Alfredo Cardona
Tobón*
Elías Gartner Cataño
Elías fue el cuarto hijo de diez hermanos del matrimonio
de Jorge Gartner, un alemán que llegó a
las minas de Marmato y se unió a Columna Cataño, una dama caucana, hermana de
uno de los líderes del radicalismo liberal del Cantón de Supía. Jorge Gartner
compró tierra colindante con el
Resguardo de la Montaña; allí se levantaron sus hijos y encontró
refugio en las guerras civiles,
librándose de los “compartos” conservadores y de los
reclutamientos del gobierno.
Elías se casó
con Angelina Gómez y estuvo al frente de la finca “La Ceiba” hasta que un día le pintaron halagüeñas perspectivas por los lados de Argelia en las estribaciones de la cordillera
occidental y hacia allí fijó rumbo el 10 de marzo de 1910.
Elías tomó la
trocha de Barroblanco con ocho
hijos, su esposa, varias bestias y el
ganado que tenía en sus potreros; así empezó una aventura que duró cuatro años,
en un periplo de ida y regreso que empezó en la tierra fría y concluyó en la zona caliente del rio Cauca.
El grupo parecía
una caravana de gitanos: los más pequeños iban en cajones horqueteados en las
mulas, los mayores de a dos en bestia; tres
peones de estribo se encargaban de los animales cargados con las provisiones y
el menaje de la familia y dos arrieros
arreaban el ganado. El grupo pasó por el caserío de Ansermaviejo, siguió por un
pésimo camino hasta el rio
Risaralda, cruzaron el puente cubierto de
Umbría y tres veces vadearon la corriente hasta llegar a los tres ranchos que
componían el caserío de La Virginia.
Los pasos por el
Risaralda fueron muy críticos: la familia pasó en canoa junto con los bártulos; el
ganado y las bestias iban en fila,
nadando de un lado al otro del rio, con arrieros que desde las balsas los
dirigían cuidando que no se dispersaran
o fueran arrastrados por las aguas. Sin embargo, pese a las precauciones, en un paso frente a La Soledad, el caudal cobró su tributo, pues una vaca recién
parida se ahogó junto con su ternero.
Al llegar a
Cartago doña Angelina no quiso seguir
adelante: el pueblo estaba revuelto
porque el mundo se iba a acabar, pues decían que habría un cataclismo cuando el cometa Halley se acercara a la tierra. Las dos iglesias de Cartago estaban atestadas
de fieles, se rezaba de noche y se rezaba de día; las colas frente a los
confesionarios eran interminables, las velas no alcanzaban para alumbrar a los santos, los comerciantes no abrían las tiendas ni se recogían las
basuras , así que los gualas y los perros callejeros eran los amos
indiscutibles de las calles. Elías
rezongaba tratando de convencer a doña
Angelina que nada iba a suceder, que eran especulaciones de gente ignorante manejada
por los curas.
Al fin el cometa pasó y todo volvió a la normalidad, entonces la
familia Gartner Cataño reemprendió el
viaje y al fin llegó a la finca de “Las Violetas” en jurisdicción de Argelia, pero no era
ninguna hacienda como le habían dicho, sino un potrero grande rodeado de monte
con un rancho en forma de L. No hubo tiempo
para lamentaciones; entre todos sembraron una huerta donde cultivaron verduras y plantas medicinales, plantaron un
maizal, sembraron un platanal y Elías surtió la cocina con carne de las guaguas
y guatines que abundaban a orillas de una quebrada cercana y cerca a una fuente cristalina que les surtía
de agua limpia. Estaban en medio de
montañas cerradas donde abundaban las dantas y gruñían los osos. Una mañana Mario
Elías, uno de los muchachos mayores, madrugó a
recoger agua para los menesteres hogareños y encontró un pequeño venado que trataba de
salir del pozo, lo enlazó con cuidado y lo llevó a la vivienda, donde se amansó
en tal forma que dormía a lado del perro
hasta que en una madrugada llegó una tropilla de venados y el animalito se fue
con ellos.
EN VERSALLES
En “Las Violetas” Elías estuvo pocos meses. Era una zona alejada, con caminos intransitables y sin
escuela para sus hijos. Ante tal situación vendió las mejoras y con el realizo de algunas reses
compró cerca del poblado de Versalles la finca de “Batantal”
surtida de ganado y cosechaderos de maíz y fríjol. Fue dura la
permanencia en la población recién fundada, a duras penas se conseguía sal y
panela y así hubieran querido comprar algo más, no habrían podido,
pues nada les vendían por ser liberales, lo que
ocurría también a los pocos copartidarios aislados por orden del cura
párroco. A los escueleros les fue peor, los matoneaban por ser paisas, teniendo que
defenderse a puñetazos de los atropellos
de sus compañeros.
Mientras
aserraba, Elías recibió un golpe en la
cabeza que lo dejó ciego. Estaba solo, en tierra extraña y con hijos pequeños;
con la ayuda de sus parientes Lenis, Elías Gartner dejó la finca de Versalles en abril de 1911 y tomó camino a Santuario donde se instaló
pobremente en un rancho de vara en tierra en
la montaña de “Peñas Blancas”. Poco
después recuperó la visión, siguió tumbando monte y continuó con sus proyectos,
que a la larga fueron ilusiones esfumadas en medio de la selva.
El 10 de abril
de 1912 Elías dejó los abiertos de Peñas Blancas y se dirigió a Quinchía a administrar las fuentes saladas de Estúveda
y Anchurria y las
minas de hulla de su cuñado Melquisedec Gómez. A la vez que producía sal y la vendía en
capachos en los municipios cercanos, Elías continuó abriendo fincas: al lado del cerro Gobia estableció un hato en “La
María” y por los lados de Quinchiaviejo compró mejoras a los comuneros del
resguardo indígena para transformarlas en
las fincas de “El Fontanar” y “El Pensil” con pastos, marraneras y
platanales.
Al fin la
familia Gartner Cataño se asentó en tierra franca, sin montaña eriaza ni
animales de monte: Elías compró una casa
grande con solar sembrado con caña y una pesebrera para tres bestias de paso; por presión de sus copartidarios aceptó el cargo
de juez en Quinchía y desempeñó varios cargos
en la administración municipal.
María Angelina,
la hija mayor se casó en 1916 y después los otros hijos fueron formando sus
hogares. En 1918 murió María Angelina y
doce años más tarde asesinaron en el
caserío de Peralonso a Marco Tulio
Escobar, viudo de María Angelina. Elías
vio cómo en el cementerio de Santuario retiraban de la bóveda los huesos de
María Angelina para dar espacio al difunto. Entonces recogió los restos
de su hija y a lomo de mula, en medio de un sol canicular, Elías salió del pueblo y en Anserma
dispuso todo para la velación nocturna en la casa de una de sus hijas
A la media noche el cajón, expuesto al fuerte sol y luego al frio de la noche, empezó a crujir aterrorizando a
los deudos que interpretaron el macabro suceso como el malestar de la muerta por su salida de la tumba. Los restos de María Angelina llegaron a Riosucio y los sepultaron en el cementerio de
la familia Gartner, donde también están las cenizas de Elías, quien murió en Pereira
el 26 de junio de 1949 a la edad de 84 años. Su vida puede compararse con la existencia de los más corajudos colonos que tumbaron selva para abrir estas tierras a la civilización.
No sé quién eres pero te digo, no puedo opinar sobre ese tiempo del viaje de mis abuelos al Valle porque mama que era la que me contaba no había nacido todavía, lo que te aclaro mi abuelo no fue creado y fue enterrado en Pereira, luego pasaron sus restos a los osarios del templo católico en el parque del Lago
ResponderEliminarCorrijo: no fue cremado
ResponderEliminarLos restos de don Elías y su esposa reposan en el cementerio de los Gartner en Riosucio, desde el año 2004- Leer pagina 86 del libro "Entre Piedras y Papeles" de Ricardo Suarez Gartner
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