Alfredo Cardona Tobón*
La pintura de la Virgen mestiza en el ayate
de un nativo macehual
llamado Juan Diego fue un suceso especial
dentro de las innumerables apariciones
de la Virgen, pues esa imagen morena y humilde al, identificarse con el pueblo,
se convirtió en uno de los pilares de la nacionalidad mejicana.
La Virgen de Guadalupe se
entrelazó íntimamente con la cultura nativa por su relación con Tonatzin, o diosa de la fertilidad, que los aztecas veneraron por siglos en el Cerro del Tepeyac. Para los indígenas “la
señora de la falda de las serpientes”, hecha cuerpo y espíritu en la Morenita de la Basílica de Guadalupe, se transformó en el emblema de México el 16
de septiembre de 1810, cuando las montoneras explotadas por los españoles se
levantaron contra el poder colonial al grito de: ¡Mueran los chapetones! .
De nuevo en 1926
los hijos de la chingada, parto
del Méjico oprimido y violado, se pusieron en armas bajo el manto
protector de la Virgen Quatlasupe en la “Guerra de los Cristeros”, que durante tres
años sembró la tierra mejicana de
mártires católicos. Esta vez el Estado laico y liberal pretendió conculcar los derechos religiosos de las muchedumbres paupérrimas ignoradas por los
poderosos. A los gritos de ¡Viva Cristo
Rey!- ¡Viva Santa María de Guadalupe! las montoneras pararon las pretensiones del gobierno de Plutarco Elías Calle que restringió
las manifestaciones religiosas, se fue
contra el celibato de los sacerdotes y
quiso borrar a sangre y fuego la fe de los mejicanos.
EN EL CAMERÍN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Los terremotos, el deterioro
propio de los años y hasta un atentado han amenazado la imagen de la Virgen de
Guadalupe. El 14 de noviembre de 1921 un antisocial dinamitó el altar donde
estaba la venerada pintura: todo quedó
destrozado, menos el cuadro de “La Morenita” que milagrosamente no sufrió el más mínimo
desgarre.
Desde entonces el ayote enmarcado,
que permite el contacto con los fieles,
se conserva en una bóveda blindada a prueba
de explosiones, terremotos e incendios. Hasta
allí llegó en febrero de 2016 el Papa Francisco quien después de celebrar la
Misa puso un ramo de rosas amarillas
frente a la imagen y le ofreció una
corona dorada que él mismo había bendecido.
Una concurrencia de más de
50.000 fieles acompañó en silencio la
oración de Francisco. Con unción, los mexicanos y el Papa invocaron la protección de la Patrona contra la violencia,
el narcotráfico, la corrupción, el crimen organizado y tantos males que se han
volcado contra México como si el diablo estuviera castigando esa noble nación con la mayor de las broncas.
Con ellos estábamos los colombianos
y los latinoamericanos zarandeados igualmente
por los males que traen la riqueza mal habida, la vanidad y el orgullo;
en ese momento la “Morenita” parecía repetir lo que dijo a Juan Diego: ¿Acaso
no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?- Y en ese silencio que
cobijaba la Basílica y los corazones de los fieles, la Esperanza de un mundo
mejor parecía desgajarse de las manos benditas de la Virgen.
LA PRESENCIA GUADALUPANA
México no se entiende sin la
Virgen de Guadalupe; su presencia está en todos los rincones de la nación y es
parte del folclor, el arte y la poesía.;
es una devoción ligada a su identidad
como el himno y la bandera. Desde el año
1821 cuando el emperador Agustín
Iturbide la declaró Patrona de México, la
Guadalupana no ha cesado de recibir el reconocimiento filial de sus paisanos;
en la fiesta en su honor celebrada los doce de diciembre, miles de peregrinos
se acercan al Santuario a testimoniar su cariño con “mañanitas” que empiezan
con las luces del alba y serenatas que se alargan hasta termina el día.
La devoción se ha propagado por el resto de la América Latina y ha permeado la
cultura de los Estados Unidos. Son tantos los devotos, que la Basílica que
alberga el cuadro de la Virgen de Guadalupe, es después del Vaticano, el centro
religioso más visitado del mundo. En 1910
el Papa Pio X proclamó a la
Virgen de Guadalupe “Celestial Patrona
de la América Latina” y el Papa Juan Pablo II
la veneró con especial complacencia, como lo demuestran sus tres visitas
al Santuario durante las cinco visitas que
hizo a tierra mejicana. El Papa Benedicto XVI
se postró, también, a los pies
guadalupanos y el Papa Francisco la convirtió en el símbolo central en
su recorrido por suelo azteca
Con una historia sangrienta,
enormes desigualdades sociales y la vecindad de un imperio económico que le cercenó
la mitad del territorio y mantiene con la maleta en la mano a millones de
jóvenes que buscan allende el Rio Grande la realización de sus sueños, es un
milagro la supervivencia de México. Hubiera podido fraccionarse como América
Central o aletargarse como tantos países
que simplemente sobreviven; sin embargo
México, pese a todo lo que le ha sucedido, es un país con futuro y lleno
de posibilidades. Con un rostro joven- como lo expresó el Papa- que permite pensar y proyectar un futuro, un
mañana con Esperanza.
En lenguaje nativo la Virgen
de Guadalupe se comunicó con Juan Diego, y pretendió hacerlo el Obispo de
Chiapas Samuel Ruiz García. Fue un intento inútil en tiempos pasados, pero
ahora con la visita del Papa Francisco se cumplió el sueño del Obispo: bajo el
manto de Guadalupe las oraciones y los cantos en idioma tzotzil resonaron en Chiapas dando voz a los
ignorados. Y con la imagen presente de la Virgen morena en Ciudad de México,
Michoacán, Chiapas y en Chihuahua se alzó la voz del Papa para condenar al narcotráfico,
la discriminación, el trabajo esclavo y la cultura del Descarte.
Comentarios
Publicar un comentario