- Conferencia de apertura de la cuarta cohorte de historia de la Universidad Tecnológica de Pereira{
Febrero de 2016
Febrero de 2016
Alfredo Cardona Tobón
LECCIÓN INAUGURAL DE LA
MAESTRÍA DE HISTORIA-U.T.P-
Febrero 12 de 2016.
Conferencia de Alfredo
Cardona Tobón
Desde los años sesenta del
siglo pasado, un grupo de profesionales de diversas áreas han estado estudiando el pasado y el presente del Eje Cafetero, analizando hechos,
buscando las causas y consecuencias de
los sucesos. En estas décadas se ha
pasado de la parte descriptiva y la historia blanca a una historia analítica
donde se tienen en cuenta las comunidades de base y los acontecimientos que han
marcado nuestro destino.
El doctor Otto Morales
Benítez la llamó “Generación de las
identidades” en contraposición a estudiosos de la historia regional del
siglo XIX y principios del XX comprometidos con los notables, con lo europeo y
el catolicismo. La “Generación de las identidades” empezó a visualizarse en los
“Encuentros de las Palabra” de Riosucio, Caldas, con la obra de Ariel Escobar,
Albeiro Valencia, Jorge Eliecer Zapata, Alfredo Cardona, Octavio Hernández,
Julián Chica, Víctor Zuluaga, Ricardo de los Ríos y otros “Forjadores de identidad” que han incorporado a las disciplinas tradicionales la lingüística, la economía, la sociología, la
arqueología del paisaje, la demografía, la estadística y con todos esos
elementos están descubriendo el pasado y señalando rutas para el futuro.
Esos forjadores de
identidad, según palabras de Eliecer Zapata, no se han limitado a desempolvar
documentos y a recoger testimonios: están capturando la memoria reciente para
encontrar nuevas visiones; están cotejando, confrontando, corrigiendo y
complementando lo dicho y escrito, porque en la
Historia nada es inamovible ni definitivo pues siempre hay nuevas
interpretaciones que nos acercan a la verdad.
La llamada “Generación de
las Identidades” está comprometida,
principalmente, con la historia regional, que poco tiene que ver con los
límites cartográficos y mucho con las estructuras que la definen, por eso se habla de región paisa, región
caribe, y en nuestro caso del Eje
Cafetero que comprende infinidad de sectores con temáticas propias e
individuales.
La “Generación de los
identidades” está sacando la historia
regional del parroquialismo,
conectándola con el devenir colombiano y vinculándola con los sucesos nacionales; tal es el caso de la colonización antioqueña, el desarrollo de la
caficultura, la explotación aurífera en Marmato y Supía; la Esponsión de Manizales y los sucesos
posteriores que cambiaron el rumbo de Colombia y la guerra de 1876 que fue un
punto de inflexión en la historia política
del país.
El trabajo realizado por
ellos ha sido a pulso, sin ayuda del
Estado. Por intuición los investigadores están estudiando los archivos parroquiales, notariales, municipales
y particulares, a veces sin método ni una sólida formación académica pero con
perseverancia y responsabilidad: de nuevo se leen los apolillados periódicos pueblerinos, las cartas familiares
y se rescatan los testimonios de los
abuelos que sin esos forjadores de
identidad hubieran desaparecido.
Es una labor que no puede
ignorarse, desaprovecharse o mirarse con desdén desde la Academia. En cada
cabecera municipal, en todos los caseríos y veredas alguien guarda con amor
filial el recuerdo y la lucha de sus
mayores, a veces en cuadernos deshilachados, en libros humildes o en el disco
duro de su memoria.
“La generación de las
identidades” tiene su teatro en las Academias de historia de Caldas, Risaralda y
Quindío, en varios centros de historia,
en algunos museos locales y su obra tiene como vitrina los periódicos “La
Patria” de Manizales, “El Diario del Otún” de Pereira, “La Crónica” de Armenia
y la revista Impronta.
Ya que el Eje Cafetero es una zona de clara estirpe
campesina, por fuerza su historia regional es una historia que empieza en los barbechos, en la finca, en
la hacienda donde poco a poco conforma una
identidad y unos imaginarios que se
enmarcan dentro del llamado Paisaje Cultural Cafetero.
En el ámbito de la Historia Regional, la Academia Pereirana de
Historia está desarrollando el proyecto
de la Historia de los
corregimientos del municipio, que podría servir
de ejemplo al resto de Colombia. Es así, como por primera vez se
investiga sobre los corregimientos de La
Florida, La Bella, Altagracia, Tribunas-Córcega, Arabia, Caimalito, Puerto
Caldas, La Estrella, Morelia, Combia y Cerritos y los investigadores se interesan
en ocupación de los predios, las tensiones sociales, la vida cotidiana y la conexión del campo con la ciudad.
Ha sido una experiencia que muestra la
heterogeneidad de las comunidades campesinas con historias diferentes enlazadas con otras
próximas o lejanas: se tiene, por ejemplo, el corregimiento de La Florida con
su vocación turística, sus bosques y
nevados y el corregimiento de Puerto Caldas con sus ranchos de lata y una larga
calle polvorienta donde en cada postigo asoma la desesperanza. En el territorio
pereirano vemos al corregimiento de Arabia con los cafetales, la tierra ajena, el
aroma campirano y al corregimiento de Tribunas Córcega donde lo rural se
confunde con lo urbano y los moteles remplazaron las casitas de guadua.
Asombra descubrir en las veredas y
poblados de esos corregimientos todos
los fenómenos pasados y presentes de la nacionalidad colombiana: el
corregimiento de La Bella creció sobre los abiertos de los grandes propietarios
paisas y se fue fraccionando a medida que llegaron desplazados de las distintas
violencias que crearon un emporio de cebolla y hortalizas; en cambio en
Caimalito, la comunidad se fue agrupando sobre la vía del tren, y sin tierras
para cultivar tuvieron que buscar la vida en el rio Cauca, como pescadores o
simplemente sacando arena de su lecho.
En el
corregimiento de Cerritos nos topamos
con dos mundos: el de unos pocos privilegiados y de muchos que no tienen
nada. Es la zona de lujosos hoteles y
condominios, del parque Ukumari y complejos turísticos y también es la zona
donde en un callejón de varios kilómetros se ve la miseria y la necesidad de
una comunidad vecina de una ciudad que dice tenerlo todo.
No por ser simple,
la historia regional puede manejarse con superficialidad; es menester el
conocimiento de las leyes sociales, la estadística, la demografía, la
representación de lo colectivo. No podemos dejarnos llevar por lo anecdótico;
eso es parte del aliño, porque la
escritura amena no riñe con la historia.
La gente común rechaza los escritos pesados: pueden estar cargados de erudición
pero no enamoran al lector ni lo acercan a las realidades que se pretende
mostrar ni a los valores que se quieren
realzar.
Sin la historia regional, y
sobre todo sin la historia rural, no se puede hablar de la historia extensa.
Recordemos que Pereira y casi todas las ciudades y aldeas de esta zona nacieron al pie del
surco, al lado de la fonda caminera o del
camino de arriería. Primero fue el maíz,
la caña, los cerdos, las trochas…después el café, el comercio, la industria y
las autopistas. Sin el labriego de cotizas, sin el recolector de café, sin los
bultos de panela Pereira no sería la capital del departamento de Risaralda ni
una ciudad con grandes áreas comerciales.
No es fácil escribir la
historia regional. Aquí no hay personajes de relumbrón ni grandes hechos
guerreros. ¿Entonces cómo se escribe? preguntarán quienes saben más de Napoleón
que de don Félix de la Abadía.
Debemos admitir de entrada,
que no solo los próceres han modelado la historia y tener en cuenta que sucesos
aparentemente modestos pueden tener la importancia de un veinte de julio en una
pequeña comunidad.
No se puede investigar por
investigar; hay que definir un objeto de nuestra historia y darle un sentido
pragmático y moral, porque los hechos pasados deben servir para enderezar los
futuros. Una vez definido el objeto debemos recoger los escritos y los
recuerdos, sin desechar nada, porque lo que parece anodino ahora, puede ser la
conexión que se necesite en un proyecto posterior. Aquí juega la serendipia,
que debe aprovechar el historiador,
porque a cada paso encontramos lo que no buscábamos y se enriquece nuestra
visión general.
El historiador no debe ser un simple ratón de
biblioteca, ni un repetidor de citas ajenas, como tampoco un recolector de datos. El
investigador tiene que interactuar con la gente y zambullirse en su
vida cotidiana; debe indagar, buscar visiones diferentes, comparar, tamizar y confrontar. En cada
leyenda, en cada crónica, en los recuerdos y tradiciones hay verdad y hay
falsedades, por ello su cultura debe ser amplia y variada con la
premisa del conocimiento del medio y de la gente.
Son tan grandes los vacíos en la historia
regional que quien se adentra en sus vericuetos se ve en la obligación forzosa
de asignar significados y plantear hipótesis, pues la realidad no es cosa dada y ante el desconocimiento
debe darse una interpretación. Existen muchos campos inexplorados en nuestra historia rural debidos al desprecio por lo nuestro
Uno de los olvidados es la
toponimia; Octavio Hernández y Alejandro
Ugarte han rescatado los nombres de antiguas localidades indígenas en la banda
izquierda del río Cauca; es así como renacen
palabras hermosas como Zarcirí, Sausaguá, Taudía y
otras como Guacuma y Kurumbí han retornado con las leyendas de Gobia, Batero y Opirama.
Varios proyectos se están
ligando a la lingüística; en sus
pesquisas el etnoeducador Merardo Largo
descubrió las últimas cinco
familias que hablan el lenguaje umbra y con el apoyo del lingüista
Guillermo Rendón empezó a rescatar la lengua de los ancestros
risaraldenses. Para complementar, su hermano Giovanny Largo fundó una escuelita
en la vereda Mápura en Quinchía y de
nuevo la xunxura o voz del pasado empezó
a vivir en la garganta de los niños
nativos y se descubrió que cirirí, meme, vihao, fara y bore son palabras umbras
incorporadas al idioma castellano.
En fin… es mucho lo que
falta por emprender y rescatar…
Nuestros intelectuales se
han desligado de la realidad local, parecen estancados dentro de algunas
temáticas ajenas a nuestra identidad; de ahí surgen los greco-quimbayas y otros
grupos que suspiraron en francés y ahora lo hacen en el idioma inglés.
Bernardo Arias se aproximó a las negritudes y
Ariel Escobar a la caucanidad y pare de contar; nadie ha tocado las aldeas fantasmas de Opirama, Papayal e Irrada ni se ha acercado
a las riberas del río Magdalena. A excepción de Víctor Zuluaga, nuestros
historiadores siguen enfrascados con los paisas olvidando a los indígenas. Poco
se ha escrito sobre los movimientos de reivindicación social de nuestras
comunidades y no se ha estudiado a fondo el origen de la violencia que nos ha castigado
desde siempre.
Son grandes los retos.
Estamos en mora de analizar los sucesos que
han modelado nuestro presente y hemos
olvidado la exaltación de todo aquello que nos da valor, permanencia y
proyección en el futuro.
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