Alfredo Cardona Tobón
El ardiente sol del trópico caía como un cuchillo de fuego sobre
los europeos que despertaban de una
borrachera de aguardiente y coco en las playas de Santa Marta; esos aventureros
de piel clara, eran gente reclutada en los puertos del Viejo Mundo con la ilusión de conquistar territorios de ultramar que decían estaban llenos de oro y tapizados con
piedras preciosas.
Muchos viajeros sucumbieron al desembarcar en América, unos
bajo los excesos de las frutas y las mulatas, otros víctimas de las enfermedades y los
bichos; algunos remontaron el río
Magdalena, cruzaron la cordillera y llegaron a los filones auríferos de Marmato
y Supía donde, aferrados a las lomas, convivieron esclavos, negros libertos, lavadores de estaño
de Cornweilles, paisas, científicos franceses e ingleses y mineros alemanes.
A los barrancos de Marmato llegó
Jorge Federico Gartner, un joven de raíces teutonas que como centenares de ilusos venía tras el
espejismo del Nuevo Mundo. Este minero
austero sin la vena borrascosa de otros europeos sobrevivió a los embates del trópico y a los cantos de las afroditas de ébano, pero
quedó atrapado en las redes de Columna Cataño, una criolla de cabellera negra y
miradas de fuego con quien formó la familia Gartner Cataño, tronco de los miles
ciudadanos Gartner diseminados por toda la nación colombiana..
DE TAL PALO TAL ASTILLA
Como feroz opositor al
contubernio de la iglesia y los reyes en
Europa, Jorge Federico abrazó las doctrinas del liberalismo radical colombiano
y apoyó a su cuñado David Cataño en la lucha contra la manguala del conservatismo con el clero. En 1876 en el encuentro del “ Reventón”, entre
Supía y Marmato, cayó abatido Cataño . En
su diario Jorge Federico escribe con rabia : ” lo mataron los malditos godos”, haciendo eco al clamor de los supieños que, para entonces, eran más cercanos a su
corazón que los propios alemanes.
He conocido numerosos
descendientes de Federico y de Columna, entre ellos a Emilio Gartner Gómez, un explosivo coctel de genes alemanes, caucanos y antioqueños, con quien adelanté algunos proyectos en
veredas de Balboa.
Emilio nació en el año de
1906 en las tierras altas de Quinchía; tanto Emilio como sus hermanos estuvieron “moritos”, es decir sin bautizar, hasta
que el cura Gallón por orden superior los ungió como cristianos. Había un
contrapunteo entre los Gartner y la Iglesia que los extrañó de los templos y
los camposantos pues los tildaban de
liberales, ateos y comecuras. Hubo necesidad de que un Gartner llegara a un
ministerio en Bogotá para que el nuncio apostólico les levantara el veto y los
curas de estas parroquias los contaran dentro de su grey.
La lucha por la vida llevó a
Emilio Gartner Gómez por muchas sendas; fue agricultor, fotógrafo y
comerciante. Al fin ancló en la empinada aldea de Balboa. Allí sin tener
tierras se convirtió en el adalid de los campesinos y sin ser político fue el
vocero de la comunidad balboense. Emilio fue
el promotor de un internado de niñas campesinas, impulsor del acueducto de Peñas Blancas, miembro del Comité Municipal
de Cafeteros y del Comité de Cafeteros de Risaralda; además de lo anterior fue concejal, asesor de las
Juntas de Acción Comunal y perteneció a todas las juntas cívicas y de
beneficencia de la localidad.
Cuando Pereira impulsó la
segregación de Caldas, Emilio se convirtió en un gran opositor a la
separación como Efraín Gartner y Mario
Gartner Tobón… todos ellos con una afinidad sentimental con Manizales, nacida de la antigua alianza
entre los Gutierrez del Sur de Antioquia y los Gartner del norte caucano.
Una vez creado el
departamento de Risaralda, Emilio aceptó el nuevo orden de las cosas y luchó
por la integración de la comunidad dentro de Risaralda y no por gabelas, dádivas o puestos sino
porque su único afán era el progreso de .Balboa.
UN HOMBRE TEMPLADO
Emilio sufrió todos los
rigores de la violencia desatada en el
occidente del Viejo Caldas, de puro milagro salió ileso en medio de la “pajaramenta” que asoló la
región. Durante unos meses buscó refugio en La Virginia y cuando en tiempos de Rojas Pinilla
el temporal amainó , regresó a Balboa donde continuó atendiendo su almacén de
telas.
Una tarde de agosto de 1992
los campesinos de Balboa marcharon con pancartas por la única calle del pueblo para hacer visible su situación desesperada a causa de la broca
que asoló los cafetales, arruinó las cosechas y llevó hambre a los hogares. La
gente protestaba por la aparente desidia de la Federación de Cafeteros que no
parecía enfrentarse a la crisis.; los almacenes de Balboa cerraron en apoyo a
los manifestantes, también los negocios
de comida y bebida, pararon los choferes y los carniceros… es decir el pueblo
entero se paralizó.
Aunque Emilio sufría al igual que los campesinos no podía
acompañarlos pues en ese entonces era
miembro del Comité departamental y parte
de la Federación de Cafeteros. La multitud enardecida cruzó
por frente del negocio de Emilio, que era el único abierto en Balboa; tres
individuos trataron de cerrar sus puertas , pero los demás impidieron que lo
hicieran y la manifestación continuó la marcha sin irrespetar al distinguido anciano .
LA DESPEDIDA DEL PATRIARCA
Emilio llegó a Balboa
en el año de 1930 y la dura situación
económica del municipio lo empujó hacia Cali en 1994; fueron 64 años de servicio a una tierra que lo
acogió como un hijo dilecto; todas las grandes obras de Balboa pasaron por sus
manos: fue gestor, interventor y motor en tiempos difíciles. Estaba pendiente
del hospital, de las vías veredales, de los acueductos…
Al almacén de Emilio llegaban los labriegos a
pedir consejo, a solicitar ayuda, a buscar su mediación ante el Comité de Cafeteros o ante
la administración municipal, porque Emilio sentía a Balboa como propio y le dolía como si fuera suyo.
Con la salida del patricio
terminó una era y soplaron los malos tiempos: se acabó el Centro de la Mujer Campesina, le
dieron la espalda al Asilo de Ancianos y Balboa se quedó sin representación en
el Comité Departamental de Cafeteros.
Emilio murió en Cali en
julio de 1997 como pájaro enjaulado,
añorando el balcón desde donde admiraba
los amaneceres del Valle de Risaralda. Una placa de bronce con su nombre
honra un salón del Edificio del
Café en Balboa y el Acueducto de Peñas
Blancas tiene el nombre de Emilio Gartner Gómez. El paso de don
Emilio fue una bendición para el municipio de Balboa. Fue un hombre
recio, bueno y servicial que la
comunidad no podrá olvidar fácilmente.
Mil gracias Alfredo por palabras tan hermosas y que hacen justo homenaje a hombre recto, íntegro y fiel a sus sólidos principios.
ResponderEliminarEjemplo de vida dedicada al servicio a los demas que deja imborrable huelga en las vidas de los miles a quienes toco con su existencia.
Afortunado yo que cómo su nieto tuve la fortuna de ser testigo de su presencia y de su obra.
Bernardo Valencia Gartner