MONSEÑOR RIGOBERTO CORREDOR Y EL CANTANTE JHONY RIVERA
Alfredo Cardona Tobón
En la vida de los pueblos aparecen
personajes que marcan su destino y señalan un norte a las comunidades. Por las
calles del naciente caserío corrió el inquieto chiquillo que habría de dejar
huella en el Obispado de Buenaventura y es pastor de la diócesis de Pereira,
por otro parte por el lado del sentimiento, por toda América Latina se escucha
la música de Jhony Rivera, un cantautor que supo interpretar el sentimiento del
pueblo. Son dos personajes de Arabia que se entrelazaron con la historia del
corregimiento:
Monseñor Rigoberto Corredor Bermúdez
nació en el Corregimiento de Arabia el 5 de Agosto de 1948; realizó sus
estudios en el Seminario Menor de Pereira y en el Seminario Mayor de Manizales.
Fue ordenado sacerdote el 18 de noviembre de 1973 y obtuvo el doctorado en
Misionología en la Pontificia Universidad Urbaniana en Roma.
El 26 de marzo de 1988 se le consagró
como Obispo Titular de Rusgunie y Auxiliar de la Diócesis de Pereira; el 30
de noviembre de 1996 se le consagró Obispo de la Diócesis de Buenaventura, y el 19 de
diciembre de 2003 asumió como Obispo de la Diócesis de Garzón y el 15 de julio
de 2011 el Papa Benedicto XVI nombró a Monseñor Rigoberto Corredor como el
quinto Obispo de la Diócesis de Pereira.
Monseñor Rigoberto Corredor es de esos
jerarcas de fibra recia , justos pero templados, expertos en superar
dificultades y riesgos; no es el eclesiástico seráfico y melifluo que alcanzó
la dignidad de Obispo agitando incensarios; tiene alma de campesino curtido que
desempeñó el modesto y pobre curato de Purembará en medio de indios resabiados;
que aguantó la soledad y la pobreza en
un pueblo agónico como San Antonio del Chamí y cuando a fuerza de méritos se desempeñó
como Obispo de Buenaventura, a orillas del Pacífico, no se amilanó viviendo en
medio de la violencia dando esperanza y fe a esa feligresía dejada por la mano
de Dios y olvidada por el Estado.
En una entrevista preguntaron a
Monseñor como veía a Pereira. Monseñor respondió sin eufemismos que no le vea
norte; que le dolía el desorden interno, los problemas de movilidad y la
ausencia de líderes que se comprometieran verdaderamente con la comunidad.
Si en sus manos estuviera, Monseñor
sería un simple misionero, pues lo es de corazón porque tiene alma de labriego,
de esos que siembran y hacen barbechos y abonan la tierra con el sudor de su
frente para ver florecerla y cosechar los frutos.
Monseñor Corredor nació campesino en un
pueblito como Arabia que comulga todas las mañanas y reza el rosario al caer la
tarde sobre los cafetales.
En la historia del corregimiento de
Arabia quedará escrito con letras doradas el nombre de su vicario cooperador
del año 1973 y obispo de la diócesis de Pereira en 2011, de un hombre que lucha
por esa feligresía bautizada pero sin identidad con su fe, de un prelado, que
como el Papa Francisco está echando del templo a los escribas y fariseos.
LA ENTREVISTA CON EL SEÑOR OBISPO
Quise preguntarlo a Monseñor Rigoberto
Corredor por los recuerdos de su infancia, por ese pueblito de Arabia testigo
de los juegos infantiles, de su inclinación temprana por las cosas del
espíritu.
Con cierto temor llegué a su oficina,
pensando que me encontraría con uno de esos prelados pomposos llenos de
ceremonias pero me encontré con uno de esos personajes que la Providencia hizo
para derribar montañas y fundar pueblos y hoy los crea para guiarnos por los
intrincados laberintos de la vida moderna.
Monseñor Rigoberto Corredor viene de
cepa fina, de ancestros santandereanos y antioqueños; su abuelo paterno fue del
municipio de Jesús María y su abuela nada màs y nada menos que de Salamina, la
ciudad luz de los paisas..
Su papá Ismael siguió las huellas del
abuelo: fue labriego, negociante y rebuscador del peso. En el corregimiento de
La India en Filandria montó una finca cafetera y en el corregimiento de Arabia,
al otro lado del Barbas, se estableció con su familia.
Monseñor Rigoberto fue el octavo entre
doce hijos y al contrario de sus hermanos que se entretenían con cometas y
trompos, jugando futbol en la plaza del pueblo y cazando tórtolas en los
alrededores, el futuro sacerdote prefería leer los periódicos que le llegaban a
don Ismael, oír las aventuras de Sandokán en la radio y ayudar en la iglesia
como acólito.
Arabia era, como lo es ahora, un lugar tranquilo donde todos eran amigos
,era la aldea de los Martínez, los Acuña, los Mejía…. Don Ismael era el líder
conservador, laureanista por más señas, y don Froilán Arredondo era el jefe
liberal.
En la escuela de la pequeña población,
Rigoberto Corredor cursó los últimos años de educación primaria, y allí en la
escuela fue donde el director Mario
Alzate Mejía vio en el vástago de don Ismael un alumno que no estaba para el
surco, o para una tienda o el negocio de la familia, vio en el muchachito un
escogido del Señor con vocación para el altar, como lo vio igualmente el
párroco Francisco María Areiza y lo aceptó gustosa la mamá y de muy buen grado
don Ismael, que como conservador doctrinario era amigo de curas y de monjas.
Por lo tanto el niño dejó con pesar sus
amigos de “perrunchadas” y entró al Seminario.
En vacaciones el seminarista regresaba
a su casa en Arabia, y en casa de don Ismael había que trabajar y trabajar muy
duro. Atendía el negocio de carnicería en semana y había que sacrificar varios
marranos. “Aunque usted es seminarista- le dijo un día- usted se va a traer helecho
como los demás”- y el joven Rigoberto
cargó los pesados atados y ayudó en lo que fuera como los demás hermanos.
Esa vida sencilla y simple, la bondad
de los corazones, la solidaridad de la gente, el respeto, el tesón y la
constancia marcaron la vida del futuro sacerdote y del Obispo cuya palabra ha
sido un bálsamo y su ejemplo una esperanza.
Como todos los que tienen sangre
santandareana con genes de panches
guerreros, los hermanos Corredor aprendieron desde niños a disparar escopeta y
a manejar un revolver, es una necesidad en el campo y más en tiempos pasados en
los cuales se cernía sobre Arabia la amenaza de los bandidos que infestaban los
campos cercanos. El único que no quiso tomar en sus manos una arma de fuego fue
el seminarista, y no porque les tuviera miedo, sino porque vio en ellas un
instrumento de muerte.
¿Cómo ve a sus querida Arabia?- pregunté
a Monseñor.
Veo más pobreza y más necesidades que
antes. En otros tiempos los campesinos tenía su tierra, así fuera un corralito
que les diera la comida; pero los minifundistas vendieron y ahora son
campesinos sin tierra y creo que ni campesinos porque muchos de ellos duermen
en Arabia y al amanecer viajan a Pereira a buscar la comidita, al rebusque, a
defenderse como pueden.
¿Y sus recuerdos de niño, de Charco
negro, de la pesca de sabaletas y capitanes?
Me parece que el rio Barbas se angostó
y las aguas perdieron su alegría.-
Será porque nos estamos poniendo
viejos.-osé decirle al Señor Obispo-
-Quizás, porque los años tienen la
facultad de acortar los corredores y achicar las inmensas casas de la niñez.
Jhony nació en Pereira y se educó, junto con sus padres, en el campo. Se fue para Bogotá, a los 18 años, a estudiar y a buscar suerte, pero no terminó su carrera de ingeniería civil. Poco después, su novia se vino de Pereira y conformaron una familia.
Jhonny montó una carpintería y el
negocio comenzó a marchar. Pero por esas cosas de la vida, fue engañado por
su compañera. Volvió a su querida Pereira, a su vereda, al corregimiento de
Arabia, a buscar consuelo para su dolor y su amargura en compañía de sus
padres y sus seres queridos con los que compartió su infancia en la vereda de
Pérez, región que recuerda con mucho cariño, pues allí en las labores propias
del campo, al lado de su padre, hizo amigos que perduran en su corazón.
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Su vena artística se notó desde muy
temprana edad por la facilidad que mostraba para componer coplas y poesías
con las que animaba las reuniones familiares. Entre serruchos y garlopas un
amor desgraciado tocó la puerta sensible de Jhony y la decepción lo llevó a
componer su primera canción “ El dolor de la partida” que lo impulsó en el
mundo de la música, donde ha triunfado gracias a su talento, dedicación,
persistencia y calidad humana.
A partir de entonces Jhony empezó a
escribir y a cantarle a las tristezas que
herían el corazón. Pronto se dio cuenta que tenía gran capacidad para
componer y cantar; así que apoyado por su carisma y la humildad que lo
caracteriza encontró una oportunidad en las emisoras de Pereira que sirvieron
de catapulta para su carrera.
Jhony ha hecho decenas de giras
internacionales por América y Europa, es el número uno de la música popular
en España, ilustró la portada de la Revista Latina de Francia, cuenta con
reportajes en Billboard, la revista hispana más importante de España, ha sido
nominado durante cinco años consecutivos a los Premios de Nuestra Tierra y ha
obtenido la distinción del Mejor intérprete popular.
¡ Quien de las nuevas generaciones no
ha tomado aguardiente oyendo una canción de Jhony Rivera? – Es un autor
sintonizado con el alma popular, con el desamor, el despecho, la traga, con
los amores imposibles, con el latido del corazón enamorado.
Jhony y monseñor Corredor son los
orgullos de Arabia. Con Olmedo Ramírez y demás componentes del Comité Cívico
estos personajes luchan por el progreso y el desarrollo de la comunidad.
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A Jhony no lo ha mareado la fama…. Sigue recorriendo los caminos que
conoció en su niñez llevando el mensaje de fortaleza y optimismo a sus viejos
amigos y a todos aquellos que aferrados a esas lomas llenas de café hacen
grande a Pereira y a la patria colombiana.
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