BICENTENARIO
DE LA INDEPENDENCIA- 1-
Alfredo
Cardona Tobón*
A orillas del mar Caribe y en el altiplano de Cundinamarca nació la identidad nacional
cuya esencia podría resumirse en las historias de Cartagena y Santa Fe de
Bogotá, dos mundos diferentes que dieron forma a la nación colombiana.
En
1593 después de consolidarse la conquista española, se instauró
la Audiencia de Santa Fe de Bogotá dependiente del virreinato del Perú y con autoridad sobre las provincias de
Santa Fe, Santa Marta, San Juan de Girón, Popayán, Guayana y Cartagena de
Indias.
Casi dos siglos después la Corona estableció el virreinato de la Nueva
Granada cuyas funciones se extendieron
hasta el nacimiento de la república.
Durante la época colonial dos ciudades jalonaron el desarrollo de la Nueva
Granada, cada una con distintas raíces y papeles diferentes en la construcción del país. Cartagena fue plaza militar y comercial y también la sede
alterna del gobierno del virreinato en épocas críticas; allí se concentraban las milicias del rey y a su bahía llegaban los convoyes que periódicamente zarpaban
de Cádiz hacia las Américas. La ciudad de Santa Fe, por su parte, fue la sede permanente del gobierno virreinal
adonde llegaban los impuestos y donde se distribuían los llamados situados que sostenían el
entramado colonial del vastísimo territorio.
EL
CONSULADO CARTAGENERO
Ante
los ataques piratas, los bajeles españoles cargados con mercancías llegaban a
Cartagena escoltados por galeones de guerra. Mientras las flotas esperaban a los comerciantes del Perú,
de Quito, Nueva España y a los de Honda, Popayán, Santa Fe de Antioquia y Santa
Fe de Bogotá, las tripulaciones y las milicias que protegían los barcos,
permanecían en el puerto dándole vida y robusteciendo la economía
local. Cartagena fue residencia de poderosos
comerciantes españoles dedicados a la
importación y exportación; ellos, con los grandes hacendados, los propietarios
de minas y los funcionarios del alto
gobierno, constituían el patriciado de la ciudad. Solamente a los comerciantes
nacidos en España se les permitía
negociar con la metrópoli, mientras los
comerciantes criollos solo podían hacerlo en el virreinato, y para establecer
relaciones con España tenían que asociarse con los chapetones.
El
desembarque de las cargazones de esclavos
favoreció el mestizaje y la aparición
de una población de color que a fines del siglo XVIII había constituido un
estrato de artesanos con destreza en todos los oficios. Tal estrato permitió la conformación de milicias sumamente disciplinadas que
mantuvieron a raya a los piratas, corsarios y bucaneros que infestaron las
aguas del Caribe, apuntalaron al régimen español en el alzamiento comunero y durante la revuelta
del veinte de julio de 1810.
El
comercio inequitativo causó un hondo malestar entre los criollos y los
peninsulares, sobre todo en Cartagena donde “los españoles americanos” reclamaban los mismos derechos de “los
españoles europeos”. Pero mientras los primeros acumulaban capital que al final retornaba a
España, los segundos sumaban tierras, minas y esclavos que fortalecían su casta
y los aferraban al suelo americano, donde querían implantar la cultura
cortesana comprando dignidades como
ocurrió en Cartagena con el Marqués de
Premio Real, el conde de Santa cruz, el conde de Toro Hermoso, el conde de Pesgagua, el marqués de Valdehoyos y
en Santa Fe de Bogotá con el marqués de
San Jorge.
Gran parte de las trasmisiones de mando se hicieron
en Cartagena y algunos virreyes permanecieron largo tiempo en la ciudad en
épocas de guerra contra Francia e Inglaterra; ello dio lugar a la formación de una mentalidad cortesana que hizo ver al
puerto como el centro del virreinato, y
tal vez lo hubiera sido si el calor, las plagas y los bichos no hubieran alejado
a los gobernantes de las murallas cartageneras.
Santa
Fe era el asiento del virrey y de la Real Audiencia, en tanto en Cartagena mandaba un gobernador que tenía
vinculación cercana con el Rey de
España y contaba con El Consulado, una institución que funcionó durante
diecisiete años y desapareció con
la rebelión independista.
El
Consulado tenía entre sus funciones el mantenimiento del camino desde el puerto
del Opón a Santa Fe, las construcción de embarcaciones para el transporte por los ríos Cauca y Magdalena, el sostenimiento del Canal del Dique y la solución de los litigios
comerciales del virreinato. Para su sostenimiento,
el Consulado tenía el recaudo del impuesto de Avería que era del medio por
ciento sobre todos los bienes importados y exportados por los puertos del
virreinato.
Si
bien es cierto que el Consulado fue un
rotundo fracaso como agencia económica, debe abonársele el haber sido una
especie de escuela de la dirigencia criolla, pues dentro de la rivalidad entre
los comerciantes chapetones del Consulado y los comerciantes criollos,
surgieron líderes como José Acevedo y Gómez y Camilo Torres que defendieron los
intereses americanos.
LA
REAL AUDIENCIA DE SANTA FE DE BOGOTÁ
La
Real Audiencia se estableció en 1549;
tenía por encargo administrar y pacificar el territorio y fue un órgano consultivo de los presidentes
y luego de los virreyes. Los miembros de la Real Audiencia se denominaban
Oidores y al igual que los miembros del Consulado se les exigía pureza de sangre
y haber nacido en España. A los Oidores no se les permitía poseer tierras ni
casarse con mujeres de la colonia, salvo autorización del rey; tenían prohibido asistir a fiestas, casamientos,
bautismos y dar o recibir préstamos. Las funciones de la Real Audiencia eran esencialmente judiciales, los Oidores oían y
juzgaban, decidían sobre los conflictos y protegían a los indígenas de los atropellos de los encomenderos. En Santa
Fe de Bogotá la crema de la sociedad descendía de los conquistadores, estaba ligada
a la tierra e inmersa en el ajetreo político, pues los criollos ocupaban altos cargos en la iglesia y tenían que ver con la administración como
miembros del cabildo local.
Tanto
en Santa Fe como en Cartagena poco
tuvieron que ver criollos y chapetones con el pueblo raso que solo les sirvió como
instrumento para enriquecerse o presionar a las autoridades en sus demandas
personales.
Cuando
en Santa Fe de Bogotá se estableció la Junta del 20 de julio de 1810, no se habló de independencia ni de los
derechos del pueblo, tampoco en la primera Junta de Cartagena
se acordaron de la base popular,
hubo que esperar otro año para que los
cartageneros, imitando a los mompocinos,
desconocieran la autoridad del Rey
y empezaran a escribir la historia de la independencia junto con los
comuneros y los nativos de Puerres y de Cumbal.
Al
empezar la época republicana no tardó en presentarse la confrontación entre
Cartagena y Santa Fe de Bogotá, la
primera apoyaba un régimen federal y la segunda defendía el régimen centralista. A Antonio Nariño lo apoyaron los indígenas y mestizos
del barrio Egipto y a los Gutiérrez
Piñeres los siguieron los negros y
mulatos del barrio cartagenero de Getsemaní.
Con los indios del altiplano y
con los negros caribeños se oyó, pues, el clamor de la Libertad antes que los criollos pensaran en liberarse de España..
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