Alfredo Cardona Tobón.
Un vientecillo juguetón se coló entre la torre de guadua de
la capilla de Tabuyo empujando el rejo de la campana que llamaba
a misa; un gavilán giraba y giraba encima
del rancherío preparando el embate sobre unos pollitos que salían de vez en cuando
del encrespado plumaje de una gallina para picotear los grillos; y mientras el
sol se desperezaba, salían de sus chozas los indios medio dormidos, varones, mujeres viejas y mozas con niños de brazos y muchachos de surtidas edades.
Todos ellos se dirigieron al humilde templo por un sendero estrecho tallado por el paso de los nativos en el flanco de la montaña de Ansermaviejo. A la entrada, en el altozano de la Casa del Señor, el cacique Bartolo
Tabarquino miraba y hacía cuentas, nadie podía faltar a la misa, pues en caso contrario el cura
doctrinero se lo cobraría con multa, con cepo o latigazos.
Todos los habitantes de la parcialidad del resguardo de Tabuyo asistieron a la
ceremonia litúrgica donde un fraile franciscano hablaba un idioma que apenas entendían y les
obligaba a adorar a un Dios flagelado, clavado en unos leños como cualquier indio alzado
contra los españoles. Al llegar el Prefacio los indios
bautizados permanecieron en la iglesia, el resto esperó afuera hasta la terminación de la misa cuando
volvieron a entrar a rezar por la salvación de sus almas.
Ocho años habían transcurrido desde la fundación de Anserma y la llegada de Robledo y demás asesinos conquistadores. Allí
estaban los vencidos a merced de los encomenderos y los curas doctrineros; ya no eran indios con plumas ni con varas aguzadas de chonta; era gente con miedo y enferma, pues además de los mosquetes y los perros comedores de hombres, los extraños trajeron la muerte en forma de gripa, en forma de lepra y de viruela que poco a poco loes estaba diezmando.
Algún escribano, por piedad o movido por una pepa de
oro, con fecha 7 de agosto de 1547 redactó un memorial firmado por el cacique y dirigido a las autoridades virreinales donde se mostraba la desgracia de la tribu de
los tabuyos y solicitaba autorización para regresar al sitio de Umbría, de
tierras fértiles, buenas aguas, temperatura saludable y montes apropiados para
cortar madera. Pero fue inútil, los españoles necesitaban a los indígenas cerca de las minas de oro de Quiebralomo y Buenavista y allí se quedarían hasta que no existiera un solo tabuyo.
La natalidad no compensaba la altísima
mortalidad debida a la desnutrición, las enfermedades y el trabajo esclavo; en1582, en la región de Anserma, sólo quedaban 800 indígenas, explotados junto con mil esclavos negros por 24 españoles viejos y roñosos. la aldea de Anserma era un rancherio sin blasones ni pergaminos, era solo un moridero de hombres.
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En 1627 los encomenderos
gestionaron créditos reales para importar más esclavos negros para trabajar las
minas ante la despoblación indígena. El Oidor Lesmes de Espinosa y Saravia
reunió en la aldea de los tabuyos desplazados de Umbría a los sobrevivientes de los repartimientos de
Upirama, Ipa, Aconchare, Napiera, Irra, Tusa, Indipiati, Piesa y Chátapa, la idea era aprovecharlos en la extracción de
oro con el pretexto de facilitar su adoctrinamiento
cristiano.
TABUYO Y ANSERMAVIEJO.
La orden de extinción del
convento de San Luis, notificada el 24 de septiembre de 1777, marcó el eclipse de la llamada ciudad de Santa Ana de los conquistadores y luego la Anserma de los encomenderos. Los pocos criollos y europeos se trasladaron a la vecindad de Cartago y allí fundaron la población de Ansermanuevo.
Sin embargo no desapareció el rancherío de Anserma, pues en el Ansermaviejo quedaron los indios y se repobló con los comuneros de Tabuyo que abandonaron paulatinamente su aldea y se instalaron con su alcalde, su
alguacil y un cura doctrinero en la antigua población española.
La guerra de Independencia arruinó la población de Ansermanuevo pero casi no tocó a Ansermaviejo, cuyos habitantes tabuyos pasaron a depender de Cartago, luego de Toro y en 1869 quedaron bajo la
jurisdicción del distrito de Quinchía.
EXTINCIÓN DEL RESGUARDO.
Don Pedro Orozco acaba de
liquidar la sociedad colonizadora de Támesis y con sus hermanos Jorge y
Leopoldo inicia en el año 1870 sus negocios de tierra en Ansermaviejo. En 1875 el gobierno del Cauca autoriza la
venta de los Resguardos y se facilita la operación de los empresarios
paisas que se asocian con funcionarios
corruptos y políticos ambiciosos para quedarse con los terrenos de los nativos.
La parcialidad de Tabuyo vende a los Gamboas el
área de Varillas, hoy municipio de Risaralda y contrata al agrimensor William Martin para que mida y divida en
lotes el Resguardo. En 1892 una Junta Repartidora compuesta por el alcalde y el notario de Ansermaviejo, en asocio con el administrador de la parcialidad, reparten las
6147 hectáreas del Resguardo. Separan 51
hectáreas para la población, ceden a William Martin un gran globo de terreno y varios lotes a los miembros de la Junta repartidora y entregan 53
parcelas de 43 hectáreas cada
una a los comuneros tabuyos.
Con remates amañados los Orozco,
Rudesindo Ospina, el Jefe militar Ponciano Taborda y Juan de Dios Gamboa se
adueñan de la mayor parte de los ejidos cedidos por el gobierno caucano a los
vecinos de Ansermaviejo. Los mejores baldíos quedan en manos de la familia
Henao de Manizales, de Rudesindo Ospina, los Gartner , los Santacoloma, los
Salazar y los Bayer. Los curas de Támesis, Palermo y
Jericó invitan a sus parroquianos a radicarse en Ansermaviejo donde los Orozco les venden o les financian parcelas con amplias facilidades. En
diez años los indios quedan sin tierras.
Sin lengua y sin identidad los tabuyos se funden en el crisol del
mestizaje para convertirse en peones de los pobladores antioqueños. El 19 de septiembre de 1899 José
María Clavijo y otros 43 descendientes de los tabuyos tratan de recuperar las
51 hectáreas separadas para fundar una población nativa, pero era tarde, pues Maximiliano Pamplona ya las había vendido a varios colonos paisas, quienes establecieron allí el poblado de San Pedro, hoy corregimiento del municipio de Anserma..
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