Alfredo Cardona Tobón
Primera catedral de Manizales
El cinco de abril de 1877 las tropas de Julián
Trujillo entraron a Manizales tras sangrientos combates que se extendieron por
el Alto del Perro, La Florida, El Guamo, el Alto de San Antonio, el Arenillo,
Morrocaliente y Morrogacho.
A los andrajosos soldados caucanos se les sumó una
turba procedente de la Aldea de Maria en los saqueos, atracos, robos de
gallinas y semovientes y asaltos a fincas, sin que la alta oficialidad liberal
pusiera coto oportuno a los desmanes.
"Las casas mejores y más valiosas fueron
puestas de cuartel sin pedirles permiso
a sus dueños, y cuando no encontraban pronto las llaves, destruían las
cerraduras o derribaban del todo la puerta exterior.
Los muebles, muchos de ellos valiosos y de buen
gusto fueron tomados. Parte se envió a la Aldea de María para adornar sus casas
y el resto fue despedazado y destinado a las fogatas de las cocinas.
Aunque el ejército vencedor tenía inmensas partidas
de bestias, bueyes y vehículos de toda clase, se le pedía a los conservadores
cuanto se les antojaba a condición de que si no daban inmediatamente el número
de bagajes, o lo que se pedía, se les
sacaría una cantidad doble de dinero.
Como ninguno tenía bestias para bagajes, iban a
arreglar con el alcalde, y este convenía en el acto en recibirles una suma de
dinero. Al día siguiente volvía a pedirle nuevos bagajes, para que se
rescataran de nuevo". [1]
Para sostener las tropas de ocupación y resarcir las
pérdidas por la guerra, las nuevas autoridades exigieron contribuciones a los
vencidos. A Manizales le fijaron la suma de $ 50.800, de los $ 75.000 que se le pidieron al Estado de Antioquia, y
a partir de enero de 1878, el alcalde Mario Arana, cobró otros $ 2.000 mensuales a los vecinos, para organizar y
mantener la fuerza pública y establecer postas y espías.[2]
CONTINÚAN LAS DESGRACIAS
En la noche del nueve de febrero de 1878 un fuerte
temblor sacudió a Manizales. El alcalde Ismael Villegas, en oficio que envió a
Medellín da cuenta del desastre:
" Sr. Secretario de Estado
Medellín
Tengo la pena de participar a U.
Que el nueve de los corrientes, fue víctima esta población de un fuerte temblor
que destruyó en gran parte los mejores edificios y que se hizo sentir en todo
el departamento del Sur, causando daños de no mucha consideración en varios
distritos.
El temblor empezó a las ocho de
la noche y duró sesenta segundos, durante los cuales inutilizó por completo el
frontispicio de la iglesia católica, el local de la escuela de niñas, parte
de la Casa Consistorial y muchas casas
de habitación particulares, cuya pérdida se reporta en $ 46.601, excluyendo los
daños causados en varias fracciones del distrito, que hasta la fecha no han
sido calculados.
En los momentos aciagos, cuando
todos los habitantes huían en desconcierto, dominados por el terror y la impresión de los primeros movimientos de
tierra, dejando hogares abandonados, la Prefectura excitó el patriotismo y la
filantropía del denodado Batallón Primero de Zapadores, estacionado en esta
plaza, para que diera protección a las víctimas, caso que las hubiera, y
custodiaran las propiedades abandonadas, evitando así cualquier hecho criminoso
y mantuviera el orden…
El aspecto que presenta en su
parte material esta infortunada población , víctima constante de las furias de
los elementos, es bien triste. Los pocos propietarios a quienes cupo la suerte
de no ver caer sus edificios en el terremoto viven en los solares y casas
pajizas, y dominados aún por la
desconfianza y el terror que les produjo la caída de sus habitaciones."[3]
Los vecinos de Manizales no habían salido del
estupor del terremoto, cuando una nueva desgracia cayó sobre la ciudad. Desde
tres años atrás la langosta se había estacionado en la orilla izquierda del río
Cauca, sin que pareciera avanzar, pero súbitamente sus mangas alzaron vuelo y
entraron a territorio antioqueño.
Esta es la voz de alerta y preocupación del
procurador Julián Mora al alcalde de la ciudad:
"Estados Unidos de Colombia
Estado de Antioquia
Prefectura del Depto del Sur- No
51-
Manizales 23 de abril de 1878
Sr. Jefe Municipal de Manizales
-
Adjunto hallará U.
la alocución que dirigen al Prefectura a los habitantes y a los Jefes
Municipales del Departamento del Sur.
La importancia del asunto es tal,
que no basta una simple alocución para pintarle la inconmensurable calamidad
que se nos presenta.
Es indispensable que U. ponga en juego todo su prestigio y energía
para destruir la langosta y que no se deje impresionar del considerable número
ni de las versiones exageradas de los hombres sin fe.
No hay nada imposible en este
asunto, será difícil, pero vencer en las grandes dificultades es la mayor
virtud.
La Prefectura no limita a U. la acción. Obre U. con
prudencia y la experiencia le irá indicando lo que debe hacer. El logro
del fin propuesto será el mayor servicio que U. pueda prestar a este
distrito.."[4]
Al igual que en
el terremoto del 9 de marzo, el Batallón Zapadores con Valentín Deaza al
frente, apoya la acción cívica contra la langosta y ayuda a abrir zanjas para
enterrar los "pichones' de la plaga y a prender fuego a los rastrojeros
secos para ahuyentar a los bichos.
Como si la guerra de 1876, la invasión caucana, el
terremoto y la langosta, no fueran suficientes, el 11 de septiembre de 1878 la
naturaleza castigó de nuevo a Manizales con otro fuerte temblor, que dañó las
pocas edificaciones públicas que habían quedado en pie.
Y SIGUEN LAS CALAMIDADES
En sesión del primero de agosto de 1878, el Concejo
se reunió para atender la emergencia suscitada por las fuertes lluvias que
azotaron la región, desmoronando caminos y varias calzadas del casco urbano.
La
Corporación edilicia excitó al Jefe Municipal para que obligara a la
ciudadanía a "abrir y construir los caños que faltan, con el objeto de
hacer las divisiones de las aguas en forma conveniente, muy particularmente en
la parte baja de las carreras Salamina, Santo Domingo, Quindío y Tulcán , pues
la gran aglomeración de agua durante la lluvia en algunas cuadras de la carrera
de Carolina hacen casi imposible la construcción de la calzada que debe hacerse
en la cuadra del Quindío."[5]
OTROS PROBLEMAS
Al azote de la naturaleza se suma la resistencia
soterrada del clero que impide gobernar, la desidia de los mandos medios, el
roce permanente entre la gente y las fuerzas de ocupación y la paralización del
comercio con el Cauca.
En la Circular No 58 del 20 de mayo de 1878, el
Prefecto del Departamento del Sur le escribe al alcalde de Manizales:
" Las calles y las plazas de los
distritos están aglomerados de basuras e inmundicias. Los cerdos y los perros han invadido a Manizales y se
campean en bandadas, la mayor parte de las casas tienen sucias las paredes de
las calles, en las calles hay puntos intransitables y todo por qué?-
Por el abandono, morosidad y
negligencia de los Jefes de Policía y lo más lamentable es que en algunos de
ellos no les sirve de estímulo ni áun el sueldo de que disfrutan…"[6]
La presencia de la langosta en la frontera
antioqueña paralizó el comercio de Manizales. En parte porque los empresarios
inescrupulosos retuvieron los víveres para aumenta su precio y en parte porque
las autoridades de algunos distritos cercanos al Estado del
Cauca, suspendieron el tráfico para evitar una hambruna y prevenir la
escasez de algunos artículos.[7]
A fines de 1878
la situación de orden público era un volcán a punto de explotar. Los
clericales se arman, los sacerdotes azuzan y el pueblo raso provoca a la tropa
de ocupación. Leamos el siguiente informe del coronel Valentín Deaza al alcalde
de Manizales:
"Estados Unidos de Colombia
Guardia Colombiana
Comandancia del Batallón
Zapadores No. 197
Manizales 27 de diciembre de 1878
Sr. Jefe Municipal de este
Distrito.
Presente
Se tiene conocimiento en esta
comandancia de que algunos individuos del pueblo están continuamente buscando y
provocando molestias con los miembros del Batallón, quienes por respeto y
consideración a la causa y gobierno que sostienen tratan de evadir de todo,
para no dar mal ejemplo en el lugar, ni motivo a que nuestros tenaces enemigos
puedan denigrar de la buena fama de los cuerpos de la Guardia Colombiana, pero
la experiencia ha probado ya, que con gente de mala índole, de aspiraciones
bárbaras, no se puede transigir, por cuyo motivo ayer como a las seis y media o
siete de la noche hubo una reyerta entre paisanos y los militares, de la cual
U. tiene conocimiento, en tal virtud
espero que después de hechas las averiguaciones del caso, se sirva darme un
informe de los cargos que resultaren contra los miembros del cuerpo o de la
inculpabilidad de estos, pues mi ambición Sr. Es a más de cumplir estrictamente
con las instrucciones que para situarme en esta ciudad he recibido, inspirar
confianza a nuestros adversarios granjearnos la estimación de todos los
habitantes sin distinción de color político,
con la esperanza de conservar la tranquilidad pública.
Atento servidor
Valentín Deaza."[8]
La racha de desgracias no terminó en 1878. Los malos
momentos continuaron en 1879, con la revolución clerical, que empezó en las
faldas de Olivares y se extendió por el
Estado antioqueño.
[1] CARDONA Tobón Alfredo- "Los Caudillos del desastre"- pag 207.
[2] Decreto No. 2- Enero de 1878- Archivo del
Concejo de Manizales-
[3] Archivo del Concejo de Manizales- Año 1878- Sin clasificar-
[4] Archivo
del Concejo de Manizales- Sin clasificar.
[5] Archivo
del Concejo de Manizales- Sin clasificar.
[6] Archivo del Concejo de Manizales- Año 1878-
sin clasificar
[7] El
Procurador trató en vano de agilizar el comercio, como se ve en las
circulares , cuyo texto se puede leer en el Archivo del Concejo de Manizales-
Año de 1878-
[8] Archivo del Concejo de Manizales- 1878- sin
clasificar.
Comentarios
Publicar un comentario