VEREDA
LA SELVA
Alfredo Cardona Tobón
Un
carreteable que sale desde el caserío de “El Aguacate” nos lleva bajo un dosel
de árboles y de guaduales hasta la antigua estación ferroviaria de “La Selva”,
por donde pasaba el tren que viajaba entre Pereira y Armenia. Es un trayecto
plano con fincas ganaderas, café y plátano que hizo parte de la enorme hacienda
de “La Selva”.
Al
llegar a la estación encontramos la fonda “El Porvenir” y un pequeño poblado
por donde circulaban dos yipes, dos ciclistas envolatados y unos jinetes que
recorrían la calle asfaltada luciendo sus caballos, mientras un ruidoso equipo
de música que los acompañaba junto con dos pobres perros muertos de cansancio,
derramaba rancheras a lo largo de su recorrido.
En
“El Porvenir” nos topamos con don Luis Hernán Peláez, un chinchinense que vive
en “La Selva” desde niño; fue consejero del corregimiento, es dueño de
la fonda y es un personaje abierto al
universo. Don
Luis Hernán llegó a “La Selva” hace
cuarenta años con su papá José Guillermo Peláez, un cultivador de almácigos que
vistió de café las ubérrimas tierras de la vereda, tan ricas en lejanos tiempos
y hoy infestadas de cigatoca, con cafetos tapados por la maleza, fincas
convertidas en pesebreras de caballos de
paso, con portadas majestuosas, casas
extravagantes, bluyines y carros de alta gama de propietarios sin la mínima idea de manejar una finca y sin
la obligación moral de producir comida en esa desperdiciada tierra.
El
primo Guillermo Peláez, de los
“pelaices” antioqueños era por ese entonces Jefe de la Estación “La Selva”, que como hoy,
se distinguía como un cruce de caminos
adonde llegaba el café de varios corregimientos con destino a las trilladores pereiranas. Así que con el entronque del
primo jubilado en los ferrocarriles, Jorge Guillermo Pelaéz, quedó con el
montaje de la Estación ferroviaria cuando
“los sabios” citadinos acabaron con los trenes y dejaron varados a los
campesinos de la zona.
En
los años setenta del siglo pasado se abrió una carretera por donde pasaba el
tren; para robarse los
rieles la gente emparejó la vía y el agua en su recorrido se encargó de abrir
las cunetas. Por sobre el barrizal circularon los yipes, que como los cerdos,
son felices entre el lodo y por esos
tremedales sobreaguaron las menguadas recuas dando vida al pequeño poblado y al negocio de “El Porvenir” que es fonda, bailadero y
centro de información turística de la vereda.
Con
la declaración del Paisaje Cultural Cafetero
se estableció sobre la antigua carretera
un corredor de cuatro kilómetros
para resucitar las fondas camineras, las casas blanqueadas
de teja y corredores con chambranas, mazamorra en pisones, las gallinas
criollas, fincas llenas de guamos, café borbón, pájaros, un mayal panelero… en
fin la idea era revivir el mundo de los
bisabuelos antes de que el olvido acabara con los recuerdos.
Pero
como dicen los vecinos de “La Selva”
todo eso fue “pura
pajarilla”, un sartal de buenas
intenciones, porque nada se ha hecho. La vía sigue empantanada en invierno y polvorienta en verano los
platanales dan grima y las casas del
trayecto se convirtieron en cajones de
cemento.
En 1970 un ingeniero Quintero recogió los rieles
que quedaban y los llevó a las bodegas de ALMAVIVA; alguien dijo que don José Guillermo Peláez se los
había llevado y ante tal acusación lo condujeron a la estación de policía. De inmediato
los vecinos se levantaron
en pie de lucha y forzaron la
liberación de su líder que no tardó en demostrar la inocencia.
La
vereda ha sido una zona de grandes fincas, además de “La Selva, hay registros de “La Comuna”, “La Esmeralda”, “La Lila”,
“Asturias”, “Los Samanes”, extensas propiedades que paulatinamente se han ido fraccionando.
LA
HACIENDA LA SELVA Y LEOCADIO SALAZAR
En|
1923 las tierras de La Selva eran de un
señor José Vicente Marín, o al menos eso
se decía, hasta que Leocadio Salazar estudió los planos y al ver que figuraban
como baldíos se las hizo adjudicar. A
partir de entonces las tierras de La Selva formaron parte de las inmensas
propiedades de Leocadio Salazar ubicadas en la zona que abarca varios
municipios del norte del Valle y
Risaralda
Leocadio
lotea, vende, compra y para valorizar sus adquisiciones funda pueblos, muchos pueblos, que crecen
como Ulloa y Trujillo, se estancan como Arabia, La India, Sucre o Salónica o
desaparecen como El Brillante y Betulia.
Leocadio
Salazar, alias Chispas, oriundo de Santa Rosa de Cabal, entra a la historia
regional con la fundación de Ulloa en 1922. Empieza comprando mejoras y luego
haciendas invadidas por colonos donde levanta seis poblados. En 1938 en osada operación se adueña de 15.000
hectáreas en los municipios de Trujillo
y Friofrío y remata su obra al hacerse dueño de la hacienda Barragán con
una extensión inicial de 60.000
hectáreas.
El
método operativo de Leocadio Salazar es invariable según reseña Campo Urbano:
Llega al ranchito del colono con un despliegue impresionante de funcionarios y
leguleyos; se identifica, presenta sus títulos al labriego generalmente
analfabeta e ignorante absoluto de las leyes y sus derechos. En seguida propone
una transacción aparentemente favorable al campesino, o sea la compra de la
parcela que ocupa, garantizando la legalización de la ocupación,
comprometiéndose Leocadio a entregar las escrituras.
Muchos
colonos venden a bajo precio, otros, asustados, le entregan sus ahorros como
cuota inicial de un predio que creían suyo. No hay recibos, en la mayoría de
los casos no habrá escrituras y Leocadio, al fin, se quedará con el dinero y
con la tierra. En esa forma Leocadio explotó los baldíos de La Selva y de
Arabia, ocupados en los años veinte por numerosos colonos.
SEMBLANZA
DE LEOCADIO SALAZAR MEJÍA
Hijo
de Jesús Salazar y de Mercedes Mejía, nació en Santa Rosa de Cabal el 9 de febrero
de 1984 y murió en Tuluá, donde reposan sus restos, el 19 de agosto de 1974.
Por espacio de varios años vivió en Pereira donde estuvo dedicado al negocio
del tabaco. Luego adquirió tierras, fundó pueblos y se convirtió en el último
exponente de la época postrera de la colonización antioqueña.
Al
conmemorar el primer centenario de su nacimiento, el doctor Cornelio Reyes
expresó lo siguiente, en un homenaje tributado en el municipio de Trujillo a
Leocadio Salazar, cuya memoria es ensalzada por unos y discutida por otros:
“Venimos
este día de gloria a Trujillo, a hacer memoria y honra de un colombiano de
singular y hazañosa historia.
Recordar
la vida y obra de don Leocadio Salazar Mejía, es repasar para enseñanza del
tiempo presente y de la gente de ahora, una epopeya grandiosa y quizás
irrepetible: La colonización antioqueña.
Era
el nuestro y tal vez lo es todavía un país desconocido como anotaba con
patriótica inquietud el sabio Caldas en 1808. Casi sigue siendo así en vísperas
del nuevo milenio. Entre los meritorios esfuerzos para tomar conocimiento y
posesión de nuestra geografía y para encontrar las grandes posibilidades de
nuestros recursos humanos y naturales, hay uno que perdura, que vive, que
incita también a nuevas grandes
empresas. Me refiero a lo que el pueblo antioqueño realizó a fines del siglo XIX
y a principios de la nueva centuria cuya hazaña han recordado en esta fecha memorable.
De
esa estirpe gloriosa, de esa raza con poderío de historia, vino hasta nosotros
don Leocadio Salazar, traía en su sangre la fuerza y el ánimo aventurero de sus
antepasados. Modesto hogar fue el suyo, pero rico en virtudes de su gente, en
los valores religiosos y éticos que formaron lo mejor de la sociedad
colombiana. Sólo supo de las primeras letras en la escuela local,
pero mucho aprendió de los suyos y en la sabiduría de la escuela de la vida para iniciar,
después, su fecundo peregrinaje de fundador de pueblos y de estancias: Ulloa,
Montezuma, Vernaza, Andinápolis, Arabia, Venecia, Portugal de Piedras, La
India y Trujillo están entre sus
fundaciones.
Su
planta y su mano creadoras se extienden por las dos cordilleras de nuestro
amado país vallecaucano. Las montañas azules que sostienen los cielos con sus
anchas columnas, como las pinta el verso de Antonio Llanos.
´Para
su acción pobladora recurría los más inimaginables expedientes. Por ejemplo
cuando saca a los reclusos de la cárcel de Pereira y de Santa Rosa de Cabal
para llevarlos a los nuevos poblados. Y hasta hacía de artista, como cuando
terminaba la elaboración de un crucifijo para una Semana Santa o concluye una
imagen de la Virgen María.
Leocadio
Salazar hacía camino al andar como en el verso de Antonio Machado, sus
realizaciones eran al paso, sobre la marcha y casi todas eran exitosas, excepto
la colonización de Bahía Solano en la costa del Pacifico donde enterró una
docena de ilusos aventureros.
Dice
Eduardo Santa que la colonización antioqueña fue ante todo una empresa de
caminos, y este caminante incansable,
caballero andante de las cordilleras, con su teodolito a cuestas
construyó muchos caminos que hoy son vías indispensables de comunicación entre
nuestras ciudades y aldeas. La carretera Tuluá-Frazadas- Barragán; la carretera
Cáceres- Embarcaderos y la vía entre Riofrío y Trujillo con el puente sobre el
río Frio.
Colonizó
el Alto Calima y más allá, al sur, hasta La Cumbre, Dagua y la carrilera del
Ferrocarril de Pacífico. Se ocupó de la apertura hacia el océano Pacífico, ese
mar olvidado, ese vasto litoral irredento que los colombianos no hemos acabado
de poseer ni de explotar, ni descubrir; con sus gentes pobres y enfermas. Ese
fue uno de los sueños del colonizador, quien por su cuenta organizó una
expedición a Bahía Solano.
Fue
ejemplar la vida de Leocadio Salazar: colonizador, descubridor sin tierras ni
riqueza; en cambio hizo propietarios, redimió a muchos de la pobreza. Fundó un hogar digno de todas las alabanzas.
Sus hijos Elías y Gustavo se destacaron en la vida política y cívica del Valle
del Cauca. El resto de su parentela, nietos, biznietos, heredaron virtudes y valores, inteligencia y voluntad
de servicio y han dado lustre y orgullo
a la sociedad.[ii]”
La
versión anterior es una faceta idealizada de Leocadio Salazar. Un retrato más fiel lo consiguió Urbano Campo
en una entrevista con uno de sus hijos, de la cual se extraen los siguientes
apuntes biográficos:
OTRA
VERSIÓN SOBRE LEOCADIO SALAZAR
“
Los abuelos eran de Aranzazu, pero él
nació en Santa Rosa de Cabal en 1894, en donde
nosotros los hijos nacimos también.
Vivimos
en Santa Rosa, después en Pereira, y luego de fundada Ulloa en el 22 nos
pasamos allá. Me acuerdo que nos llevó
en canastos, a ambos lados de una mula. Cuando empezó la violencia liberal en
el 30 nos tocó irnos y nos radicamos un tiempo en Filandia, regresamos a Ulloa,
hasta el 34, luego nos pasamos a vivir a Trujillo y nos radicamos en Tuluá en
el año 38.
Él
no estudió sino un poco de primaria. De joven se dedicó al negocio de corridas
de toros en Santa Rosa, después andaba en la región vendiendo cerdos, bestias y
mulas… También era contrabandista de tabaco, en Ulloa tuvo una empresa de sal y
una calera después.
Primero
fundó a Ulloa en el 22, después Trujillo en el 24. También compró unas tierras
por el lado de Riofrío en donde fundó a Portugal de las Piedras.
Fue
el fundador de Montezuma y de Arabia en el 26, igualmente de Salónica y Fenicia
en el municipio de Riofrío.
En
los años treinta fue quien organizó en Ulloa, donde sobraba gente, a los que quisieron colonizar a Bahía Solano.
Muy pocos regresaron, todos murieron allí. Habían salido muchos de Ulloa.
-
Dese 1922 hasta su muerte, Leocadio combina dos actividades
complementarias: primero compra tierras
ociosas a los terratenientes o al Estado, como sucedió en Arabia y La vereda La
Selva, luego parcela y funda pueblos en medio
de las haciendas o globos adquiridos –
Una
de las grandes adquisiciones de Leocadio Salazar fue la Hacienda Barragán de
miles de hectáreas de extensión y ocupada por numerosos colonos. Al respecto
declara un viejo poblador:
“Se
decía que don Leocadio había adquirido un título de la época colonial sobre
toda la región, desde la boca del Monte hasta el páramo y la cordillera de
Barragán. La verdad era que esas tierras
habían sido adjudicadas por el gobierno
a un general Cancino en la guerra
de los Mil Días.
Leocadio
compró los títulos a los herederos de Cancino y revendió las tierras a los
ocupantes; lo mismo hizo con una parte de la Hacienda Burila y con la Hacienda
La Esneda, donde fundó a Trujillo.
“ Él
nunca se quedaba con la tierra- dice su hijo- No le interesaba, nunca tuvo
fincas, no fue cafetero ni ganadero, compraba a los dueños invadidos y vendía en seguida a los colonos. Ni
siquiera tuvo casa propia, siempre vivíamos en casas arrendadas.”
Durante
más de treinta años, don Leocadio y sus hijos abogados, se dedicaron al
lanzamiento de colonos sin títulos.
Don
Leocadio sabía mucho de derecho y también de ingeniería. A “ojímetro” andaba delante de la cuadrilla, a caballo, y
decía: póngame una estaca aquí, otra acá y trazaba un camino.
Según
sus hijos, la violencia hizo perder mucha plata a Leocadio Salazar, alias
“Chispas” porque le mataron gente que le debía dinero y no entraban colonos a
la zona sino que más bien se iban.
Parte
de los pobladores de las tierras de Leocadio eran personas que huían de la
violencia liberal de los años treinta en Santander y Boyacá, los mismos que
encendieron la violencia conservadora ene 1946 y 1965 y también hubo muchos
antioqueños que llegaron tras las ilusiones del poblador o habían ocupado las tierras adquiridas por
Leocadio.
“Con
antioqueños y putas se fundan los pueblos”, dijo Leocadio en una ocasión y eso
hizo al llevar meretrices a Ulloa y Trujillo donde los asignó un sitio de
tolerancia.
UN
CRUCE DE VIAS
La
Selva es un nodo vial de una extensa zona pereirana. En tiempos del ferrocarril
fue centro de acopio de varias veredas y en la actualidad es un punto donde se
cruzan las siguientes carreteras:
La
Selva- El Aguacate
La
Selva- El Jazmín- Altagracia
La
Selva- Callelarga- El Retiro- La Cristalina
La
Selva-Betulia- Arabia
La
Selva- La Bamba- El Congolo.
Son
vías que conectan veredas de Pereira con otras de Alcalá y Ulloa, excelentes
para el desarrollo del ciclomontañismo, el senderismo, el avistamiento de aves
y los paseos de olla; son un recurso inexplotado e inexplorado desaprovechado
por los pereiranos.
LA FINCA
EL PORVENIR
Desde hace
más de cuarenta años el doctor Rigoberto Valencia con su esposa Ofelia
Yepes se han dedicado al cultivo del
café en la finca “ El Porvenir” ubicada en la vereda La Selva; en la crisis cafetera de los años 2012 y 2013
numerosos cultivadores del grano vendieron sus parcelas, tumbaron el café o
dejaron enrrastrojar la finca; pero el médico Rigoberto Valencia con su
esposa y
el apoyo de su hijo Eduardo, con tesón y fortaleza buscaron nuevos
caminos para seguir adelante con “El
Porvenir”
Los
Valencia Yepes son una familia que lleva el café en sus venas, de esos que respiran
tinto, sueñas plantando colinos, ven a Dios en la vaguita asombrada por los
quiebrabarrigos y dan palmaditas cariñosas a los guamos que sirven de contrabarrera
a las platanares.
.
Cuando
hubo que enfrentar un futuro incierto; Eduardo indagó sobre todo lo dicho y
escrito con relación a los cafés especiales, hizo cursos de barismo, estudió
los procesos de transformación y puso toda su inventiva en pos del sueño de
hacer rentables los cultivos del grano.
No
fue tarea fácil, es un asunto de ligas mayores competir en el
mundo cafetero con la mitad de los países pobres produciendo café y unas
firmas trasnacionales y locales
adueñadas del mercado, pero Eduardo tenía las armas para hacerlo, pues
como diseñador de profesión tenía la
mente abierta y muchas ideas para salir adelante.
Para
dar a los paladares exquisitos las glorias de la taza y entrar a los nichos de
los cafés especiales, los Valencia Yepes cranearon una estrategia que empieza
en los germinadores, sigue en los
surcos, en el beneficiadero y culmina con la tostión del pergamino, el empaque
y la comercialización del producto.
Eduardo
Valencia implantó en “El Porvenir” las mejores prácticas de acuerdo con las
normas internacionales que buscan la armonía entre el suelo, el cultivo, las
personas y el ambiente: el café se seca al sol, se cuida el agua y el suelo y la
tostión se hace en equipos diseñados por
Eduardo para darle el punto que permita
la obtención de las propiedades organolépticas exigidas en la prueba de taza para los cafés
especiales.
DE
VUELTA AL CAFETAL
La producción
en la finca “El Porvenir” se complementa con la comercializadora Villa Jazmín
dirigida por Diana Valencia Yepes y con
un portal en el aeropuerto
Matecaña de la ciudad de Pereira, donde
se exhibe, se degusta y se vende el “Café Granate”.
A lo
anterior se le agrega la “Vuelta al Cafetal” como una actividad turística
cultural que presenta a propios y turistas los pormenores de la caficultura
tradicional, la vida en el campo, los valores campesinos y el proceso desde los
almácigos hasta la prueba de taza; es
una pasadía, o pasada, por los terrenos
de “El Porvenir,” con visita guiada por los cultivos, la historia de la
finca, los mitos y leyendas de la región.
En
la “Vuelta al Cafetal” se reviven viejos tiempos, allí los que nacimos en el
campo volvemos a la niñez entre corredores con chambranas, las arepas asadas en
callanas y el grato olor de una taza de chocolate.
Los
turistas extranjeros, por su parte, viven la experiencia de un viaje en yip
como cualquier campesino, prueban el café en aguapanela, se refrescan con
aguapanela con limón, prueban un dulce de papayuelas y desafían los jejenes
tomando fotos bajo la sombra de las matas de plátano.
número
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