Alfredo Cardona Tobón
La
Estrella es un caserío adosado a una fonda y a una inspección de policía.
Cuando se llega al sitio, el visitante solo ve una decena de casas, pero al
internarse por una callecita estrecha o por los vericuetos que comunican las viviendas,
se encuentra con una aldea dinámica de
42 casas colgadas de una loma como si fuera un pesebre.
Uno
de los primeros habitantes de La
Estrella fue Reiner Antonio Moreno, un
riosuceño que en el año de 1960 llegó a
esta zona a coger café. Trabajó primero en la hacienda “Gavilanes”
y después en “La Isla”, cuando Alberto Ocampo era su propietario. Como era malito para coger café, el patrón lo
nombró jefe de cuadrilla con la misión de señalar los surcos, ver que la gente recogiera el café maduro y el grano que se caía de los
canastos y de los palos
En
esas estaba Reiner Antonio cuando
conoció a Marlene, la hija menor de Luis
Orrego, un campesino trabajador que
tenía su vivienda cerca de la Fonda La Estrella, en el punto denominado “El Realejo”.
Como Reiner era de buenas costumbres, trabajador y honrado
no hubo impedimento para que aspirara a la mano y todo el resto de la
agraciada muchacha, con quien contrajo nupcias por la iglesia católica con la
complacencia de parientes y amigos..
Mientras
Reiner Antonio laboraba juicioso en las fincas cercanas, Marlene lavaba ropa y
cogía café en las cosecha. Hacían un buen equipo, tan bueno que reunieron
prontamente unos ahorros y con ellos
compraron un lote cerca de la
casa de su suegro Luis Orrego y construyeron allí su vivienda.
Reiner
Antonio Moreno es la Biblia de La
Estrella, se las conoce todas, sabe el nombre de los vecinos y
cuando llegaron al caserío; tiene en su memoria la historia del
pueblito, al igual que las cuitas y
afanes de la comunidad. Es un hombre
franco y bueno, conocido por la gente de la Estrella como uno de sus más
distinguidos patriarcas.
LAS
MEMORIAS DE REINER ANTONIO MORENO
Con
la colaboración de la secretaria de la corregiduría nos acercamos a Reiner Antonio, uno de esos graduados en la
Universidad de la vida, sin cartones ni estudios académicos pero con la cultura
y el conocimiento que da la experiencia, el trabajo y una larga existencia.
La
casa de Reiner Antonio es amplia y hermosa, con vista de
gran parte de este caserío que
desde el balcón parece un reguero
de construcciones tiradas al azar sobre la ladera.
Con
memoria prodigiosa Reiner nos cuenta
el pasado de La Estrella, una historia sin grandes hazañas ni hechos
portentosos, simplemente el devenir llano de
un pueblo simple cuya gente buscó un terrón de suelo para instalar su
familia.
Deleitándonos
con un café hecho en aguapanela, con la compañía grata de Edith Angélica y de Oscar Jaramillo oímos el siguiente relato
resumido de un riosuceño que encontró en La Estrella su segunda patria chica:
En
el año de 1960 en el sitio llamado “El Realejo”, en la carretera que comunica a
Pereira con Alcalá, se ubicaba una inspección de policía sobre un lote que aprovechaban los
uniformados para levantar semilleros de café. A un lado estaba una fonda ,
al frente la finca “La Estrella” y por
los demás costados se extendía la
hacienda “Asturias”.
Las fondas siempre fueron el embrión de las
fundaciones y también lo fue la Fonda de
La Estrella en cuya vecindad
empezaron a aposentarse algunos
trabajadores de las fincas vecinas. Luis Orrego, Nelson Idárraga, Pedro Isaza,
Alberto Isaza construyeron las primeras
viviendas cerca de la fonda y atrás de
la inspección de policía .Los alrededores estaban llenos de cultivos de café y
caña panelera y haciendas como “El Rubí”, “El Diamante” y “Asturias” ocupaban
centenares de trabajadores que vivían en
ranchos aferrados al borde de los caminos cercanos.
Fue
entonces cuando “El Plumón”, Oscar Vélez Marulanda, logró que el municipio
fraccionara la parcela del “Realengo” para que algunos campesinos sin
tierra construyeran allí sus viviendas
mediante un proyecto desarrollado por
autoconstrucción en forma tal que los vecinos aportaban la mano de obra
y el municipio y” El Plumón” facilitaban los materiales
Al frente de la comunidad estaban Alberto Quesada, Adalcio Dávila,
Argemiro Valencia y Duván Idárraga, con esos líderes empezó una labor
titánica en un lote empinado, de poco terreno, agua de aljibe y muchos
interesados. La topografía no permitió abrir calles ni hacer trazados de
parques, la gente se acomodó como pudo y el caserío se fue llenando de escalas y pasadizos con una sola vía estrecha
que reptaba por la mitad del
pequeño poblado.
Trabajando muchas veces hasta
medianoche tomaron forma las viviendas, se pavimentaron los senderos, se abrieron brechas para el
acueducto y el alcantarillado y siempre con el apoyo de “El Plumón” los
vecinos levantaron los postes de energía
eléctrica y tuvieron luz en los senderos y en las casas..
Actualmente
“La Estrella” alberga la corregiduría
de La Estrella- La Palmilla, cuenta con
una fonda, dos discotecas, el
acueducto Cestillal- El Diamante,
colegios y escuelas y buen transporte hacia Pereira.
Al
contrario de otras zonas deprimidas de
Pereira, En La Estrella, pese a su pobreza,
se ve una comunidad con deseos de progreso, activa, que no se deja
apabullar por nada. Al perderse las fuentes de trabajo que ofreció en otros tiempos la caficultura, “La
Estrella” se convirtió en otro caserío dormitorio, pues la ganadería y los cultivos
de frutales necesitan muy poca mano de obra.
No hay industrias y el turismo es insignificante, por ello los vecinos
tienen que desplazarse a la ciudad a buscar trabajo.
“La Estrella” es una conjunción de lo urbano
con lo rural, con una cultura que cada vez se aleja más de las fuentes campesinas
que fijaron sus raíces pero recuerda agradecida a sus líderes entre los cuales
se han destacado Adalcio Dávila, Reiner
Antonio Moreno, Duván Idárraga y Alberto Quesada.
La
Estrella es una comunidad de paz sin
recuerdos ingratos, salvo la calamidad del
chicunguña que afectó recientemente a casi todos los pobladores; hace muy poco tiempo el chicuncuña
postró en la cama a casi todo el caserío; Reiner Antonio Moreno
recuerda, que como en un sanatorio, solo
se veían enfermos apoyados en bastones
por las tortuosas escaleras de la
vecindad.
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