Autor: José María Bravo
Quiero anotar algo sobre sus
hijos, característico de la cultura de aquellas épocas. Incorporados como
soldados a las filas republicanas, supieron cumplir con su deber y lo hicieron
como valientes hijos de doña Simona Duque, la ilustre heroína. Pero sus últimos
días no fueron los mejores. Manuel fue el primero de esos soldados que murió
por salvar la Patria, en Cartagena, en donde fue enterrado.
Francisco fue herido
gravemente en Ovejas. Recibió un balazo en la parte superior de la columna
vertebral y el proyectil permaneció allí 35 años, hasta que se lo extrajo el
doctor Ulpiano Urrea. Tullido, murió en la miseria y abandonado.
Andrés, cayó prisionero en la
Cuchilla del Tambo, el 29 de junio de 1816 y se salvó del cadalso pero tuvo que
sufrir las mayores penalidades en el campamento español. Estuvo en el ejército
patriota hasta el año de 1817, cuando regresaron derrotados a Marinilla. Murió
anciano, ciego, en la miseria y olvidado de sus compatriotas.
El 9 de diciembre de 1879, el
doctor Abraham Moreno escuchaba de sus labios su propia historia, y Andrés dejó
escapar de su pecho un lúgubre silencio, dos lágrimas muy tristes rodaron de
sus ojos y así se quejó:
¡Quién me hubiera dicho hace
55 años que ese hermoso sol que alumbró el campo inmortal de Ayacucho habría de
eclipsarse para siempre a mis ojos; y quién le hubiera dicho a mi santa madre
que un día su hijo no tendría ni un jergón para cubrir su cuerpo, ni un pedazo
de pan para calmar su hambre!
Salvador participó en la lucha
desde 1813 a la edad de 10 años. Fue coronel, brilló en las campañas de
Antioquia, fue uno de los compañeros de Córdoba en la batalla de Chorros
Blancos contra el Coronel Tolrá, y en el Bajo Magdalena. Estuvo en los sitios
de Cartagena (1821) y Santa Marta (1823). Murió de avanzada edad.
Antonio María fue el héroe del
combate de Tenerife, en donde obtuvo una distinción en pleno combate. Fue
herido el 25 de julio de 1820 y a causa de éstas heridas, perdió sus manos.
Quedó inválido.
Juan Nepomuceno fue el héroe
de Chorros Blancos, luchó en Pichincha el 7 de abril de 1822, en el Puente de
Guaitara, en Yacuanquer y en Pasto. Murió anciano.
José María, el menor de todos
los hermanos, no fue presentado a Córdoba por su madre por hallarse enfermo,
pero más tarde partió a la guerra. Obtuvo el grado de Teniente. Estuvo en la
Cuchilla del Tambo, en donde fue derrotado.
Se unió luego a las tropas del
General Sucre, con quien participó en batallas.
La única hermana de estos
héroes fue doña María Antonia, quien fue esposa del señor Benedicto Velásquez.
Sus descendientes han honrado su abolengo.
BIOGRAFÍA
Simona Duque nació en la villa de
Marinilla en el oriente antioqueño el 30 de marzo de 1773, en un hogar de
costumbres patriarcales, formado por don Andrés Duque Giraldo, hacendado de la
región, y doña Ana María Rincón Giraldo. Fue una matrona de costumbres
tradicionales, como correspondía a su linaje familiar.
Se casó cuando tenía 14 años con
José Antonio Alzate Cardona, y como antioqueña de pura cepa, tuvo ocho hijos,
siete varones, trabajadores, de armas tomar y convencidos patriotas: Andrés,
Francisco, Salvador, Antonio María, Manuel, José María, Juan Nepomuceno, y una
mujer, María Antonia, que perpetuó las virtudes de su sangre y las tradiciones
de su raza.
Su humilde vivienda, en Marinilla,
sirvió de morada a importantes personajes y guerreros de paso y desde allí se
repartía la correspondencia a los pueblos del oriente antioqueño. Marinilla era
una población muy pequeña, en 1825 tenía 6.050 habitantes.
Relata don Abraham Moreno: veíamos
cuando éramos niños a doña Simona cultivando con sus propias manos el huerto de
su casa, situada en la salida de Marinilla para el Santuario. Vestía
modestamente saya de fula azul, camisa blanca, y encima una camisa tetunjana,
ceñida a la cintura, cando estaba en el trabajo.
El despertar de los sueños de
libertad y pertenencia que se produjo con la lucha por la independencia, en las
primeras décadas del siglo XIX, tocó las puertas de la casa de doña Simona.
La matrona antioqueña había quedado
viuda en 1801, y por aquellos días su familia dependía por completo de ella y
del trabajo de sus hijos mayores.
Esta mujer patriota, decidió
entregar su más preciado tesoro, sus hijos Andrés, Francisco y Salvador, al
coronel José María Gutiérrez de Caviedes en 1813, quien con un grupo de
voluntarios, entre ellos el joven José María Córdoba, invadió la provincia de
Popayán, pero los contratiempos deshicieron la expedición, y fue fusilado su
jefe. Los Alzate Duque regresaron a Marinilla derrotados, pero no vencidos, era
el año de 1817.
Allí se dieron a la tarea de
entrenar a sus hermanos menores: Antonio María, Manuel, José María y Juan
Nepomuceno, de modo que cuando el coronel Córdoba fue a liberar la provincia
nativa, los hijos de doña Simona estaban listos para la lucha.
Relata el historiador Armando Gómez
Latorre: Córdoba tenía su cuartel general en Rionegro.
Una mañana su edecán lo despertó
anunciándole una inesperada visita: era la viuda doña Simona Duque de Alzate. Y
este es el diálogo que inmortalizó su nombre: ¿En qué puedo servirle mi señora?
dijo el jefe militar de Antioquia- Vengo, señor, a traer mis joyas para
contribuir por mi parte a salvar la patria. Doy a usted las gracias en nombre
de la República y acepto su generosa oferta, porque como sabrá usted, aún
quedan enemigos en el territorio y es preciso exterminarlos. Con ese fin he
traído, coronel, lo que tengo. ¿Y que será, señora, su ofrenda tan espontánea y
tan oportuna? Son cinco de mis hijos, contestó la señora; y como a punto
llamase a los que estaban allí cerca, se presentaron cinco jóvenes altos, bien
constituidos, morenos y de arrogante figura.
El futuro vencedor en Chorros
Blancos no cabía en su sorpresa, cuando ve a aquella anciana señora traer
generosamente para la Patria su único tesoro que eran sus hijos.
Doña Simona grabó aquel día su
nombre en las páginas sagradas del libro de la gloria.
Conmovido Córdoba, que no comprendía
como a su edad podría una viuda desprenderse de sus únicos apoyos, le peguntó:
Señora, ¿y que deja usted para atender a su subsistencia? Todavía sé y puedo
trabajar, contestó llena de arrogancia doña Simona.
En la historia quedó grabada la ruta
de los marinillos enrolados en el Regimiento de Granaderos. En pocos días,
Córdoba, del Corral, Benedicto González, Braulio Henao, entre otros, con 500
soldados, salían de Rionegro en persecución de Tolrá, y se cubrían de laureles
en Chorros Blancos, Majagual, Tenerife, Cartagena, y más allá, en Pichincha,
Junín y Ayacucho.
El rasgo de patriotismo de doña
Simona fue comunicado por Córdoba al Vice-presidente Santander y éste dictó un
decreto del cual se destaca este aparte: …A la ciudadana Simona Duque se le
suministrarán del Tesoro Público de la provincia de Antioquia diez y seis pesos
íntegros al mes durante su vida. Publíquese en la Gaceta este extraordinario
rasgo de amor a la Patria, para satisfacción de la que lo ha manifestado y para
ejemplo de los demás individuos de la República. La heroína no aceptó la
pensión por considerar que ésta hacia falta a la patria mientras no estuviese
completamente libre, y así lo manifestó al general Santander.
No quiso aceptar esa recompensa
mientras pudiera trabajar y valerse por sí misma, cultivaba el huerto de su
casa. Más adelante, a instancias del presbítero Gabriel María Gómez, aceptó la
pensión.
Doña Simona Murió en Marinilla el 17
de enero de 1858 a la edad de 85 años. En su lecho de muerte le preguntó su
hijo Salvador que órdenes tenía que dejarle en caso de que muriese, y con voz
moribunda, aunque clara, le dijo: Que mis hijos sirvan a la Patria cada vez que
los necesite.´
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