RECORDANDO A
FLORENTINO GONZALEZ Y A RUDECINDO OSPINA.
Alfredo Cardona
Tobón.*
En el informe de
1847 dirigido por Florentino González a las Cámaras Legislativas, el Secretario
de Hacienda de la Administración de Mosquera
proponía abrir las puertas de la
Nueva Granada a las manufacturas extranjeras y bajar las altas tasas
impositivas, que según su opinión, limitaban las importaciones e inducían a los
granadinos a montar industrias improductivas y sin posibilidades de competir
con éxito en los mercados internacionales.
Decía Florentino en
el informe que en un país rico en minas y en productos agrícolas, las leyes no
deberían fomentar industrias que
distrajeran a los habitantes de las ocupaciones agrícolas y mineras.
Las tesis de
Florentino eran compartidas por la cúpula del radicalismo liberal, compuesta,
en gran parte, por comerciantes e importadores y repudiadas por el ala
draconiana, cuyos militantes veían en la apertura económica la ruina del pueblo
artesano.
Florentino
consideraba que el cultivo del tabaco, el café, el cacao y el algodón ofrecían un futuro promisorio junto con la
explotación del oro y la plata. El dirigente radical, ferviente defensor del
librecambio, se opuso a los privilegios concedidos a Inglaterra y Estados
Unidos en nuestros puertos y fue enemigo de las prebendas eclesiásticas y de
los contrabandistas.
De pequeño sufrió
en carne propia la tiranía española
y cuando Bolívar quiso instaurar
un régimen monárquico se unió a los
conspiradores que pretendieron derrocar al Libertador en la noche septembrina..
Escritor ágil y periodista Florentino González
fue llamado por sus coetáneos
como “ el precursor”, pues sus conocimientos en el campo económico abrieron
paso a una era de transformación colombiana.
A mediados del
siglo diecinueve los capitalistas antioqueños Montoya y Sáenz y la Iglesia
Católica, que administraba los censos y
las capellanías, eran los mayores prestamistas del país. Los intereses eran de usura y de muy difícil consecución.
Surgió, entonces, el genio de Florentino, quien captó ahorros y recursos al
estilo norteamericano, para prestarlos con grandes facilidades de pago. La
rueda de la fortuna lo favoreció durante algún tiempo, pero fallaron los
deudores y ante el acoso de las obligaciones el sistema reventó llevando en su
caída a viudas, comerciantes, mineros y
pequeños empresarios.
Mientras Florentino
especulaba en la capital de la Nación, en el sur de Antioquia el salamineño
Rudesindo Ospina amasaba una gran fortuna comprando y vendiendo tierras y
explotando minas de oro y de sal en los
estados de Antioquia y el Cauca.
LAS INQUIETUDES DE
RUDECINDO.
Como el poder y el
dinero van de la mano, Rudesindo Ospina ocupó el cargo de Prefecto del
Departamento del Sur en Antioquia, el de Prefecto de la Provincia de Marmato y
el de Senador por el Estado del Cauca. Y
como el poder es para poder, como dicen los corruptos, Rudesindo aprovechó tales distinciones para hacer
negocios favorables con Antioquia, adquirir baldíos en el
Cauca a precios irrisorios y quitarle tierra a las parcialidades
indígenas del norte de dicho Estado.
Rudesindo Ospina,
al igual que Florentino González, estaba convencido de que los habitantes del
trópico sólo servían para doblarse en
los surcos y consumirse en las
minas, creían que sus paisanos
eran incapaces de asimilar tecnología
y por tanto estaban destinados por la
Divina Providencia, a suministrar materias primas a Norteamérica y a Europa
para que allí las transformaran.
En un oficio con
fecha del 27 de septiembre de 1859 el
Prefecto Rudesindo Ospina informó al gobernador de Antioquia sobre la situación
social y económica de los distritos del Departamento del Sur. Refiriéndose a la
parroquia de Aguadas destacó el incremento del cultivo de tabaco y el aumento
de las dehesas que se abrían florecientes en los valles de San Félix. Sin
embargo, se mostraba preocupado pues veía inconvenientes con el auge de la
industria sombrerera. Según decía Rudesindo en su informe, tal actividad
perjudicaba el desarrollo municipal, pues la mayor parte de los brazos útiles
se empleaban en el corte y transporte de la iraca, en su preparación y en el tejido de los sombreros, dejando poca
mano de obra a los demás menesteres.
El Prefecto opinaba
que la industria de la iraca iba contra la moral y las buenas costumbres en
Aguadas, ya que en los talleres se mezclaban sexos y edades a lo largo del día
y quizás hasta en la noche, y afirmaba:
“ Por más que proteste el alcalde de Aguadas, no se me quita de la
cabeza tal convencimiento”.
Las ideas de
Florentino González fueron acogidas por los gobiernos radicales, se arruinaron
los artesanos, cayó Obando y la desesperación popular llevó a la presidencia al
general Melo.
La recomendación de
Rudesindo Ospina de acabar con la producción de sombreros en Aguadas no tuvo
eco, aunque atinó a predecir que sólo ruina y pobreza era el futuro para las
poblaciones que sin vocación ni recursos pensaban que podían seguir los pasos
de las ciudades industrializadas de Europa o Estados Unidos.
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