Alfredo Cardona Tobón*
Al empezar el siglo
XIX la banda occidental de nuestro río Cauca pertenecía a la jurisdicción de
Ansermanuevo en la provincia de Popayán. Era una zona con poblaciones indígenas
en las aldeas de Tachiguí, Guática, Ansermaviejo, Quinchía, Quiebralomo, La
Montaña, San Lorenzo y Supía, y asentamientos negros en Guamal y Marmato.
Era una zona pobre
que subsistía del barequeo del oro, de cultivos de subsistencia y estaba
cruzada por un camino que iba de Medellín a Cartago, con un ramal hacia el
páramo de Herveo y otro que llevaba al Arrastradero de San Pablo entre los ríos
Atrato y San Juan.
En ese territorio de
pocos habitantes no había problemas entre criollos y chapetones pero sí
confrontaciones frecuentes entre las parcialidades indígenas a causa de los
linderos de los Resguardos y por los ‘cosechaderos’ de maíz a orillas del Cauca
y del río Opiramá.
ANTECEDENTES
El control español en
el Valle del Cauca fue difícil. La gente de color de LLanogrande y de Buga se
levantaron varias veces contra la administración colonial para oponerse a los reclutamientos que
se llevaban a cabo para abrir el camino del Dagua. Además, desde 1743 la familia Caicedo y los españoles
se enfrentaron violentamente en busca del control del Cabildo de Cali.
Las autoridades
coloniales gobernaban en los centros poblados, pero en la periferia y en las
zonas alejadas las comunidades vivían “arrocheladas”, es decir, sin Dios y sin
ley. Era poco el respeto por las dignidades coloniales y el grito de ¡mueran
los chapetones! se oía cada vez que se rebelaban los negros del Bolo y los pardos del resto
del territorio.
LA JUNTA DE CALI
Fue enorme la
influencia de Ignacio de Herrera y Vergara entre sus amigos caleños. El Doctor
Herrera era Síndico Procurador del
Cabildo de Santa Fe de Bogotá; fue uno de los más preclaros artífices de la
independencia granadina y guía de Fray José Joaquín Escobar, considerado como
el director espiritual del movimiento revolucionario en el Valle del Cauca.
Los ejemplos de Quito
y de Cartagena indujeron a los caleños a establecer una Junta de Gobierno
independiente de la Junta que también se formó en Popayán bajo el control del
gobernador Tacón y Rosique.
Infortunadamente se
perdió el Acta de la Junta caleña del tres de julio de 1810; no obstante, un
documento encontrado en los legajos del Archivo de Cartago (número 57 de 1810)
avala el extraordinario suceso. En él, la Suprema Junta de Santa Fe de Bogotá acusa
recibo del Acta caleña del tres de julio y manifiesta que Cali tendrá el honor
de decir a la posteridad que se anticipó a manifestar los sentimientos que
movieron a los santafereños y correr los riesgos a que lo exponía su
declaración. También reconoce el papel
de Ignacio de Herrera, ilustre caleño,
hijo de un suelo que tiene como Ignacio otros no menos defensores de la
Patria, con quienes ella siempre contará agradecida.
Cuando Tacón conoció
las intenciones de los criollos disolvió la Junta de Seguridad de Popayán e
intentó hacer lo mismo con la Junta de Cali; pero el Cabildo y el pueblo de
Cali, con sorprendente habilidad, enarbolaron la defensa del territorio
vallecaucano contra las amenazas del gobernador de Popayán y consiguieron la
adhesión de las ciudades de Caloto, Buga, Cartago, Anserma y Toro.
La confederación vallecaucana
organizó tropas y de inmediato solicitó
el apoyo de la Junta Suprema establecida en Santa Fe el 20 de julio de 1810,
que envió al comandante Antonio Baraya con un selecto escuadrón de caballería.
Ciudades, villas y
aldeas del Valle del Cauca se unieron para la defensa: Ansermanuevo y Cartago
aportaron tropas, Quiebralomo aportó oro y plata al igual que Nóvita y La
Plata.
LA JUNTA SUPREMA DE
LAS CIUDADES CONFEDERADAS
El primero de febrero
de 1811 las seis ciudades amigas instalaron una Junta Provisional de Gobierno
con vocales de cada una de esas ciudades y con Fray José Joaquín Escobar como
Jefe de Gobierno.
Para evitar el
malestar popular, la Junta suspendió la leva de tropas y organizó una milicia
veterana con asiento en Buga; para impetrar el auxilio divino nombró a la Virgen Santísima de Las Mercedes como
patrona y capitana de la milicia.
Una vez instalada la
Junta los cabildos de la Confederación la reconocieron. Es significativo el
juramento de fidelidad de Ansermanuevo, pues en el Acta figuraron los notables
y numerosos ciudadanos del común.
Ansermanuevo cumplió
lealmente sus compromisos con la Junta Suprema y en los difíciles años que
siguieron apoyó sin reservas a Santa Fe de Bogotá y al gobierno centralista de
Antonio Nariño. Por esa adhesión, se
convirtió en la primera víctima de los enfrentamientos fratricidas y sufrió los
atropellos del “Fogoso” Gutiérrez en su paso hacia el sur de la Nueva Granada.
El gobernador Tacón y
Rosique trató de erosionar la unión de las ciudades vallecaucanas y por
intermedio de algunos frailes intentó atraer al cabildo de Buga que recomendaba
una conciliación con Popayán. Al no lograrlo, Tacón movió tropas hacia
Santander de Quilichao ante lo cual la Junta Suprema ordenó la interceptación de toda comunicación
con Popayán, prohibió el envío de víveres y dispuso el avance de sus
tropas para atacar la fuerza de Tacón y
Rosique.
Las tropas de uno y otro bando marchan al encuentro en la
pequeña planicie de Palacé donde las fuerzas patriotas de las Ciudades
Confederadas del Valle del Cauca, empiezan a labrar la independencia total de
la Nueva Granada.
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