Alfredo Cardona Tobón.
En enero de 1894 José Jesús
Villegas , en ese entonces alcalde de Manizales, desarrolló un operativo, que
hoy sería envidia del cuerpo élite de la policía, para poner a buen recaudo
vagas y prostitutas, perseguidas por la
ley con el mismo rasero.
Según documentos del Archivo
Municipal, el burgomaestre concedió cuatro días de plazo a las acusadas para
que demostraran su inocencia.
Mariana Trejo envió una
carta al personero diciendo que no se le
podía tildar de inmoral, pues “ ella no
contrataba coito con anticipación” y que si algo podían reprocharle, no era
debido a su maldad, “sino como consecuencia de la debilidad de su sexo y de las
astucias de los hombres, que persiguen y engañan a las mujeres para satisfacer
sus deseos naturales.”
Dolores Bedoya se defendió
alegando que estaba próxima a contraer
matrimonio con el Sr. Juan de la Rosa
Acevedo y que si lo dudaban podían
preguntarle al cura párroco, quien daría
fe de esas intenciones.
Al cumplirse el plazo de los
cuatro días, el alcalde encarceló a
algunas infelices, como sucedió
con Isabel Viana, que pese a su avanzado embarazo, fue a dar a un
insalubre calabozo con dos pequeños hijos. “Me hallo por orden suya en esta
cárcel- escribió la pobre mujer al alcalde- y quisiera que Ud. se dignara tomar
informes sobre mi conducta con las personas que me conocen... Debe informarse
que soy una mujer trabajadora, huérfana de padre y madre y para caer en cama en
los próximos días”.
María de Jesús Durán y Alejandra Estrada quedaron privadas de su libertad y de la
escasa ración de comida que suministraban a los reos, pues el alcalde
Villegas exigió que comprobaran su
inhabilidad para trabajar. “...ciertamente no somos inhábiles para el trabajo,
pero como estamos condenadas a prisión no se puede concebir cómo una persona
aprisionada pueda trabajar, aún en quehaceres domésticos. De suerte pues,
respondieron las condenadas, que si no se nos da la ración, la pena que se nos
impuso no fue la de la prisión, sino la pena de muerte, porque nada menos nos
irá a pasar a nosotras que no tenemos renta de qué vivir”.
Entre las cincuenta acusadas
por vagancia estaba Doña Tulia Franco de
Villegas, suegra del alcalde de marras y viuda del coronel Fermín Villegas,
muerto en el combate de Salamina en defensa del gobierno conservador. En una
nota enviada al personero, doña Tulia
señalaba los abusos de su yerno : “ Se ha adelantado bajo una sola
cuerda una investigación contra innumerables personas por hechos inconexos....
ningún testigo afirma nada, sólo se
conceptúa y esa ha sido la prueba para perseguirnos y avergonzarnos”
“Este juicio- agregó
Doña Tulia al personero- hará época en los fastos de la Administración
manizaleña, porque además de ser la
persecución y proscripción de la parte más débil y desgraciada de la sociedad,
es la recopilación de todas las arbitrariedades que pueda llegar a cometer un empleado..”
La
cacería de brujas de José Jesús Villegas, fue una de las tantas incongruencias
de la doble moral de la cultura paisa del siglo diecinueve: en 1872 el prefecto
de Salamina, Juan Manuel Llano remitió cartillas de “Instrucción de la Guerrilla” para el “uso de los alumnos de las escuelas
públicas”, al tiempo que daba órdenes
para desterrar las prostitutas a las mortíferas riberas del tío Magdalena.
En 1886 Ramón Hoyos, otro alcalde de
Manizales, mandó a los vecinos a dormir
desde tempranas horas, para salvaguardar la moral pública, fortalecer los nexos
familiares, y aumentar, como alguien comentó en broma, el número de los
muchachitos, tan necesarios en ese entonces para poblar la región.
Además del cierre de los establecimientos
públicos, el alcalde Hoyos agregó en el
decreto No. 18: “Todo individuo que se encuentre en la calle de las nueve de la
noche en adelante podrá ser conducido a la cárcel y allí permanecerá 24 horas”.
Un
año más tarde Ramón Hoyos detuvo a Ramón Orozco por el delito de blasfemia y extrañó a varias mujeres, sin
juicio previo, a la vecina población caucana de Villamaría. Lo que no pudo evitar el burgomaestre fue la visita de un sinnúmero
de manizaleños a la Aldea de María, al otro lado del río Chinchiná , para buscar
los favores de las paisas exiliadas.
Las
causas de la terrible aflicción moral que hoy padecemos debemos buscarlas en el
siglo diecinueve, cuando a la sombra de
los partidos, de una iglesia beligerante
y de los Estados Soberanos, se
sembraron las semillas de todo tipo de iniquidades. No se respetó la vida, ni
la honra, ni los derechos de los vencidos. Fue una orgía de sangre, que la Regeneración de Nuñez y el gobierno de Rafael Reyes trataron de
parar inútilmente.
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