Alfredo Cardona Tobón
La cabecera del corregimiento de Arabia
es un pueblito perdido en la loma; en
sus calles solitarias se trasluce la pereza de un gato que recibe el sol de la
mañana y la tranquilidad de una monja contemplativa cuyo mundo no va más lejos
que el sonido del campanario del
convento. Es un pueblo plácido que se recorre en cinco minutos y se degusta
simplemente en uno de esos tamales que venden
al lado de la iglesia.
En Arabia se entrelaza la música
de los Cuyos con las canciones de Jhony Rivera; la aldea es un mirador de horizonte y montaña, pues desde una de las esquinas de la plaza se ve al
fondo el Valle del Cauca y desde la otra esquina la vista se pierde entre los
cafetales
En un municipio como Pereira
donde la pachanga siempre acalló los maitines, el corregimiento de Arabia tiene el gran honor de ser la cuna de
Monseñor Rigoberto Corredor Bermúdez, Obispo de la diócesis. Es un honor que
vale oro en un país católico y parecía estar reservado a los antioqueños, donde en cada vereda ha nacido
un arzobispo. Por eso no es raro que Arabia tenga tan alto jerarca, pues la
cepa de su comunidad es tan paisa como
la cepa de los marinillos.
Arabia es café y es turismo y a
pesar del aire campirano tiene chispazos
futuristas en veredas como la de Santa Cruz de Barbas, donde se admiran interesantes propuestas energéticas y se
vislumbra una nueva concepción ecológica.
Hablar de Arabia es hablar de
arrieros, de avistadores de pájaros, de paseos de olla y de visionarios como el fundador Leocadio
Salazar y como Olmedo Ramírez López, un
hacedor de paisajes, que convirtió un pedazo de montaña en un campo de golf y
transformó la vereda de Santa Cruz de Barbas en un llamativo centro turístico.
POR SOSTENER UN CAÑAZO
Los ancestros de Olmedo Ramírez son
de Aranzazu, Caldas, el pueblo más pueblo de los pueblos según aseguraba el
maestro Fernando González. Según la tradición, los aranzacitas resultaron de un
cruce entre gitanas y el judío errante y
por eso apenas nacen empiezan a buscar camino sin anclar en ninguna parte; es
extraño, pues, que Olmedo Ramírez, becado por el Programa Fulbright, ex gerente
de importantes empresas nacionales, con estudios en Francia, haya dejado su
periplo por el mundo y se haya establecido en las tierras de su abuelo
Belisario Ramírez Ocampo, buenas solamente para criar gurres y levantar
eucaliptus.
Olmedo Ramírez con su espíritu impregnado de la belleza europea, de mujeres
hermosas y del buen vino, captó la magia
del paisaje y descubrió lo que los ojos
profanos no vieron, por ello en vez de seguir por los caminos del mundo, se embelesó
con ese rincón pereirano y encalló a orillas del río Barbas.
Olmedo arrancó con el proyecto de
un condominio con un molino para generar energía eólica y bombear agua de un
pozo; por ahí empezaría a conjugar
progreso con naturaleza y desarrollo con ecología. Pero hubo tropiezos con la CARDER que lo consideró como el intruso
que rompía la armonía de los alrededores.
Entonces pensó en un hotel con fachada
quimbaya, que le diera a los turistas la sensación de sumergirse en los
dominios de los antiguos ocupantes de la zona; este proyecto tampoco cuajó; pero como Olmedo Ramírez no se puede quedar quieto un
instante, contrató un maestro de obra para reconstruir la casa de la hacienda paterna
destruida por un vendaval y resulta que el maestro de obra resultó ser otro
trotamundos jugador de golf.
Así que entre ladrillo y ladrillo, teja y
teja, Olmedo y el maestro constructor fueron armando un pequeño campo con tres hoyos, y sin
protocolo alguno empezaron a jugar, o a simular que jugaban golf en el
minúsculo campo desde el memorable 22 de
febrero de 1994.
Una tarde de ese año o del siguiente, Olmedo y el maestro de obra estaban jugando
golf cuando aparecieron unos gringos
avistadores de aves con un camarógrafo y unos periodistas del canal CNN.
Inmensa fue la sorpresa al verlos en las orillas de un monte con sus palos y
unos campesinitos por cadies, un águila asentada en una rama atenta a sus movimientos
y unos monos aulladores haciéndoles barra.
Para ellos fue algo insólito, tanto que a los veinte días apareció en el canal de
televisión de CNN una nota donde resaltaban el ingenio de los colombianos que
ante la crisis del café estaban cambiando los cultivos del grano por campos de
golf.
Con esa nota aparecida en tan
importante medio de comunicación no
había marcha atrás. Se tenía que mantener el cañazo y los tres hoyos se
aumentaron a nueve naciendo en firme el Club de Golf Santa Bárbara que viene
funcionando desde hace 18 años.
El proyecto de Olmedo Ramírez
cambió el rumbo a la vereda Buenos Aires en el corregimiento de Arabia. Por gestiones de Olmedo y sus compañeros de
sueños la vereda se llamó desde entonces
Santa Cruz de Barbas, y para darle identidad, los vecinos levantaron una enorme
cruz de eucalipto que fue el símbolo de la vereda hasta que otro de los vendavales la tiró al piso.
Un poco más abajo de la vieja
casona de la hacienda devastada por el terremoto, Olmedo Ramírez levantó la sede del club con un restaurante que
atiende a los visitantes los fines de semana. Es parte de un lugar encantado
con jirones de niebla que se escurren por los corredores. Al fondo un bosque de
pinos limita el horizonte, es un collado donde los árboles, cuando los mueve el
viento, semejan olas, forman equis o zigzaguean ofreciendo un espectáculo al
que solo le falta la música para convertirse en la danza de los eucaliptus,
como bien la describió el gobernador Botero en una de sus visitas al Club de
Golf Santa Bàrbara. Es un espectáculo que solamente lo tienen los pereiranos
quienes infortunadamente no han acabado de conocer su municipio.
Saludos tocallo, mi hno es su vecino es el MAESTRO Dioscorides en la finca La Negra. Mi nombre José Olmedo. @jozep2015. Me encanta saludarlo. Exitos
ResponderEliminarSu cronica, Excelente. Felicitaciones
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