VEREDA CALLELARGA
Alfredo
Cardona Tobón
A
cinco minutos del caserío de Morelia, desviándonos de la carretera principal y
pasando por donde está la capilla del corregimiento, encontramos el conjunto
alargado de Callelarga, que como su nombre lo dice es una sucesión de casas:
unas con llamativos frentes y otras con fachadas modestas, que muestran en todo
caso una comunidad progresista que reparte su vida entre la ciudad y el campo.-
En
el año de 1956, la propietaria de la extensa finca cafetera de La Paz, entregó
un lote al lado de la carretera que lleva al Retiro a Silvio Serna, como pago
de las prestaciones de ley por su trabajo en la administración de la Hacienda.
Era
un terreno alargado y con poco fondo, con tres ranchos ocupados por colonos.
Silvio Serna dejó los ranchos y loteó el resto de la propiedad que vendió como
mejoras sin que hubiera por media una escritura legalizada.
Así
empezó Callelarga con trabajadores de La Paz y de otras fincas vecinas.
Gabriel
Aguirre construyó la cuarta casa, luego levantaron sus viviendas “Gata Arisca”,
José Arbeláez, Luis Pineda, Gabriel
Acosta, Alfonso Pulgarín y Aldemar González; posteriormente llegó gente de las
zonas vecinas y se extendió el caserío hasta que se ocupó todo el terreno
vendido por Silvio Serna.
UN
ANTIGUO POBLADOR
Don
José Iván González vive en Callelarga desde hace más de cuarenta años. Es un viejo dicharachero y hablantinoso apegado a su casa y a Callelarga. Desde
el balcón en el segundo piso de su
vivienda otea los cafetales y ve pasar los buses que cruzan por el frente cada
veinte minutos.
A la
vereda llegó con su esposa y dos pequeños que diariamente recorrían varios
kilómetros para ir a la escuela mixta de Morelia. Los vio crecer al igual que
Callelarga. Mientras los hijos cursaban primaria y bachillerato a Callelarga
llegó la luz eléctrica, agua del
Acueducto de Cestillal, se construían pozos sépticos que suplían la falta de
alcantarillado, se pavimentaba la vía al frente de las viviendas y se mejoraban
las construcciones.
Sin
espacio para crecer más, Callelarga creció hasta agotar los lotes de Silvio
Serna. Don José Arbeláez estableció la primera cantina del lugar, adonde llegaban
los labriegos los fines de semana y en
los días ordinarios se reunían los vecinos a jugar cartas y dominó.
No
fue un lugar de guapos ni garroteras porque Callelarga es como un remanso de
paz que ni siquiera necesita capilla para ponerse en paz con Dios o
testimoniarle su respeto. Los vecinos van a misa a Morelia y rezan, sin diferencias de credo, en una
modesta edificación donde oficia un ministro anglicano.
Callelarga
es un vividero, es una localidad
dormitorio que sirve de asiento a trabajadores de Pereira y de las fincas
cercanas. De los primeros pobladores
solo quedan los descendientes de Gabriel Acosta, de Alfonso Pulgarín y de
Aldemar González. Los otros vecinos son recién llegados.
Como
están muy cerca los poblados de Morelia y de El Retiro, la muchachada de
Callelarga continúa viajando a los centros educativos de esos caseríos. Al llegar
la noche solamente se escuchan los grillos;
no hay discotecas ni sitios bullosos, es un oasis de paz en medio de los
cafetales en cuya calle larga y recta
apenas se oye el sonido de los televisores y la charla de los viejos
que al caer la noche se concentran sobre
la única acera de ese minúsculo
poblado del corregimiento pereirano de Morelia, que solo conocen sus
habitantes.
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