Alvaro Castilla Granada en la Embajada de Cuba
De amplísima cultura, escritor
de fibra y un librero que para qué contar, así es Álvaro Castillo Granada. Pero
es, sobre todo, un ser humano bueno. Por cordial y solidario, ya ha tenido
presencia en esta artesa: “De alguna manera nos quedamos en el otro”, texto
suyo nacido del buen afecto y asociado al dolor profundo, se reprodujo aquí
—acompañando a uno mío— bajo el título de “Para Laura, siempre”.* Antes lo
había entrevistado para Bohemia,** ocasión en que recordé su paráfrasis,
sentida y sincera, de un estremecedor verso martiano: “Dos patrias tengo
yo: Cuba y la noche”. Él lo hace suyo convertido en “Dos patrias tengo yo:
Colombia y Cuba”.
Es de los que ni fanfarronean
ni destiñen, y tiene para su patria insular, a la que desde hace varios lustros
se las arregla para llegarse por lo menos dos veces al año, un amor sembrado en
la firmeza de sus sentimientos. Eso lo habrá tenido en cuenta la Embajada de
Cuba en Colombia cuando lo invitó a participar en un festival para cultivar la
unión de ambos pueblos. Cumplimentando la solicitud, pronunció en la sede de
esa misión diplomática palabras que a continuación se reproducen extensamente.
Cubaneando desde la querencia,
empezó así: “Hace varios meses surgió, por parte de la Embajada de la República
de Cuba, la idea de hacer un Festival Cultural Colombo-Cubano. Son tantos y
tales los lazos que nos unen a las dos naciones que, apenas le fue sugerida la
idea a la Agenda Cultural del colegio Gimnasio Moderno, nos pusimos todos en
eso. Pa’eso”.
Luego, en gran medida basado
en el historiador colombiano Alfredo Cardona Tobón, esbozó el camino que en las
luchas por sus respectivas independencias, con Simón Bolívar y José Martí en el
cénit de ese sol, afianzó la hermandad entre ambas naciones. Parte
sobresaliente en el plan bolivariano para liberar a las entonces colonias
hispanas de la América continental, Colombia fue pionera en la búsqueda
heroica, y Cardona Tobón recuerda que, “después de la liberación del
Alto Perú, Simón Bolívar propuso a los mexicanos unir sus
fuerzas para invadir a Cuba y librarla del yugo colonial español”.
Son conocidas las
vicisitudes —su laberinto, diría Gabriel García Márquez— en que terminó
el tránsito físico de El Libertador —el histórico y moral puede calificarse con
palabras de Miguel Hernández: es rayo que no cesa—, como también son
conocidas la demora, y finalmente la radicalidad, del proceso cubano de
emancipación. Y en él se derramó sangre colombiana generosa, como recuerda la
fuente citada por Álvaro: “En la larga confrontación contra los españoles,
numerosos jóvenes colombianos lucharon al lado de los cubanos por la libertad
de la isla. Muchos se reclutaron en Panamá y en el Cauca, y otros viajaron por
sus propios medios a lugares de enganche en las Antillas y en los Estados
Unidos”. Así “en la isla quedó la memoria de numerosos colombianos que dieron
su vida por la libertad; se recuerda a Rogerio Castillo y Zúñiga, Avelino
Rosas, Martín Sierra, Manuel Lidueña, Francisco Mosquera, Benjamín Soto…”.
A lo expuesto por Cardona
Tobón, añade nuestro amigo:
“A partir del triunfo
revolucionario del 1 de enero de 1959 los lazos se estrecharon y afianzaron.
Hacemos parte de la Cuenca del Caribe, espacio geográfico y humano en el que es
más lo que nos une que lo que nos separa. Y si hay algo que nos acerca,
encuentra, es la cultura. La literatura, la música, la cocina y el cine cubanos
(por nombrar solo cuatro de sus expresiones) habitan nuestra tierra, nuestra
geografía, naturalmente, sin fronteras, sin diferencias.
Gabriel García Márquez es un
autor tanto colombiano como cubano: en esas dos naciones (y en la mexicana) el
escritor echó raíces, estrechó manos, realizó sueños, respiró y rio. Es
patrimonio de todos.
Por estas razones (más todas
las que ustedes pueden pensar y encontrar) estamos reunidos hoy aquí para darle
la bienvenida al Primer Festival Cultural Colombo-Cubano (nuestro festival) que
se celebrará del 28 al 29 de noviembre en el Gimnasio Moderno (en la
biblioteca). Un festival abierto, gratuito, inclusivo, ‘con todos y para el
bien de todos’, como dijo alguna vez José Martí.
También escribió que José
María Heredia (el poeta cubano) debía estar fraguado de Caldas (el sabio
colombiano). A partir de mañana Cuba estará fraguada de Colombia y Colombia de
Cuba. Que así sea”.
Así es y será, porque hay y
habrá hijos e hijas de Colombia con los sentimientos de Álvaro Castillo
Granada, quienes saben que tienen segura reciprocidad en hijos e hijas del país
donde —como parte de su conciencia latinoamericanista— transcurren
conversaciones en busca de un objetivo anhelado y vital para aquel pueblo
hermano: una paz digna, justa.
Luis Toledo Sande
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