Alfredo
Cardona Tobón
Es
una vereda con un centro poblado de 24 casas donde a falta de una capilla los
vecinos cuentan con una discoteca. El caserío de
“ El Aguacate” está a la vera de la carretera que comunica a Pereira con
Alcalá, en un callejón que se descuelga desde un alto hasta la portada de una hacienda..
La
principal edificación de “El Aguacate”
es la discoteca “Fuente Azul” de Mario
Pescador, un riosuceño afincado en la zona desde mediados del siglo pasado,
quien con esfuerzo y sacrificios levantó
ese negocio que se extiende a una tienda
y a su casa de habitación, ocupando la
quinta parte del caserío.
El
Aguacate es un conjunto de casas de una y dos plantas pintadas de
diferentes colores, unas humildes y
otras que no deslucirían en un barrio exclusivo de Pereira. Las edificaciones
se levantan a un lado del callejón, limitado al frente por los potreros de la
hacienda “Los Arreboles” dedicada al engorde de ganado.
Como
otros núcleos poblacionales del corregimiento Estrella- La Palmilla, la pequeña localidad de El Aguacate es un
dormitorio de personas que antes trabajaron en
las fincas de la región y hoy, con sus hijos y sus nietos, laboran en Pereira.
La
historia de “El Aguacate” es
reciente y está estrechamente ligada a la familia Quesada Toro.
Cuenta Jaime Quesada que en el año de 1958
llegó su padre Alberto a trabajar en la carretera; dice que por ese
entonces vivía en ese punto Agripina
Toro , considerada por todos como la pionera del caserío. Doña Agripina se
alegró mucho con la llegada de su yerno
Alberto, su hija Lucila y los tres nietos, a quienes generosamente cedió una
parte de su extenso lote para que construyeran allí su vivienda.
Esa
fue la segunda casa levantada en “El
Aguacate”, ese fue el embrión del
caserío que se consolidó como tal cuando
en los años sesenta del siglo pasado el administrador de la finca “La Selva”,
Eduardo Rivillas, compró un lote que colindaba con doña Agripina, lo fraccionó
y lo vendió a trabajadores de las fincas vecinas
Entre
los primeros pobladores, además de los
Quesada, se recuerda a Francisco
Valencia, a Luis Alzate, a Pio Pineda y León Cardona. Entre todos los
vecinos fue notable
la presencia de Alberto Quesada
en los destinos de “El Aguacate”:
María Consuelo Quesada Toro habla de su padre Alberto con orgullo y no es para menos pues en las
veredas aledañas se le recuerda con
gratitud y cariño, ya que ese líder con
el apoyo de Oscar Vélez Marulanda llevó
el alumbrado público al corregimiento, consiguió auxilios para viviendas, la
instalación de los teléfonos y fue uno de los promotores del acueducto
Cestillal- El Diamante.
LOS
RECUERDOS DE LOS QUESADA
Jaime
Quesada Toro llegó a El Aguacate cuando tenía apenas cinco años de edad; de
esos lejanos tiempos recuerda la hacienda “La Isla” de Andrés Mejía con sus
extensos cultivos de café y caña y la enorme finca “La Selva” de café, caña y
ganado de leche perteneciente a Omar Trujillo.
En
la mente de Jaime quedaron grabados indeleblemente los yipes que
levantaban nubes de polvo en la
carretera destapada y una chiva que
realizaba dos viajes al día a las galerías de Pereira.
La
familia Restrepo, propietaria de la hacienda “Buenos Aires” cedió el lote para
la escuela y en ella estudió Jaime con
una maestra de nombre Elvira, no recuerda el apellido, pero era muy querida por
todos. Un día enseñaba a los muchachitos y otro día enseñaba a las niñas en una
sola aula, en una casita de guadua con corredores y chambranas de chonto.
Después
de terminar la educación primaria Jaime Quesada salió a trabajar y a recorrer
mundo; aprendió a manejar maquinaria agrícola y
llegó hasta las bananeras de Urabá donde luego de muchos años de
ausencia, la violencia desatada en esa zona antioqueña lo hizo regresar al grato alar de” El Aguacate”.-
Para
María consuelo Quesada Toro son indelebles los recuerdos de Adiela
Santa Serna, una meritoria educadora que formó durante 54 años la niñez
de El Contento y El Aguacate y dejó plasmado el paso de varias generaciones de
niños en un mural de la escuela Buenos Aires, que fue tapado con pintura por un arbitrario rector
de la Institución Educativa de la Palmilla.
Alberto Quesada y familia
Al
igual que su padre, María Consuelo es una persona empeñada con el trabajo
comunitario y con el bienestar de su gente. Al
morir Alberto Quesada a la edad de 96 años, María Consuelo recogió sus banderas y
continuó luchando por la vereda.
Consuelo
no olvida las fiestas del
corregimiento; dice que en ellas El Aguacate “tiraba la casa por la ventana”,
pero que a raíz de un hecho lamentable se suspendieron y ahora trata de
revivirlas con el apoyo de los vecinos.
El
Aguacate es una vereda tranquila donde el tiempo pasa sin que se sienta; no ha
habido guapos ni peleadores, ni hay aparecidos o espantos, tampoco, por
fortuna, los ha tocado la violencia que como plaga exterminadora ha llenado de
luto a Colombia
Quizás
el único hecho extraordinario en “El
Aguacate” fue el hallazgo de una guaca en una de las pequeñas quebradas de la vereda que no quedó en manos de la
descubridora sino de un cura avivato que se aprovechó de la ingenuidad de la
parroquiana.
Esta
es la historia resumida del valioso hallazgo:
Un
día Aleida Quesada estaba lavando ropa y al levantar una piedra de la quebrada vio
que en la oquedad de otra piedra
brillaban tres muñecos de oro de unos
quince centímetros cada uno. Con cuidado los desenterró y los llevó a su casa,
pero como temía que se los robaran los llevó al sacerdote que oficiaba en el
Contento hasta averiguar donde podría venderlos.
Al
regresar a reclamar su tesoro, el sacerdote no estaba y no lo volvió a ver por
los contornos. En su ingenuidad no acudió a la curia ni le contó lo sucedido a
nadie y así perdió esa fortuna. A los
muchos años conoció el paradero del
levita que impunemente estaba
disfrutando de una riqueza ajena, pero ya nada podía hacerse, así que Aleida
siguió lavando la ropa en la quebrad, con la esperanza de ver otros muñecos de
oro bajos las piedras..
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