Alfredo
Cardona Tobón
Calle de Quinchía
Las división conservadora de Guillermo Valencia, padre, y de Alfredo Vásquez Cobo a raíz de las señales equívocas de la iglesia católica que al principio respaldó un candidato y luego respladó al otro, dio como resultado el triunfo del candidato liberal en las elecciones del 9 de febrero de 1930 .
Las división conservadora de Guillermo Valencia, padre, y de Alfredo Vásquez Cobo a raíz de las señales equívocas de la iglesia católica que al principio respaldó un candidato y luego respladó al otro, dio como resultado el triunfo del candidato liberal en las elecciones del 9 de febrero de 1930 .
El
gobierno de Olaya Herrera tuvo la oposición
de los llamados “curas guapos” que
atizaron la violencia partidista en Boyacá y los Santanderes , agudizada por la crisis económica en Estados Unidos que
repercutió en todo el mundo, incluyendo en la frágil estructura colombiana.
En
medio de mil dificultades de la naciente “República Liberal”, en febrero de
1931 se celebraron las elecciones para cuerpos colegiados dentro de una tensa
atmósfera política. Por ese entonces,
Emilio Latorre desempeñaba la gobernación del departamento de Caldas, donde
empezaba a tomar forma la tenebrosa Violencia Politica que llenó de sangre este
departamento.
Tres
días después de las elecciones los liberales celebraron el triunfo en Mocatán (
hoy Belén de Umbría) y a los vivas de
los unos y los abajos de los otros se armó la gresca entre liberales y
conservadores con escaramuzas que se
prolongaron hasta mayo de 1931 con el saldo de varios muertos y numerosos
heridos.
En Quinchía
desempeñaba la alcaldía Marco Antonio Montoya, un coronel revolucionario
de la Guerra de los Mil Díaz sin las mínimas aptitudes para
ejercer cargo alguno y por lo tanto a merced de otros más preparados que en realidad manejaron el
municipio.
LAS
ELECCIONES DE 1931
El
primero de febrero de 1931, día de las elecciones, apareció un sol radiante, sin una nube que alterara el
azul del cielo. Era como una señal de otro triunfo del conservatismo caldense.
En las veredas de Quinchía los
campesinos se agruparon bajo las banderas de sus capitanes. Rojas eran sus
banderas y rojos turquí los pañuelos
rabodegallo que anudaban a sus gargantas.
A la
seis de la mañana Froilán Cárdenas y Crisanto Alvarez hicieron estallar dos tacos de dinamita en
las laderas del Cerro Puntelanza, era la señal para iniciar la marcha desde
Santa Elena, desde Encenillal y Opiramá. El sonido de los cachos resonó por
Cantamonos y Murrapal, se extendió por Yarumal y Corozal y columnas compactas
de campesinos iniciaron la marcha hacia el casco urbano.
Ceferino
Rios convocó a los vecinos de Batero y Moreta, Rafael Gironza marchó con los
suyos desde el Higo mientras Rogelio Vinasco con la gente de Sausaguá se unía a
los liberales de Mápura y Eusebio Arce comandaba el nutrido grupo que esperaba
la gente de Buenavista y Quinchiaviejo en la parte alta de Callelarga.
Lisandro
Garcés hizo estallar otros dos tacos de dinamita en la loma de Guerrero y otras
columnas que avanzaban desde Florencia y
Aguasclaras apuraron el paso animadas por los vivas, el sonido de los cachos y
los tragos de aguardiente tapetusa.
Los
pocos conservadores de Quinchía se acercaron a las urnas apenas empezaron los
comicios y una vez depositaron su voto se recogieron en sus viviendas antes de
la llegada de los bloques compactos de los campesinos liberales. Los dirigentes
conservadores Benjamín Vásquez y Alfonso
Moreno acompañaron a depositar el voto a los pocos labriegos
mofletudos de las zonas frías de La Ceiba, El Tabor y Barroblanco . Eran unos valientes, unos “godos calzonudos”, como los llamó Emilio
Betancourth, al atreverse a bajar al pueblo
a sufragar en medio de la alborotada marejada roja.
Pese
a la algarabía nada trágico ocurría en las elecciones quinchieñas, fuera de las
vivas, los abajos y el manejo amañado de las urnas. Esa tarde al terminar el conteo de los
votos la victoria liberal se repetía en Quinchía. No era raro, pues eso sucedía
desde tiempos inmemoriales porque las parcialidades a más de anticlericales conservaban vivo el espíritu del radicalismo liberal.
Fue
una victoria esperada, pero con cifras tan elevadas, que esta vez fue evidente
el robo descarado en las urnas.. Sufragaron
3185 liberales y solo 232 conservadores. Como las estadísticas
registraban un potencial electoral de
3821 votantes en el municipio, las cifras indicaban que para alcanzar la cifra de 3417 habrían tenido que votar hasta los niños.
El
30 de abril de 1931 el Tribunal de lo Contencioso Administrativo de Manizales
declaró nulas las elecciones del municipio de Quinchía y también las del municipio de Risaralda, donde también se anularon las elecciones al descubrir
otra multiplicación de los votos.
Panorámica de Risaralda- Caldas-
Panorámica de Risaralda- Caldas-
En
esas elecciones el fraude fue general. Se repetía el dicho de quien escruta elige, principio con el cual se sostuvo el radicalismo liberal durante décadas. Las cifras arrojaron 54.472 votos liberales y 48.519 conservadores; eso era imposible en un departamento como Caldas, donde siempre habían triunfado los
conservadores.
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