de Quinchía. El resguardo  Escopetera- Pirsa tiene reconocimiento legal y el  otro  adelanta los trámites de ley ante las autoridades nacionales.

EN LEJANAS ÉPOCAS

Desde la época precolombina los habitantes de la región de Guacuma explotaban  numerosas fuentes salinas y extraían oro de los aluviones y  de vetas que aún se están trabajando. Surgieron pueblos como Mápura y Opirama cerca de las fuentes y en Buenavista los españoles establecieron el Real de Minas de ese nombre. Esas riquezas junto con la caña de azúcar fueron la base de la economía quinchieña durante siglos. Pero ahora fuerzas oscuras pretenden que las comunidades nativas abandonen sus medios de supervivencia y permitan que las grandes trasnacionales se apoderen del suelo y del subsuelo que sostuvieron a sus ancestros.

Hace pocos meses la gobernadora del Resguardo de Karambá, Edith Taborda Guevara,  apoyada por el cabildo y la parcialidad indígena,  se dirigió al Tribunal Superior de Pereira que haciendo eco a sus demandas ordenó a la “Seafield Resources Ltd” detener las actividades hasta que el ministerio del interior certificara si  era cierto que no había indígenas en Quinchía. Obviamente  no los hay con taparrabos ni con plumas, pero muchos con su bachillerato y algunos con estudios superiores están empeñados en conservar su lengua, difundir sus leyendas y proteger una cultura que no desaparece pese a los embates del cristianismo y de quienes siguen intentando desplazarlos para dejar el campo a las compañías extranjeras que a cambio de jornales miserables van a contaminar las aguas y a secar las fuentes de vida.

Elmer Agudelo junto con Edith Bartolo y demás líderes de ancestro puramente quinchieño, han movido la opinión de la comunidad del  resguardo Carambá; sus  voces están resonando por los  cerros y hondonadas en forma tal, que jóvenes, niños, adultos y ancianos se están haciendo sentir  para manifestar su malestar con las políticas de un gobierno que le ha abierto las puertas a los depredadores del medio ambiente.

AL BORDE DEL PELIGRO

Hay que tener mucho valor para levantar la voz en ayuda de su gente; en la diaria labor los líderes quinchieños corren todo tipo de riesgos. A muchos, muchísimos quinchieños los han eliminado por su credo  político, para quitarles su tierra, por el oro, por las antiguas salinas… en las páginas de la historia local han quedado grabados con letras de sangre el recuerdo de los españoles, de los encomenderos, los paisas agalludos, de los “pajaros”, de los “chulavitas”   y de los  grupos de las AUC, el ELN, el EPL, las FARC, los  Urabeños y la delincuencia común.

 Los intereses en juego son muchos: las fértiles vegas al lado del río Cauca, el oro, los cultivos ilícitos, las aguas para la minería, la ocupación de la tierra… En las últimas elecciones los comuneros de Carambá  presentaron una plancha para el Concejo y un candidato para la alcaldía,  pretendían para hacer oir su voz y defender a su pueblo, pero poco lograron  ante otros grupos  que con respaldo económico ganaron las elecciones. Los indígenas de Quinchía están solos,  los mestizos que dominan el pueblo, y se creen paisas, no los están acompañando en su lucha y los dirigentes risaraldenses que debían atender el clamor de la comunidad  tan solo viajan a Quinchía a comprar votos y corromper una sociedad que desde  tiempos  lejanos  ha puesto en riesgo sus vidas en defensa de sus principios.

 Los politícos han fraccionado la comunidad quinchieña. Un municipio que llegó a tener dos diputados y representantes a la Cámara  no elige a los suyos sino a candidatos de Pereira y Dosquebradas. Por ello la comunidad está sola pues no tiene voceros en las altas esferas departamentales y menos en las nacionales.

Solamente cuando los quinchieños se unan tras un líder propio, tendrán la oportunidad de defenderse de todos los peligros que los acechan.

 

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