Alfredo Cardona Tobón*
Una vez terminada la guerra de los Mil
Días con la firma de la paz en el acorazado Wisconsin de la flota norteamericana, en el Acta 55 de diciembre de 1902, don Marco Aurelio Arango, presidente del
Concejo de Salamina, llamaba la atención al gobierno de Antioquia sobre la
calamitosa situación de esa importante población sureña.
“Cuanto aquí- decía don Marco Aurelio-
el gobierno no ha gastado un solo centavo en alquiler de casas para alojamiento
de soldados, debe tenerse en cuenta, además, que Salamina es el pueblo que
seguramente ha hecho los mayores sacrificios de sangre y de esfuerzo en esta espantosa
revolución; de su seno se han formado cuatro generales: Bonifacio Vélez, Carlos
Londoño, Víctor Manuel Salazar y Alfonso Vélez.
Murió el general Vélez en las aguas del Magdalena después de haber estado
en las campañas de Panamá y también perecieron los jóvenes coroneles Jesús
María Echeverri, Pablo G. Pérez, José de la Paz Macía y Evencio Gómez, modelos
de valor y patriotismo.”.
El 18 de octubre de 1899 se turbó el
orden público al levantarse en armas el Partido Liberal. De inmediato el gobierno conservador organizó
los batallones Manizales y Salamina para combatir las guerrillas de las orillas
del río Cauca y obligó a los vecinos liberales a mantener en funcionamiento las
líneas telegráficas que dañaban continuamente los revolucionarios. Las
autoridades organizaron a los vecinos liberales en cuadrillas y les asignó determinados tramos, cobrando una multa de $ 50
por cada hora que permaneciera el telégrafo fuera de servicio..
La situación de Salamina en la guerra
de los Mil Días fue crítica: por una parte debió enfrentar las innumerables
bandas guerrilleras del norte del Cauca, proteger las poblaciones vecinas y
apoyar al gobierno central que combatía en los Santanderes, en la Costa
Atlántica, en el Sur, en El Tolima y Panamá.
La flor y nata de la juventud
salamineña conformó el Batallón Salamina: muchos marcharon tras la gloria y la
aventura y otros iban reclutados a la fuerza para dejar, al fin, sus huesos en
tierras lejanas víctimas de las enfermedades y las armas enemigas.
Mientras el Batallón Salamina
cosechaba laureles en combates abiertos,
la División Marulanda, acantonada en
Salamina, hacía frente a las emboscadas de los grupos rebeldes dirigidos por Manuel Ospina, Ceferino
Murillo, David Cataño y Francisco Herrera quienes con base en los campos de Supía,
Bonafont y Quinchía mantenían asolados
los poblados de Neira, Filadelfia y Morrón .
En agosto de 1900 tropas salamineñas
bajo las órdenes del general Carlos Londoño Llano sorprendieron una avanzada
enemiga en el sitio de El Silencio causando 55 bajas a los guerrilleros; y
apoyados por tropas de Manizales los gobiernistas diezmaron a las
fuerzas irregulares en El Pintado y El Castillo; pero a pesar de los graves
daños infligidos a los guerrilleros durante los dos primeros años de la guerra,
fue imposible mantener a raya a los
insurgentes que el cinco de diciembre de 1901 entraron a Salamina, saquearon los negocios y quemaron
gran parte del archivo municipal.
A las bajas causadas por el clima a
orillas del Cauca o por los bichos y los ataques enemigos se sumó la enorme
deserción en las filas gubernamentales. Los antioqueños combatían con valor en
su tierra pero lejos de sus poblados hacían todo lo posible para rehuir el
combate. Las deserciones eran continuas lo que exigía levas repetidas e impedía
contar con gente veterana. En octubre de
1900, por ejemplo, en la Primera
Compañía del batallón Duque de la División Marulanda desertaron 31 soldados de
los 45 reclutados y de la Tercera Compañía se evadieron nueve de los 17
enganchados.
LAS CONTRIBUCIONES
En Antioquia el Departamento del Sur
cargó con el mayor esfuerzo en la guerra de los Mil Días y los vecinos de
Salamina y Manizales corrieron con la mayor parte de los gastos de las campañas
mediante “empréstitos” que no se pagaron o se cubrieron parcialmente
. Cuando la Compañía Suelta de Salamina
marchó bajo las órdenes del general Elías Uribe a combatir a los alzados en
armas en El Pintado y El Dinde , los conservadores salamineños recogieron $3200
para auxiliar la campaña; lo mismo sucedió cuando el general Estanislao Henao destrozó a
las tropas de Francisco Herrera y de Juanito Torres en El Cedral.
Los auxilios municipales se sumaron a
las contribuciones para las campañas a fin de atender a los heridos, auxiliar a las viudas y
a los huérfanos, y pagar sueldos a los oficiales. Poco apoyo llegaba desde
Medellín; por ello las autoridades locales debían recaudar el resto acudiendo a
los copartidarios y sobre todo arrebatando los bienes y el dinero de los
liberales.
La guerra de los Mil Días arruinó a
Salamina: sus campos quedaron desolados, pues los campesinos se internaron en
los montes o emigraron para evitar los reclutamientos y fueron pocos los que
regresaron después del conflicto como lo indica el general Juan Pablo Gómez en una carta dirigida a los
alcaldes de Manizales y Salamina:
“Despacho hoy a bordo del vapor
Colombia 200 hombres con dirección al Departamento del Sur. Hacían parte de los
batallones Salamina y Manizales, restos de la gloriosa columna antioqueña. Son
los héroes de Capitanejo, Palonegro, San Juan Nepomuceno, Lebrija y
Marialabaja. Las penalidades y fatigas de una campaña de 17 meses los han
reducido a cifra insignificante y a deplorable situación de salud. Imploro para
ellos encarecidamente la generosidad del gobierno de Antioquia y vuestros
sentimientos amplios y generosos.”
Como lo indican las crónicas,
salamineños de uno y otro bando llenan las crueles páginas de la guerra de los
Mil Días. Entre todos ellos se destaca
el general Víctor Salazar, gobernador de Panamá, que allanó el camino de la paz
y honró los compromisos firmados; fue un ejemplo de hombre de bien en medio de
los lobos rabiosos que después de firmada la paz se cebaron en los vencidos.
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