Este
corregimiento se encuentra al sur-occidente de la cabecera municipal de Quinchía,
a una distancia de 12 kilómetros de la
zona urbana por carretera destapada.
La
mayor parte de su territorio se ubica en
piso bioclimático templado, es decir
entre los 1.000 y 2.000 metros sobre el nivel del mar, lo que permite el
establecimiento de cultivos de tierra
caliente y de clima mediano. . El panorama es hermoso: desde el poblado se observa el cañón del río Cauca y los
majestuosos nevados de la cordillera central.
Las
veredas de Santa Elena son: Punta de
Lanza, Piedras, El Retiro, Encenillal, Barro Blanco, La Argentina, Insambrá ,
Villanueva, Manzanares, San José , Opiramá y Santa Cecilia. La topografía es quebrada y en ella se
destacan los cerros de Santa Elena y Del Bosque, caracterizados por gran
cobertura vegetal que protege los nacimientos de agua de la zona.
Santa
Elena fue una zona poblada densamente por nativos de la familia Anserma que
desaparecieron víctimas de las enfermedades traídas por los españoles, por los
desplazamientos a las minas de oro y los ataques de las tribus del Chocó. En el
siglo XIX dicha región se conoció como Guadualejo y avanzado el siglo XX se cambió dicho nombre por el de Santa Elena.
PRIMEROS
POBLADORES
Al
llegar Jorge Robledo y demás invasores españoles encontraron varios
asentamientos indígenas en las cercanías de las fuentes saladas, entre los cuales se destacaba el de Opirama.
En
1559 Lázaro Martyn figuraba como encomendero de Opirama. En el libro “
Indios mineros y encomenderos”, publicado
en abril de 2017 por el historiador Angel Ruiz Román T. se enumeran los tributos anuales del
Resguardo de Opirama, que brindan una importante información sobre la
comunidad.
Esta
es la relación de tales tributos recaudados por navidad y por la fiestas de San
Juan:
35
mantas de algodón de a dos piernas cada
manta y dos varas de largo
180
aves entre gallos y gallinas
12
libras de algodón hilado.
7
arrobas de cabuya
3.5
arrobas de sal
20
pares de alpargatas
10
jáquimas y cinchas de cabuya
5
piezas de loza
12
fanegadas de maíz y una de frísoles, una de yuca y una de trigo y media de
habas y garbanzos.
Como
se ve en Opirama se cultivaba y trabajaba el algodón y la cabuya, se procesaba
cerámica y se tenían cultivos de tierra cálida y de clima frio como las habas y
los garbanzos. Lo que significa que la comunidad se desplazaba a través de un
amplio territorio que iba desde las orillas del rio Cauca hasta las
estribaciones de la cordillera occidental.
Los
nativos tributaban al encomendero quien a su vez rendía cuentas a las
autoridades virreinales. Además de velar por la doctrina y los tributos, era función del encomendero la entrega de la
tierra arada con sus bueyes para que los naturales sembraran y cosecharan .
Los
nativos fuera de los pagos enumerados anteriormente debían pagar los diezmos a
la iglesia, dinero o maíz para cubrir misas y los oficios religiosos, a lo que se suman 300
haces de leña que la comunidad de
Opirama entregaba como combustible para los fogones y la obtención de la sal.
En
caso de no poder cumplir con las metas asignadas los nativos las cubrían con
valores equivalentes de oro, que extraían de los aluviones del Resguardo.
El
territorio ancestral pertenecía a la
provincia de los umbras y estaba rodeado por los pueblos de los chancos y los gorrones al sur; al
norte por la provincia de Cartama, al occidente por la cordillera occidental y
al oriente por el rio Cauca.
LA REBELIÓN DE 1557
Este año
hubo un alzamiento general en el Cauca
Medio promovida por los indígenas Panches del Tolima. Esta tribu guerrera cruzó
la cordillera Central por el paso de
Herveo para unirse a los Carrapas y a los Quimbayas contra los
cristianos.
Ante esta situación el capitán español Luis de Guevara, quiso evitar
la alianza de los rebeldes con los nativos de
Anserma y para tal fin puso presos a los caciques cuyo nombre se
registra en un documento rescatado por el historiador Juan
Friede y que aparece en el libro Los
Quimbayas bajo la dominación española, 1539-181.:
Aytamara,
hermano del cacique de Mapura.
Atucifra,
señor de la provincia de Mayma.
Don
Francisco, cacique del pueblo de Acochare.
Don Francisco,
señor de la provincia de Pirsa.
Guatica,
señor del valle de Santa María.
Ocupirama,
de las provincias del “Pueblo de la Sal”.
Opirama,
hijo y heredero “de la cacica, señora de Andica”.
Tuzacurara,
hermano del cacique de Acochare
Utayca,
señor de la provincia de Ypa.
En tal
lista aparecen los nombres de Ocupirama y Opirama, señores de tribus
localizadas en lo que hoy conocemos como
el corregimiento de Santa Elena.
EL
TRASLADO DE OPIRAMA
En
1627 el Oidor Lesmes de Espinosa y Saravia visitó la región y encontró las antiguas encomiendas desoladas y arruinadas,
los indios maltratados en los llamados
reales de minas y se dio cuenta de los abusos continuos de los encomenderos.
Ante
la ruina de Opirama y el poco número de sus vecinos, el visitador de la Real Audiencia trasladó los
pocos habitantes de ese Resguardo al vecino Resguardo de Quinchía, y para evitar que regresaran a
Opirama ordenó quemar los ranchos y destruir la capilla del antiguo pueblo de
la sal..
Como
en Opirama se lograban hasta dos cosechas de maíz al año, los nativos de Guática, asentados en
tierras frias de escasa producción
intentaron ocupar la zona de Opirama en el año de 1798; surge entonces un grave
conflicto entre los resguardos de Quinchia y Guática por las tierras de Opirama
que requirió la intervención de las autoridades virreinales y se definió
a favor de los vecinos de Quinchía.
Durante
la época colonial y muy avanzada la Republica se explotaron las aguas saladas
de la zona y el oro de la quebrada Buenavista, donde los españoles habían
establecido un Real de Minas.
La
mayor parte del territorio del actual Santa Elena estuvo deshabitado hasta que nativos procedentes de las parcialidades de Naranjal
y de Mápura y vecinos de los Resguardos
de San Lorenzo y Tabuyo empezaron a
repoblar su territorio. Según la tradición, pues no hay nada escrito, entre los
primeros pobladores del moderno Santa Elena se recuerda a Bisael Antonio
Chiquito y Rafael Aricapa quienes llegaron con sus familias a la zona que
llamaron Guadualejo, debido a la
abundancia de guaduas. Los primeros colonos construyeron sus viviendas en
bareque, costumbre que se conserva pese al uso del cemento y los
ladrillos. Años después, quizás en la década de los cuarenta del pasado
siglo, llegaron a Guadalejo Juan Esteban Ortiz, Santos Ladino y Angel Gañan y levantaron una humilde capilla que por mucho
tiempo congregó a los vecinos.
El
Resguardo de Quinchía repartió las tierras de Guadualejo a tal punto que hoy
son microfundos que no alcanzan a cubrir
las necesidades primarias de los habitantes; a mediados del siglo XX algunos antioqueños
compraron mejoras en Santa Elena y se establecieron en las vecindades y por esa
misma época empezaron a llegar al corregimiento algunos nativos emberá- Chamí
procedentes de Mistrató y el Chocó Estos
tres grupos: los primitivos habitantes, los emberas- chami y los mestizos
paisas, son la base actual de la población del corregimiento.
LA
EDUCACIÓN EN SANTA ELENA
Santa
Elena alcanzó la dignidad de corregimiento por acuerdo No. 007 de 1961,
sancionado por el alcalde Pedro Pablo Mosquera.
El caserío empezó a figurar en
los archivos oficiales en 1932 cuando se nombra a la señorita Julia Rosa
Quintero, directora de la escuela alternada de Guadualejo y en 1940 con el nombramiento
de Rosario Romero como maestra de la escuela alternada.
Apenas
en 1992 se funda la Institución Educativa Santa Elena con Dagoberto Castro
Portocarrero como primer profesor. Fue una entidad satélite del Instituto San
Andrés de Quinchía y una iniciativa del alcalde Mario Ibarra Arias que dio sus
primeros frutos en 1998 con los primeros
bachilleres egresados del plantel. En el año 2002 el colegio de Santa Elena
empieza a funcionar como entidad autónoma, lo que marca el decisivo arranque
cultural del corregimiento.
La
comunidad Embera- Chamí hace parte del
resguardo indígena Karambá en proceso de formación ; este grupo contribuye a la cultura de Santa Elena con su
lenguaje, las leyendas y un grupo de danzas que ha representado al
corregimiento en presentaciones
municipales y departamentales. Las
actividades de los Embera-
Chamí se desarrollan en una construcción de guadua llamada el Tambo, que es un punto de
encuentro diferente a la caseta comunal utilizada por el resto de los
lugareños. Cada una de las veredas de
Santa Elena cuenta con su Acción Comunal y bajo la orientación de sus juntas
surgen proyectos y se concretan aspiraciones
de las comunidades.
TIEMPOS
DIFÍCILES
La
región ha sido particularmente castigada
por la violencia; en los años cincuenta del siglo pasado los “pajaros” o asesinos de partido oriundos de municipios vecinos asolaron el territorio; en respuesta
a sus atropellos se conformaron grupos bajo el comando de Medardo Trejos, alias
“Capitán Venganza” para oponerse a los antisociales que estaban llenando de
pánico y sangre los campos quinchieños. En
territorio de Santa Elena se libró el
combate en el “Corozo” donde se enfrentó la banda del “Capitán Venganza” con bandidos
llegados de Anserma y Guática. El incendio de los cultivos de caña hizó salir a
campo abierto a los “ pájaros” , que ante la superioridad numérica de sus
adversarios optaron por retirarse por
donde habían venido. Nunca se conoció el número de las víctimas en este violento
encuentro.
Por
los años sesenta del siglo XX merodearon
por la zona los integrantes del frente
Oscar William Calvo del EPL. El comandante “Iván” murió a manos de sus
compinches y “Leyton” fue blanco de las balas del gobierno. Como se ve la existencia
de los vecinos de Santa Elena no ha transcurrido en un lecho de rosas; sin embargo esta comunidad mayoritariamente
indígena, pese a todos los contratiempos,
está encontrando un rumbo a su destino.
LEYTON, EL VERDUGO DEL PUEBLO (Tomado de revista SEMANA)
"Por primer a vez en los 120 años desde cuando fundaron Quinchía, la muerte de un paisano encendió una fiesta que no dejó remordimientos. Tal explosión de júbilo fue el exorcismo con el que muchos de los 40.000 habitantes de este escarpado municipio al nororiente de Risaralda se sacaron de encima el miedo acumulado durante más de siete años. Ese fue el tiempo en el que alias 'Leyton', un comandante del Ejército Popular de Liberación (EPL) oriundo de la región, los tuvo acorralados. Para algunos lugareños, la felicidad de saberlo en otro mundo es inocultable: "En el infierno o donde sea, pero lejos de nosotros", sentenció la vendedora de yerbas y pomadas milagrosas de la plaza.
Al terminar la misa de las 6 de la mañana del pasado 8 de julio, el rumor de su muerte empezó a recorrer las calles del pueblo. Sólo se detuvo al mediodía, cuando se convirtió en noticia confirmada por las autoridades. Ese sábado a las 3 de la tarde, el mayor Sergio Carreño, director del Gaula del Ejército y responsable de la cacería de 'Leyton' -en un acto inusual y controvertido-, enseñó al guerrillero a decenas de curiosos que se agolparon frente el anfiteatro a donde fue trasladado en helicóptero desde Manizales por pedido de Jorge Uribe, alcalde de Quinchía. "Para los que no creen, así es como terminan los bandidos", fue la arenga que Carreño soltó mientras exhibía el cadáver. En ese instante sonaron los primeros voladores que dieron paso a la celebración.
Aunque no fue una verbena, el ambiente era festivo y relajado. "Llamo pa'avisarle que ya puede volver al pueblo, pues acaban de matar al bandido que lo tenía seco, además, pa'que me dé permiso de tomarme una botella de guaro a su salud", fue el mensaje de voz que le dejó el administrador de una de las cantinas del pueblo a su jefe en el celular y que conserva como prueba de la emoción del momento. Cada cual buscó su manera de expresar la alegría y la tranquilidad que les trajo la noticia. Incluso hay quienes guardan como recuerdo la foto del difunto, que tomaron con sus celulares.
Con su muerte se enterraron también varios mitos que se habían construido en torno a él. "Decían que tenía pacto con el diablo y no le entraban las balas, que era brujo y se convertía en animal para escaparse", comentó un líder cívico de Quinchía. También sirvió, en parte, para quitarse de encima el estigma de ser una zona que apoyaba a la guerrilla.
La estela de terror y muerte que dejó Berlaín de Jesús Chiquito Becerra, alias 'Leyton', se comenzó a escribir en 1999, cuando salió de la cárcel luego de pagar una condena por extorsión y se vinculó al EPL. Tenía 20 años pero muy pronto daría a conocer su instinto sanguinario, "mató de un tiro a la primera mujer que secuestró mientras hablaba con su esposo por teléfono y le exigía el rescate", recuerda Bernardo Isaza, ex personero del pueblo.
Al año siguiente, luego de asesinar a su antiguo jefe, asumió el mando del grupo guerrillero en la zona y extendió su campo de acción a una vasta zona del Eje Cafetero que comprende, además de Quinchía, los municipios de Guática y Mistrató en Risaralda, así como Anserma y Riosucio en Caldas. 'Leyton' tiene el récord de haber secuestrado a 29 personas y asesinado a otras 13 en los últimos cinco años, según datos del Gaula del Ejército. Entre sus golpes más sonados se cuenta el reciente plagio de Juan Carlos Lizcano, hijo del ex congresista Óscar Tulio Lizcano.
Su capacidad criminal no conoció límites. En 2002, para evitar ser capturado, asesinó a su propia hermana, según dicen, porque pensó que iba a delatarlo para ganarse la recompensa, ya que hablaba mucho por teléfono. Igual suerte corrió una de sus primas, a la que asesinó en septiembre de 2005 porque frente a su casa se estacionaba con frecuencia una camioneta con los vidrios oscuros. Después se supo que era un carro de la secretaría de Salud departamental, donde ella trabajaba. Su fama sanguinaria llegó a su punto máximo cuando descubrió un comando de cinco guerrilleros de las Farc que iban a matarlo. Los degolló y colgó sus cabezas donde la gente pudiera verlas. El miedo se regó por veredas y trochas. De ahí que no es difícil entender que su nombre alcanzara connotaciones de mito.
Más allá de los límites de Quinchía hubo recelo ante la noticia de su muerte. Los habitantes de algunos corregimientos en los que la presencia del Estado es mínima, donde 'Leyton' y sus hombres se habían encargado de establecer un principio de orden terrorista de acuerdo con su retorcido criterio. Un orden que, a pesar de su connotación sangrienta, algunos añoran.
Los ancianos tampoco celebraron. En su memoria permanece el recuerdo del 'Capitán Venganza', un sanguinario bandido que en la época de la violencia partidista, tuvo a Quinchía bajo su azote. Creen que en esta región la sangre corre en un ciclo que no termina nunca. "A rey muerto, rey puesto", contestan cuando se les pregunta si creen que el peligro pasó."
Santa Elena es un territorio de leyendas: según ellas en el cerro Opirama moraban los tamaracas, o genios del mal, que en forma de plagas atacaban a los nativos, mientras en la la cúspide del cerro Batero, en territorio del actual corregimiento de ese nombre, vivían el dios Xixaraca y la diosa Michua que al contrario de los tamaracas favorecían a los nativos. En las crónicas de la Conquista se habla del cacique Atucifra, amo y señor de Tuza cuyo dominio llegaba hasta las vertientes del rio Opirama.
Historia y leyenda se mezclan en un pasado brumoso que es necesario descubrir.
"Por primer a vez en los 120 años desde cuando fundaron Quinchía, la muerte de un paisano encendió una fiesta que no dejó remordimientos. Tal explosión de júbilo fue el exorcismo con el que muchos de los 40.000 habitantes de este escarpado municipio al nororiente de Risaralda se sacaron de encima el miedo acumulado durante más de siete años. Ese fue el tiempo en el que alias 'Leyton', un comandante del Ejército Popular de Liberación (EPL) oriundo de la región, los tuvo acorralados. Para algunos lugareños, la felicidad de saberlo en otro mundo es inocultable: "En el infierno o donde sea, pero lejos de nosotros", sentenció la vendedora de yerbas y pomadas milagrosas de la plaza.
Al terminar la misa de las 6 de la mañana del pasado 8 de julio, el rumor de su muerte empezó a recorrer las calles del pueblo. Sólo se detuvo al mediodía, cuando se convirtió en noticia confirmada por las autoridades. Ese sábado a las 3 de la tarde, el mayor Sergio Carreño, director del Gaula del Ejército y responsable de la cacería de 'Leyton' -en un acto inusual y controvertido-, enseñó al guerrillero a decenas de curiosos que se agolparon frente el anfiteatro a donde fue trasladado en helicóptero desde Manizales por pedido de Jorge Uribe, alcalde de Quinchía. "Para los que no creen, así es como terminan los bandidos", fue la arenga que Carreño soltó mientras exhibía el cadáver. En ese instante sonaron los primeros voladores que dieron paso a la celebración.
Aunque no fue una verbena, el ambiente era festivo y relajado. "Llamo pa'avisarle que ya puede volver al pueblo, pues acaban de matar al bandido que lo tenía seco, además, pa'que me dé permiso de tomarme una botella de guaro a su salud", fue el mensaje de voz que le dejó el administrador de una de las cantinas del pueblo a su jefe en el celular y que conserva como prueba de la emoción del momento. Cada cual buscó su manera de expresar la alegría y la tranquilidad que les trajo la noticia. Incluso hay quienes guardan como recuerdo la foto del difunto, que tomaron con sus celulares.
Con su muerte se enterraron también varios mitos que se habían construido en torno a él. "Decían que tenía pacto con el diablo y no le entraban las balas, que era brujo y se convertía en animal para escaparse", comentó un líder cívico de Quinchía. También sirvió, en parte, para quitarse de encima el estigma de ser una zona que apoyaba a la guerrilla.
La estela de terror y muerte que dejó Berlaín de Jesús Chiquito Becerra, alias 'Leyton', se comenzó a escribir en 1999, cuando salió de la cárcel luego de pagar una condena por extorsión y se vinculó al EPL. Tenía 20 años pero muy pronto daría a conocer su instinto sanguinario, "mató de un tiro a la primera mujer que secuestró mientras hablaba con su esposo por teléfono y le exigía el rescate", recuerda Bernardo Isaza, ex personero del pueblo.
Al año siguiente, luego de asesinar a su antiguo jefe, asumió el mando del grupo guerrillero en la zona y extendió su campo de acción a una vasta zona del Eje Cafetero que comprende, además de Quinchía, los municipios de Guática y Mistrató en Risaralda, así como Anserma y Riosucio en Caldas. 'Leyton' tiene el récord de haber secuestrado a 29 personas y asesinado a otras 13 en los últimos cinco años, según datos del Gaula del Ejército. Entre sus golpes más sonados se cuenta el reciente plagio de Juan Carlos Lizcano, hijo del ex congresista Óscar Tulio Lizcano.
Su capacidad criminal no conoció límites. En 2002, para evitar ser capturado, asesinó a su propia hermana, según dicen, porque pensó que iba a delatarlo para ganarse la recompensa, ya que hablaba mucho por teléfono. Igual suerte corrió una de sus primas, a la que asesinó en septiembre de 2005 porque frente a su casa se estacionaba con frecuencia una camioneta con los vidrios oscuros. Después se supo que era un carro de la secretaría de Salud departamental, donde ella trabajaba. Su fama sanguinaria llegó a su punto máximo cuando descubrió un comando de cinco guerrilleros de las Farc que iban a matarlo. Los degolló y colgó sus cabezas donde la gente pudiera verlas. El miedo se regó por veredas y trochas. De ahí que no es difícil entender que su nombre alcanzara connotaciones de mito.
Más allá de los límites de Quinchía hubo recelo ante la noticia de su muerte. Los habitantes de algunos corregimientos en los que la presencia del Estado es mínima, donde 'Leyton' y sus hombres se habían encargado de establecer un principio de orden terrorista de acuerdo con su retorcido criterio. Un orden que, a pesar de su connotación sangrienta, algunos añoran.
Los ancianos tampoco celebraron. En su memoria permanece el recuerdo del 'Capitán Venganza', un sanguinario bandido que en la época de la violencia partidista, tuvo a Quinchía bajo su azote. Creen que en esta región la sangre corre en un ciclo que no termina nunca. "A rey muerto, rey puesto", contestan cuando se les pregunta si creen que el peligro pasó."
Santa Elena es un territorio de leyendas: según ellas en el cerro Opirama moraban los tamaracas, o genios del mal, que en forma de plagas atacaban a los nativos, mientras en la la cúspide del cerro Batero, en territorio del actual corregimiento de ese nombre, vivían el dios Xixaraca y la diosa Michua que al contrario de los tamaracas favorecían a los nativos. En las crónicas de la Conquista se habla del cacique Atucifra, amo y señor de Tuza cuyo dominio llegaba hasta las vertientes del rio Opirama.
Historia y leyenda se mezclan en un pasado brumoso que es necesario descubrir.
Excelente informacion, muchas gracias.
ResponderEliminarComo siempre las cronicas de don Alfredo Tobon Cardona son encantadoras, espero tener el placer de conocerlo algun dia.
ResponderEliminarQue importantes estas crónicas que nos relata Alfredo Cardona Tobon, gracias por recrearnos con los entramados de historia de nuestro pueblo.
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