EL
ATENTADO EN KIGNSTON- JAMAICA
Alfredo
Cardona Tobón
En mayo
de 1815 un buque inglés atracó en aguas
jamaiquinas con Simón Bolívar, varios
oficiales amigos y dos libertos que estaban a
su servicio . Atrás quedó Cartagena con sus murallas, los celos y las rivalidades
que habían obligado al Libertador a exilarse en tierra extraña mientras en Venezuela y la Nueva Granada las
tropas españolas reconquistaban sus antiguas posesiones y los criollos se
empeñaban en guerras intestinas.
Bolívar pagó tres meses por adelantado la estadía en una modesta posada y en un cuarto grande
el grupo que lo acompañaba colgó las hamacas y las pocas pertenencias.
Bolívar estaba muy corto de dinero y a merced de los préstamos de algunos
viejos amigos.
Es
otra época en la vida del Libertador. Ahora enfunda su espada y la cambia por
la pluma, ahora las voces de mando en la batalla se transforman en una
llamada al mundo civilizado para que
apoye la causa americana. Bolívar no descansa un minuto en su lucha por la
libertad; busca la ayuda esquiva de Inglaterra y
empieza a destapar las aviesas intenciones de Estados Unidos, que como
un buitre, espera el desastre de la revolución hispanoamericana para
aprovecharse de la decadente España y armar su dominio con las antiguas
colonias.
Mientras
Bolívar conspira, saca tiempo para el baile y las mujeres, está en su temperamento
inquieto enamorar y gozar de la vida. Así que fija sus ojos en una rica viuda
dominicana, de ojos verdes y piel canela que hace delicias en la cama; su nombre es Luisa Crober
y como tantas mujeres hermosas que
pasaron por la vida del Libertador, la bella mulata quedó unida a los recuerdos de Bolívar, no tanto
por la duración e intensidad del idilio sino porque su juego amoroso evitó que acabaran con la vida de Bolívar.
Se
dice que en la noche del 9 de diciembre
de 1815 don Félix Amestoy, un agente venezolano que reclutaba mercenarios para
las fuerzas patriotas, se acercó a
la posada donde se alojaba Bolívar ; al no encontrarlo lo esperó en la posada, pues debía viajar al día siguiente
a cumplir con ciertos negocios en Los Cayos.
Bolívar estaba cenando en casa de un comerciante
conocido y tras la charla y algún vino se dirigió a la mansión de Luisa Crober
a pasar el resto de la noche entre sábanas y caricias. Las horas pasaron y Félix Amestoy, vencido por el sueño, se recostó en
la hamaca de Bolívar y se quedó dormido. Mientras Amestoy roncaba alguien salió de las sombras, sigilosamente se
aproximó a la hamaca donde estaba el comerciante y le descargó dos puñaladas,
una le traspasó el corazón y otra le cercenó la garganta.
Los
gritos del moribundo despertaron a los oficiales Pedro Briceño, Antonio Paez y a Ramón Chipia
quienes pensaron que habían asesinado a Bolívar.
También apareció Andrés, que junto con otro negro llamado Pio
habían continuado atendiendo al
antiguo amo después de ser liberados.
En tanto que los oficiales indagaban y buscaban entre las
sombras al asesino, Andrés corrió adonde
estaba Bolívar para comunicarle la
trágica noticia. Unos fuertes golpes en la puerta de su casa despertaron
a Luisa Crober; Bolívar se levantó del lecho, se vistió apresuradamente, tomó
la espada y fue tras su antiguo esclavo hasta la posada donde encontró al
ensangrentado cadáver de su amigo.
Cuando
Pedro Briceño contaba lo ocurrido, entró
Pio cuya consternación fue evidente al ver que Bolívar seguía con vida. El
Libertador le hizo varias preguntas y quedó convencido que el negro de
diecinueve años que conocía desde niño y tenía por amigo fiel era el homicida. Bolívar echó mano a las pistolas y
ordenó que amarraran a Pio para ponerlo en manos de las autoridades. Cuatro
días más tarde los ingleses ahorcaron a Pio y exhibieron su cabeza en una pica para atemorizar y desalentar a los futuros asesinos..
Tiempo
después se supo que el autor intelectual del atentado había sido el español Salvador Moxó quien sedujo a Pio
con la suma de dos mil pesos. Se supuso
que el “Pacificador” Pablo Morillo
estaba detrás del crimen pero nunca se pudo probar el hecho.
Bolívar
permaneció en Jamaica hasta fines de 1815 o primeros días de enero del año
siguiente. Estaba sin dinero y era un
huésped incómodo para los ingleses, así que primero se dirigió a Trinidad y
luego tomó rumbo hacia Haití, donde el presidente Petión lo auxilió con tropas y dinero para desembarcar
en las costas venezolanas y continuar la lucha por la liberación de su patria.
Luisa
Crober conoció otra faceta de Bolivar: al estadista, al hombre que soñaba con una
patria americana, con la Colombia que creó Miranda. Quizás a su lado el Libertador le dio forma
a la “Contestación de un americano meridional a un caballero de
esta isla”, que siglos después se
conoció como la Carta de Jamaica, allí Bolívar expuso las razones que
provocaron la caída de la Segunda República Venezolana, justificó la rebelión de los criollos, hizo un llamado para continuar la lucha y propuso la
integración de las naciones latinoamericanas.
Por
su parte Luisa Crober con la jugosa dote que le dejó el marido continuó en
Jamaica con sus fiestas y jaranas y su
camino no se volvió a cruzar en la vida
de Bolívar; fue la dicha de Bolívar en una
temporada y el medio para que el
Libertador le hiciera uno de los tantos
quites a la muerte.
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