Alfredo Cardona Tobón*
A las cinco de la tarde del primero
de noviembre de 1865 se trasmitió el
primer telegrama en Colombia en el tramo entre Bogotá y la población de
Mosquera. El ingeniero norteamericano
Carlos Lee Styles envió el siguiente texto al presidente Murillo Toro: “El telégrafo eléctrico ha subido a los Andes
colombianos y envía su primer saludo al digno presidente de esa república”.
El mandatario respondió al señor Guillermo Lee Styles: “Gracias
muy sinceras, señor Styles, compañero y discípulo del inmortal Morse. El nombre
de usted será grabado con buril eterno en los anales de nuestra patria, como
importador de uno de los más notables inventos del presente siglo. Reciba usted
mis congratulaciones por el feliz éxito con que van coronándose sus esfuerzos y
los del gobierno. Paz a los hombres de buena voluntad y gloria para los obrero
de la civilización cristiana.”
Con eso dos mensajes empezó la era del telégrafo en medio
de las dificultades, de los obstáculos y las reticencias de un país lleno de mañas y prejuicios.
Hubo que acudir a los maestros y a los párrocos para que desde las aulas y los
púlpitos trasmitieran mensajes para
evitar que los vándalos destruyeran los postes del telégrafo y los convirtieran
en leña o echaran mano a los cables para
hacer las cercas de los potreros.
Pese a las adversidades, el
ingeniero norteamericano Carlos Lee Styles se amoldó a las difíciles
condiciones tropicales y adoptó este país como su patria; incansablemente
trabajó en varios frentes de Antioquia y del Cauca, estableciéndose por varios
meses en Manizales y en Marmato. En esta
última población contrajo matrimonio con
Jesusita Duque, constituyendo el tronco familiar de los Styles caldenses, entre
los cuales figuró Carlos Styles Vinasco,
nacido y criado en las faldas de la población de Belalcázar.
DE GUAYACÁN Y ACERO
Cuando Luis Carlos Styles
Vinasco agotó las posibilidades de progreso en su aldea natal fijó rumbo a
Manizales, en donde al empezar la llamada República Liberal se vivía una de las
más intensas y brillantes etapas de la vida intelectual del país. Al joven provinciano no lo
anonadaron las luminosas
mentalidades de la capital caldense; no
traía pergaminos académicos, tan solo los rudimentos de la educación primaria,
y tampoco pertenecía a las elites azules
del Ruiz, pero traía el halo de un rebelde que lideraba la juventud de la provincia ansiosa de cambiar
el mundo tras décadas de ostracismo
Carlos Styles buscó su
espacio en una sociedad copada por el aguerrido Aquilino Villegas, Hernando
de la Calle, docto y profundo; por Alfonso Villegas Arango, pedagogo y
traductor; Samuel Velásquez, novelista y
poeta; Victoriano Vélez, también novelista;
Emilio Robledo, historiador y sociólogo, tras los cuales iba pidiendo pista la
generación de Silvio Villegas, Bernardo Arias y Alzate Avendaño…
Acomodarse en ese tren de
elegidos parecía imposible, pero al
remplazar transitoriamente al jefe de redacción del periódico “El
Liberal” , Styles se hizo notar y empezó a romper el hielo manizalita.
“Carlos Styles- escribió
Bernardo Arias- ha llegado de Belalcázar,
teatro de sus luchas a formar parte de la redacción de este diario.
Al saludarlo fraternalmente le decimos,
aunque él lo sepa, que esta casa
es muy suya, y nosotros, admiradores permanentes de su talento, de su cultura
de su carácter y de su voluntad”
Después de su inicio en “El
Liberal”, Carlos Styles dirigió con
Gilberto Agudelo la revista “Atalaya”, una publicación que fue la caja de
resonancia de la inteligencia regional. A la par del periodismo, Carlos Styles
participó en las campañas de su partido:
Fue miembro del Directorio de Manizales,
diputado, ponente del proyecto de
creación de la Universidad de Caldas, autor del proyecto de Cementos Caldas, impulsor de la educación
secundaria en varios municipios del departamento y veló por el progreso de la
aldea de “La Libertad”, en el municipio de Risaralda, que desapareció cuando las
fuerzas retrogradas desterraron a sus habitantes y Roberto Robledo, dueño de
los terrenos adyacentes, compró los ranchos desocupados y les prendió fuego.
En el año de 1950 las circunstancias políticas obligaron a
Carlos Styles a abandonar su terruño y rumiar su nostalgia en Manaure . Allí invirtió los restos de su aporreado capital en faenas agrícolas
mientras su pluma se agitaba con el viento guajiro. En una carta dirigida al doctor Roberto Ordoñez Peralta, rector de
la Universidad Libre, Styles plantea sus
inquietudes sobre el destino de la Universidad y su compromiso con el pueblo.”
Es urgente que la Universidad venga al
campo, que no se quede en la ciudad que la viene absorbiendo, que venga a las
rancherías inmundas en donde el hombre que trabaja aprieta su miseria sin
esperanza… debe fomentar la cultura y la ayuda al campo para sepultar los odios
que nos matan, acabar con las epidemias que
nos azotan, vencer los vicios que nos degradan y acabar con los delitos
que nos agobian”
Antes de retornar a su
tierra, Carlos Styles trabajó como Síndico de la Administración de Hacienda del
departamento del Magdalena, luego se vinculó
al Tribunal Superior de Pereira y
posteriormente a las notarías Primera y Segunda de esta ciudad. Al crearse el
departamento de Risaralda formó parte de
su primera Asamblea y repitió curul en la de 1974 al lado de Gloria Gaitán.
Carlos Styles mantuvo vivo
en Pereira el culto a la memoria de Oscar Terán, de quien aún existe un busto
en la intersección de la Avenida 30 de Agosto con la antigua calle de San
Jerónimo. Oscar Terán, para quienes desconocen sus méritos, fue un legislador, diplomático,
historiador y jurista nacido en Panamá cuando el istmo perteneció a Colombia y
uno de los dos senadores de esa sección que se opuso a la separación. Cuando el
poeta y periodista Alfonso Mejía Robledo, vivió en Panamá trabó amistad con la
viuda de Oscar Terán, quien la enterarse de la devoción de los pereiranos
por su esposo, obsequió su busto como
testimonio de gratitud.
En los años ochenta del
pasado siglo un grupo selecto de
patriarcas se reunía en las instalaciones del Gran Hotel a divagar sobre lo
divino y lo humano. Allí estaba Mario Gartner de palabra grácil y Carlos Styles
con la voz de una provincia que por muchos años ondeó sus banderas. “Ingratitud es el vergonzoso olvido de los
muertos”!- decía Martí. Ahora pocos recuerdan a Luis Carlos Styles Vinasco,
como mañana olvidarán a Camilo Mejía Duque y demás servidores de la comunidad.
Pobre sociedad que vive al día, cambia
sus afectos por promesas y su futuro por
miserables platos de lentejas.
*historiayregion.blogspot.com
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