Alfredo Cardona Tobón
Al atardecer del 28 de noviembre de 1888 los vecinos de Quinchiaviejo se agolparon
en la antigua capilla del caserío para acompañar al sacerdote José Joaquín
Hoyos en la última misa de difuntos; las llamas de las lámparas se perdían en
la oscuridad del templo mientras en sus paredes las sombras que danzaban
recordaban a las ánimas que quedaban con las osamentas solas en la aldea
abandonada.
Atrás quedaban los recuerdos y un pasado con mangas de langosta, con el
ataque inmisericorde de la viruela y de los enemigos en las guerras civiles; atrás
quedaba un pueblo que desde el año 1550 agrupaba las parcialidades indígenas de
tapascos y guaquerames y había sobrevivido a la conquista española y a la
explotación de ambiciosos frailes encomenderos .
Amaneció el 29 de noviembre de 1888 y el sol alumbró la cabeza calva del
Cerro Batero. En la hondonada de Quinchiaviejo quedaban las imágenes sagradas,
los ornamentos de la iglesia, unos gatos sin dueño y los pocos vecinos que se
aferraban a sus ranchos, como si en ellos estuviera su vida. Con las primeras
luces empezó el repique de las campanas en el nuevo pueblo anunciando otra era y en medio de cánticos y
voladores empezó el desfile hacia la base del cerro Gobia..
Quinchiaviejo había muerto de sed, las fuentes que la surtían se secaban en
todos los veranos y para conseguir el agua había que recorrer muy largos
trechos. Como las parcialidades no pudieron ponerse de acuerdo, los comuneros
del Resguardo confiaron a la Virgen Inmaculada la selección del sitio donde edificarían
otro caserío con buenas aguas y cerca del camino Real. Los nativos llevaron en
andas la imagen por todo el territorio esperando
una señal divina, que llegó cuando un carguero trastabilló y la imagen se fue
de bruces contra un pequeño barranco, donde se empezó a edificar el nuevo
templo y a construir la actual localidad..
Como a las ocho de la mañana, en medio de un día esplendoroso, empezó la
procesión de traslado. Las campanas del
templo nuevo, situado a unos dos kilómetros de distancia de
Quinchiaviejo no dejaron de repicar...la Virgen Inmaculada en medio de
flores y sostenida por cuatro cargadores
que se turnaban en la larga subida precedió la procesión; atrás iba el coronel
Zoilo Bermúdez, con el gobernador del
Resguardo Victoriano Aricapa, con Higinio Tapasco, Pedro Ladino, Sebastián
Villada, Cecilio Gaspar y demás miembros del Cabildo indígena y luego la comunidad llana, que en medio de
cantos y oraciones acompañaban al Santísimo
que bajo Palio llevaba el padre
José Joaquín Hoyos.
Fue una procesión grandiosa, parecía una gran culebra reptando falda arriba
hasta el moderno Quinchía. Unos poco antioqueños acompañaban a los nativos, de
sombreros de iraca y carrieles al hombro desgranaban rosarios con unción, mientras los caucanos de sombrero de paja y
mochilas de cabuya, entonaban cantos religiosos y seguían muy fervorosos tras
el Amo y el padre Hoyos, pese a ser liberales radicales y mirar con recelo a
todo lo que tuviera sotana y oliera a bautisterio.
SE REVIVE LA PROCESIÓN DEL TRASLADO
Ciento veinticinco años después de la procesión del 29 de noviembre de
1888, los quinchieños reviven el pasado de su pueblo; la Fundación
Social Quinchía Nueva, con base en Pereira, ha motivado a los habitantes de
Quinchía para que repasen el camino que trillaron sus antepasados cuando
trasladaron las reliquias y los últimos ranchos. El domingo próximo una gran
procesión partirá de la vereda de Quinchiaviejo con la Virgen Inmaculada por el
antiguo camino.
Volverán a sonar las campanas y se
verán los cargueros llevando ranchos en varas, tal como sucedió hace 125 años.
La Virgen Inmaculada que encabezará el desfile es la misma que acompañó a los
quinchieños en ese entonces.
Los vecinos de la vereda Moreta conservaron esa imagen llena de historia,
ellos han sido los fieles guardianes de la venerada imagen que acompañará de
nuevo a los quinchieños en un recorrido
donde hace 125 años se mezclaron los primeros antioqueños que llegaron al
Resguardo con los nativos caucanos en una conjunción de Gómez y Aricapas, de
Escobares con los Trejos.
La fiesta será completa, pues además
de la recreación del traslado, la Fundación Social Quinchía Nueva y los vecinos
de Moreta presentarán bailes autóctonos, de raíces caucanas y como torta de
cumpleaños se ofrecerán ogagatos, que son deliciosos manjares quinchieños, cuya
existencia se remota al tiempo de la colonia y que siguen siendo parte de la
cocina campesina.
Es muy variada la programación para esta celebración; incluye
actividades: culturales y deportivas, recorridos ecológicos y
espectáculos artísticos que mostrarán la riqueza de la identidad quinchieña.
Quinchía es un tierra que los risaraldenses no han descubierto. Es el
pueblo más bello del Departamento y el de mayor riqueza cultural con sus mitos
y leyendas; con su mágico Cerro Batero, morada de los dioses ansermas; con el
cerro Opirama bajo cuya mole el dios Xixaraca enterró a los demonios; con las
huellas y las lágrimas de Michua unidos
a un pasado de valor y resiliencia ante las adversidades.
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