Jaime
Lopera G- Alfredo Cardona T
Cuando
el general Rafael Uribe Uribe propuso la creación del departamento de Caldas
presentó como posibles capitales a Manizales, a Pereira y a Riosucio. Una vez
aprobado el proyecto voces inconformes trataron de desligarse de Manizales, tal
fue el caso de Riosucio que intentó hacer tolda aparte con algunos municipios
del occidente caldense y varios del
Chocó.
En
1926 el Doctor Ramón Herrera fundó en
Santuario el periódico “Guante Rojo” para trabajar por los intereses liberales
y la creación del departamento del Quindío con capital en Pereira. Sus ataques
a Manizales fueron virulentos, decía que esa ciudad estaba absorbiendo los presupuestos de los municipios de la
región sin ofrecer nada a cambio y se quejaba también de la excluyente rosca de
los Gutiérrez.
En
marzo de 1930 se reunieron delegados del Quindío y de la antigua provincia de
Marmato para establecer un plan con miras a formar un departamento aparte.
Dirigentes de Pereira y de Armenia continuaron agitando la idea, con la
pretensión de cada una de estas ciudades de ser capital de la nueva sección. En
junio de 1936 se convoca una asamblea para discutir el proyecto; Pereira logró la adhesión de Calarcá,
Montenegro, Salento, Balcázar, Belén, Pueblo Rico, Balboa, Santuario y Apía; se
mostraron adversos Anserma, Riosucio, Armenia, Santa Rosa, Risaralda, Quinchía
y Mistrató, y en ese momento no se
definieron Supía, Marmato, Pijao, Quimbaya, Circasia y Filandia. Nada pudo
adelantarse pues la Constitución exigía el apoyo de las dos terceras partes de los
municipios de un departamento para lograr una segregación.[1]
Hubo que esperar 31 años para que Armenia se separara sin oposición de
Manizales y Pereira pudiera emprendiera
una campaña, hasta con ribetes de violencia, para constituirse en capital del departamento de Risaralda.[2]
El escritor risaraldense Guillermo Alzate Fernández[3],
cronista de la segregación de su departamento, registra algunas de las causas
que originaron la creación de Risaralda. Algunas de estas razones ya habían
sido mencionadas por los quindianos durante sus primeros escarceos en favor de
la autonomía y señalan muy claramente que existían viejos resentimientos en las
dos regiones por la conducta asumida por la clase dirigente manizaleña en sus
pretensiones de mantener, a toda costa, la integridad seccional.
Los risaraldenses indican, en su memorial de quejas,
algunos motivos como estos: en primer lugar, (a) el nombramiento de delegados a
un Congreso Cafetero de 1946 donde de 16 delegados, 10 eran manizaleños; (b)
“la iglesia de la catedral de Manizales, construida con fondos de todos los
municipios; (c) el ferrocarril Chinchiná-Manizales en el cual se invirtieron
más de 16 millones de pesos; (d) los cables que se tendieron hacia la Provincia
del Norte; ( e) la construcción del Teatro de los Fundadores; (f) el centralismo
agudo de Manizales; (g) el desprecio con que se miraban a los habitantes que no
fueran de la capital; (h) la lotería de Manizales; y (i) la construcción de la
fábrica de licores en la cual se invirtieron más de 25 millones de pesos, en
detrimento de las demás necesidades de otras regiones del mismo departamento.
La enumeración es larga e incluye igualmente
descontentos sobre el uso departamental de los impuestos municipales; quejas
sobre el agotamiento de la minería de Marmato, Supía, Anserma y Quinchía; sobre
la burocracia estéril e inútil del departamento, sobre la construcción del
Hospital de Zona y el Aeropuerto y “porque no se ha dicho una sola razón, una
sola por nadie, salvo las de orden sentimental, que demuestre que es un error
la segregación”.
En una carta a los notables de Manizales, Esteban
Valencia Arboleda les dice: “ustedes, hombres de letras, de empresas saben que
la demanda de los habitantes de Pereira es irrevocable, e inevitable”. Aludía
el señor Valencia al hecho de que ya el departamento de Caldas no podía
percibirse como un todo, que cada una de
las tres ciudades caldenses, tenía una orientación, “un estilo de vida, una
apreciación característica que las separa de las restantes y la identifica con
su pueblo”[4].
Había aquí, en estas frases, una seria posición conciliadora, tratando de
persuadir a los notables de Manizales sobre el error discriminatorio en que
estaban cayendo.
En esta enumeración de razones se mezclan sentimientos
de rechazo con situaciones objetivas que merecen una consideración mayor a la
que pueda darse cabida en estas páginas. En realidad, más que razones son
síntomas de una problemática que, para los risaraldenses y los quindianos,
venía de tiempo atrás. Los pereiranos, con ese cúmulo de argumentos cuyos
matices cambiaron de ciudad a ciudad, secundaron las intenciones separatistas
que comenzaron en Armenia. Para combinar
las quejas ante Manizales, el doctor Arturo Valencia Arboleda, miembro de la
junta pro-departamento y redactor de la exposición de motivos del proyecto de
Ley pro-departamento de Risaralda, dice allí que el problema “no es con
Manizales…(…) estamos inconformes, molestos, cargados completamente de
angustia, como se invierte el resultado de nuestro trabajo. Culpa de los
gobernadores no es, pues el dinero del fisco se distribuye como lo manda la
Asamblea. Nuestra molestia es con la Asamblea. Ella se integra por votación
universal de las provincias. Los caldenses todos somos responsables de haber
creado este modus vivendi que hizo
del nuestro el más poderoso, proporcionalmente, de los departamentos, pero
también el que ha abrigado sin término el germen de la destrucción”[5].
NI REPOSO, NI
TREGUA
En octubre
de 1966, la junta pro-departamento de Risaralda envió una comunicación al
presidente de la República para cuestionar la posición de la Asamblea de Caldas
con respecto al proyecto de Ley que creaba el nuevo departamento de Risaralda y
denunciaba situaciones de coacción en
esa Asamblea contra los diputados de Santa Rosa y Marsella. Eso era previsible:
el estamento político de Caldas, afectado por su derrota en el caso de la
creación del departamento del Quindío unos meses antes, estaba encontrando la
manera de obstaculizar la nueva iniciativa que venía en marcha. Incluso el
obispo de la Diócesis de Pereira, Baltasar Álvarez Restrepo, preocupado por lo
caliente de la situación, envió un fuerte mensaje al presidente de la Cámara de
Representantes para que vieran que “no se satisface lo que millares y millares
de personas consideran como suceso cumplido”[6].
Para
verificar el cumplimiento de los requisitos y el estado de la opinión pública
en torno al proyecto de ley sobre Risaralda que se estaba estudiando en la
Cámara, una comisión de esa entidad visitó a Pereira con el objeto de hablar
con los diversos grupos y entidades cívicas que animaban el movimiento
separatista. El pereirano Guillermo Ángel Ramírez fue el orador designado para
hablar ante los comisionados en el Club Rialto. Allí dijo, entre otras cosas: “más de 600 mil habitantes no tendrán reposo
ni darán tregua hasta que vean coronado el esfuerzo de independencia y
autonomía”. Y añadió que la subdivisión de Caldas debía mirarse como un
fenómeno sociológico necesario y que más valía la colaboración armoniosa de los
tres departamentos que las rencillas por intereses encontrados.
Para
abundar en sus argumentos el doctor Ángel Ramírez examinó algunas cifras
estadísticas que reforzaban su posición. Risaralda, decía que cuenta con
627.520 habitantes; Caldas con 584.000; y el Quindío con 335.420 habitantes en
tanto que el presupuesto de los municipios de Risaralda era de $48.960.120, el
de Caldas $23.253.237, más el producto de las empresas públicas de Manizales; y
el del Quindío subía a $27.495.717. Con ello trataba de demostrarse que la
capacidad fiscal y la población de Risaralda y del Quindío, cumplían los
requisitos de la Ley para el manejo autónomo como unidad administrativa.
El
presidente Carlos Lleras Restrepo sancionó la ley 70 del primero de diciembre de
1966 que creó el departamento de
Risaralda. El primer gobernador fue Cástor Jaramillo Arrubla, posesionado el 1
de febrero de 1967 ante el tribunal superior, en vez de Gonzalo Vallejo, el
mayor promotor, quien era el candidato opcionado por todos
Un
episodio que no puede quedar al margen de este relato risaraldense es el que
llaman “el florero de la liberación”[7]:
cuando se aprobó el departamento del Quindío, el gobernador de Caldas mandó a
recoger todos los equipos de obras públicas que se encontraban en Armenia, en
Pereira y en sus pueblos cercanos. El equipo que se encontraba en Pereira
estaba compuesto por dos volquetas en mal estado y un buldózer que hacia el
mantenimiento a la vía para el aeropuerto. Cuando un camión que transportaba el
buldózer estaba a punto de salir para
Manizales, el alcalde de Pereira Octavio Mejía Marulanda impidió su salida[8]; notificó que a la fuerza opondría la fuerza,
“ que con los obreros y empleados y la gente de la ciudad, formará las huestes
que se enfrentarán a la policía si se cumple la amenaza formulada desde Manizales”.
El buldózer en cuestión se ocultó en el corregimiento de La Florida, donde el dirigente Gilberto Bedoya lo utilizó para
abrir una carreter
.
En
vista de la contumacia, el gobernador Gartner destituyó a Mejía Marulanda y
éste a su vez fue remplazado por el general Sánchez Ordóñez. Este episodio, que
tiene muchos otros matices que sería prolijo señalar aquí, fue llamado en su
época como el Florero de Llorente de la independencia de Risaralda[9].
El
presidente de la junta pro-departamento de Risaralda, Gonzalo Vallejo Restrepo,
dijo en un reportaje, que cuando iba a nacer el departamento del Quindío
entendió que era la oportunidad para que Risaralda se convirtiera en una nueva
sección territorial. La campaña se inició
con dos y medio millones de pesos aportados por los pereiranos. Posteriormente, Gonzalo Vallejo
fue gobernador de Risaralda en la administración de López Michelsen.
Es
imposible mencionar la miríada de actores que desempeñaron algún papel en la
creación del departamento de Risaralda; unos a favor y otros en defensa de la
integridad territorial de Caldas. Pero debe resaltarse que con excepción de Pereira que se la jugó toda por
la causa y de Santa Rosa de Cabal que se opuso mayoritariamente a la
disgregación, la mayoría de los municipios implicados marcharon al compás de
los acontecimientos con concejos que cambiaron de opinión en repetidas
oportunidades, halagados por las
promesas de Pereira y de Manizales.
Es
de anotar que más que las comunidades fueron unos pocos líderes quienes
definieron la marcha de los acontecimientos en la provincia separatista. El
dirigente Camilo Mejía Duque, por ejemplo, buscó la incorporación de municipios
de mayoría liberal como Quinchía y dejó en manos de Manizales a municipios
conservadores como Anserma y Riosucio cuyos habitantes miraban con mucha
simpatía al nuevo departamento.
Viterbo
cerró filas alrededor de la beligerante dama conocida como “ Teresita de
Caldas” que encendió los ánimos y creó delicadas situaciones de orden público
en la banda izquierda del rio Cauca. Alberto Mesa Abadía inclinó la balanza
risaraldense en Apía, De los Rios en Belén de Umbría y los Hurtado en La Celia.
Lo
que debió ser una campaña pacífica de reivindicación de aspiraciones se tornó
en una confrontación violenta. El 12 de julio de 1966 “ El Diario” de Pereira
publicó la siguiente información:
Extra-
Extra
Matones a sueldo de Manizales trataron de asesinar
esta mañana a comisionados pereiranos en
Balboa.
El
pueblo de Pereira listo para ponerse en armas con el fin de ganar su libertad y
cobrar caro todo atentado contra sus
gentes y sus amigos. Si guerra quieren darnos guerra les daremos, dice la Junta Pro- departamento
de Risaralda. Alerta pereiranos-
Al
incremento de amenazas, manifestaciones y contramanifestaciones en varios
municipios se sumó la incertidumbre, pues los limites risaraldenses variaron de acuerdo con las negociaciones de
los políticos que no tuvieron en cuenta la opinión de la ciudadanía ni las conveniencias locales.
Cuando se creó el departamento de Caldas se
incluyeron las provincias caucanas de Marmato y de Robledo, la primera con
capital en Riosucio y la segunda con capital en Pereira; al establecerse el departamento de Risaralda el primero de febrero de 1966 se incluyó la provincia de Robledo y se fracturó la
antigua provincia de Marmato que quedó repartida entre Caldas y la nueva
entidad territorial; con esta decisión se rompió una tradición territorial y se afectó la identidad de una gran comunidad que va
desde La Virginia hasta Marmato y debió quedar íntegramente en Risaralda.
Bibliografía
·
Almario, Oscar. Nuevas Subregiones Políticas y Culturales en
el Occidente de Colombia. en “Historia del Gran Cauca”. Instituto de
Estudios del Pacífico, Universidad del Valle, Cali, 1996
·
Alzate Fernández, Guillermo.
Desmembración de la Mariposa Verde.
Autoedición. Pereira, 1984
·
Cinep. Colombia, País de Regiones. Cinep, Colciencias, Bogotá, 1998, Tomo I.
·
Motta
Vargas, Ricardo. Ordenamiento Territorial
en el Quinquenio de Rafael Reyes. Ediciones Doctrina y Ley, Bogotá, 2005.
·
Tirado Mejia, Alvaro, Sobre Historia y Literatura. Colección
Historia. Volumen 1. Fundación Simón y Lola Guberek, Bogotá, 1961
[2] Cardona Tobón, Alfredo . La Patria, junio 17
de 1986
[3] Alzate Fernández, Guillermo. Desmembración
de la Mariposa Verde. Autoedición. Pereira, 1984, p.13.
[4] Alzate
Fernández, op cit., p. 23.
[5] Alzate
Fernández, op cit., p.17.
[6] Alzate
Fernández, op cit., pág. 26.
[7] Alzate
Fernández op cit., pág. 50.
[8] EL DIARIO- Nov 4 de 1965
[9] Alzate
Fernández op cit., pág. 52.
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